Contemplar la visión de decenas de bandejas de comida de un bufet, vistosos y múltiples platos en una celebración o, simplemente, la nevera repleta tras pasar por el supermercado, supone que nuestro cerebro se ponga a hacer rápidos cálculos. «¿Por dónde empiezo?», «¿cuánta cantidad soy capaz de comer?» o «¿qué elijo, carne o pescado?», son algunas preguntas fugaces que solemos resolver en cuestión de segundos, sin que nos demos casi cuenta.
Este proceso que llevamos a cabo casi de manera automática ha motivado un estudio publicado en la revista Nature Communications en el cual los investigadores han encontrado que la toma de decisiones sobre por qué escogemos unos alimentos u otros está estrechamente relacionada con una región cerebral que, hasta ahora, se creía ajena a este proceso.
Un equipo de científicos de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) buscaba conocer cómo el cerebro determina qué y cuánto comer cuando alguien tiene varias opciones. Aunque parezca una decisión casi automática o incluso, en muchas ocasiones, arbitraria, el cerebro trabaja muy rápidamente para dar con la solución. Si tenemos delante nuestro plato preferido junto a otro que no nos gusta tanto, la respuesta es clara. Pero, ¿qué escoger cuando las opciones son tan parecidas como pasta o arroz (ambas sabrosas, con base de carbohidratos) o pizza y hamburguesa (calóricas y reconocidas como «premios»)? En ese momento, incluso si se pueden tener a la vez ambos platos, el favorito será muy probablemente el que se pueda comer antes y a bocados más grandes, explica David Ottenheimer, autor principal del estudio.
Sin embargo, este estudio dio en esa búsqueda con algo que superó sus expectativas. «Encontramos una región en el cerebro que refleja nuestra percepción de la comida de una manera sorprendentemente dominante», señala. Un área que todos los anteriores estudios habían ignorado, porque se creía que apenas estaba involucrada en el proceso que se desarrolla en el cerebro cuando este se pregunta «¿qué elijo comer?».
La región cerebral inesperada
Los investigadores realizaron el siguiente experimento: a un grupo de ratas se les ofrecieron dos bebidas azucaradas similares, aunque una contenía sacarosa y otra maltodextrina (la primera más dulce que la segunda). Los científicos observaron que lamían más rápido el líquido con sacarosa, indicativo de que preferían esta bebida.
De forma paralela y durante varios días, mapearon la actividad cerebral de las ratas, lo que registró que sentían emoción cuando se daban cuenta de que estaban consumiendo la sacarosa, y decepción por la maltodextrina. Pero lo que realmente les sorprendió fue la zona en la que se revelaron estas preferencias: el pálido ventral, un punto asociado durante mucho tiempo con la percepción de la recompensa y el placer —y que podría extrapolarse al cerebro humano—, aunque se creía ocupaba un papel secundario.
«Los estudios previos sobre cómo el cerebro toma decisiones con respecto a los alimentos han ignorado principalmente al pálido ventral», explica a ABC Ottenheimer, quien señala que las conclusiones del estudio implican que esta área «puede ser una de las regiones cerebrales más importantes» a la hora de tomar la decisión de qué comida escoger. «Llegamos a esta conclusión porque durante la tarea de elección de alimento, la actividad neuronal en el pálido ventral era más rápida y de mayor amplitud que en regiones tradicionalmente asociadas a la elección de comida, como el núcleo acumbens».
Lo peor se convierte en lo mejor
Otra situación que sorprendió a los científicos fueron las reacciones de las ratas tras exponerlas a una segunda elección, esta vez entre una bebida con maltodextrina y agua sin más. En este caso, las neuronas del pálido ventral se dispararon con la maltodextrina a niveles que se habían mostrado con la sacarosa en el anterior experimento, lo que indica que esta área del cerebro está implicada en la toma de decisiones que dependen del contexto en tiempo real, concentrándose en la mejor opción de comida según la situación.
«Como la señal de las neuronas del pálido ventral cambia inmediatamente cuando la rata altera su clasificación de qué sabor es su favorito, deducimos que esta respuesta proporciona una lectura en tiempo real de lo que más le gusta de las opciones disponibles en ese momento», apostilla otra de las autoras del estudio, Patricia Janak.
Continúan los interrogantes
Los investigadores señalan que el siguiente paso es conocer qué significan estos hallazgos: las implicaciones de que sea esta parte concreta y no otra la que se active tras consumir un alimento que nos gusta. ¿Esto quiere decir que es un mecanismo de refuerzo de acciones anteriores —comida que ya hemos probado y nos agrada— para hacer más probable su consumo? ¿O se trata de realizar una «base de datos» mental que influirá en la próxima elección?
«Una mayor investigación será la clave para entender este tipo de decisiones. Si queremos averiguar por qué un alimento puede ser emocionante en un escenario y decepcionante en otro, el pálido ventral podría ser fundamental», sentencia Ottenheimer.
Fuente: un artículo de Patricia Biosca para el portal www.abc.es
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