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El dilema del cerebro: dejar de hacer algo o esperar. ¿Cómo decidimos persistir o seguir adelante?

del cerebro

Estás en una parada esperando un autobús que parece que nunca llegará. Al principio, tienes la esperanza de que llegue en cualquier momento. Pero a medida que los minutos pasan lentamente, la duda se apodera de ti. ¿Deberías seguir esperando o es más inteligente empezar a caminar o llamar a alguien y pedir que te lleve?

“Es un dilema clásico: ¿eres de quienes persisten en la creencia de que el autobús está en camino o dejas de perder el tiempo y te dedicas a otra cosa?”, pregunta Joe Kable, psicólogo de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Pensilvania (Penn).

La cuestión no es solo si se tiene la paciencia para esperar, afirma. “Se trata de entender cuándo vale la pena seguir con algo, y cuándo reducir las pérdidas es la mejor opción”.

Kable establece paralelismos entre dos ideas rivales sobre la perseverancia: el best seller Grit (Arena) de la profesora de Penn, Angela Duckworth, que defiende el valor de la persistencia, y Quit (Abandonar) de la exalumna de Penn, Annie Duke, que explora la sabiduría de saber cuándo dejar ir.

En un artículo publicado en el Journal of Neuroscience, Kable, su colaborador Joe McGuire de la Universidad de Boston y un equipo de investigadores, examinan los fundamentos neuronales que subyacen a la decisión de persistir o abandonar, “y cómo la función ejecutiva del cerebro nos ayuda a decidir cuándo esperar o alejarnos”.

La investigación analiza a individuos con daños en diferentes partes de la corteza prefrontal, la sede de la toma de decisiones ejecutivas, y revela cómo el cerebro evalúa la incertidumbre y guía esas decisiones tomadas en fracciones de segundo.

Estos hallazgos podrían tener implicaciones para comprender y potencialmente tratar condiciones como la ansiedad, la depresión, el abuso de sustancias y la adicción, que a menudo implican un procesamiento de recompensas alterado y conductas de persistencia.

Lecciones extraídas del juego de la espera

Kable y su equipo investigaron cómo diferentes regiones de la corteza frontal influyen en las decisiones de persistir o abandonar utilizando una tarea diseñada para imitar dilemas del mundo real.

En el experimento, los participantes decidieron cuándo “canjear” monedas cuyo valor aumentaba con el tiempo. Algunas monedas vencían rápidamente, mientras que otras requirieron una espera más prolongada, dependiendo de la condición de la tarea.

“Queríamos crear una situación en la que la persistencia a veces valiera la pena y otras no”, resalta Kable.

En la condición de alta persistencia (HP), los tiempos de maduración se distribuyeron uniformemente, por lo que esperar siempre hasta que la moneda alcanzara su valor máximo era óptimo.

En la condición de persistencia limitada, los tiempos de maduración siguieron una distribución de cola pesada, lo que significa que, si la moneda no maduraba dentro de los primeros segundos, era mejor dejar de esperar.

A los participantes no se les informó sobre estas distribuciones, lo que los obligó a aprender de la experiencia.

El estudio contó con 18 controles y 31 participantes con lesiones cerebrales, agrupados por las regiones afectadas de su corteza frontal.

Los grupos de lesiones incluyeron personas con daño en la corteza prefrontal ventromedial, la corteza prefrontal dorsomedial o la ínsula anterior, y un grupo de “control frontal” con lesiones en otras áreas de la corteza frontal.

Al comparar estos grupos, los investigadores intentaron identificar las contribuciones específicas de las diferentes regiones del cerebro a la persistencia y al abandono del hábito.

“Al estudiar a individuos con estas lesiones específicas, podríamos probar directamente cómo las diferentes partes del cerebro contribuyen a la persistencia frente al abandono”, apunta Camilla van Geen, primera autora del estudio y candidata a doctorado en el Laboratorio Kable.

El equipo descubrió que los participantes con daño en la corteza prefrontal ventromedial esperaron menos en general, particularmente en la condición HP, donde la persistencia era la estrategia óptima.

“La corteza prefrontal ventromedial parece desempeñar un papel crucial en la evaluación del valor subjetivo de la espera”, afirma van Geen.

“Los daños en esta área no solo reducen la paciencia, también alteran fundamentalmente el modo en que las personas evalúan si vale la pena perseverar en primer lugar”.

Sin embargo, los participantes con lesiones en la corteza prefrontal dorsomedial o en la ínsula anterior mostraron un patrón diferente de deterioro, indica Kable. Esperaron aproximadamente la misma cantidad de tiempo en ambas condiciones, sin poder distinguir entre situaciones en las que la persistencia era ventajosa y aquellas en las que no lo era. No fue solo una cuestión de autocontrol”, añade Kable.

“Estos participantes no pudieron ajustar sus estrategias basándose en la retroalimentación del entorno, en particular de las experiencias en las que abandonar fue la mejor decisión”.

Van Geen también utilizó un modelo computacional para analizar más a fondo estos procesos de toma de decisiones, que reveló que el grupo corteza prefrontal ventromedial tenía una menor disposición inicial a esperar, mientras que el grupo corteza prefrontal dorsomedial/ínsula anterior tuvo dificultades para aprender de los ensayos de abandono.

Una relación dinámica con recompensas

“No se trata solo de autocontrol o impulsividad: se trata de cómo nuestros cerebros estiman el valor y se adaptan en tiempo real para decidir cuándo vale la pena esperar”, señala van Geen.

Un hallazgo sorprendente fue que los individuos con lesiones en la corteza prefrontal lateral, una región a menudo asociada con el autocontrol, se desempeñaron tan bien como los controles sanos.

Este resultado sugiere que, si bien la corteza prefrontal ventromedial ayuda a determinar el valor inicial de la espera y la corteza prefrontal dorsomedial y la ínsula anterior contribuyen al aprendizaje a partir de la retroalimentación, la corteza prefrontal lateral puede no ser tan central para la persistencia como se pensaba anteriormente.

“A menudo pensamos que la perseverancia es algo bueno y que abandonar o renunciar es un fracaso”, acota van Geen. “Pero, en realidad, son dos caras de la misma moneda. Ambas requieren cálculos mentales complejos y ambas pueden ser la elección correcta dependiendo de la situación”.

Como seguimiento, los investigadores están centrando su atención en neurotransmisores como la dopamina y la serotonina para comprender mejor cómo estos sistemas influyen en la persistencia.

“Hemos completado un estudio en el que los participantes toman medicamentos que mejoran estos sistemas para ver cómo afectan a su disposición a esperar”, dice Kable.

“Los resultados preliminares sugieren que la serotonina juega un papel particularmente interesante, pero todavía estamos analizando los datos”.

Los trabajos futuros también se centrarán en cómo interactúan las regiones cerebrales y los sistemas de neurotransmisores. “¿Estos sistemas se influyen entre sí o funcionan de forma independiente? Esa es una de las grandes preguntas que abordaremos a continuación”, subraya Kable.

Fuente: un artículo de Nathi Magubane publicado en el portal neurosciencenews.com

 

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