«Yo soy más de salado». Cuántas veces habremos escuchado (o dicho) la socorrida frase para rechazar un dulce. Y ciertamente es así para los amantes de las papas fritas, los nachos, las croquetas o las palomitas de maíz… La sal convierte a algunos alimentos en irresistibles. Pero tomar demasiada tiene riesgos potenciales para la salud y puede llevar a trastornos cardiovasculares y cognitivos. Ahora, investigadores del Instituto de Tecnología de California (CALTECH) han identificado las neuronas que conducen y apagan los antojos de sal en el cerebro del ratón. Los resultados, descritos esta semana en la revista Nature, pueden ser un primer paso para regular el ansia por el sodio en los seres humanos.
El sodio, un ion que se encuentra en la sal de mesa, desempeña un papel fundamental en diversas funciones corporales, como la actividad cardiovascular, el balance de líquidos y la señalización nerviosa. En todas las especies animales, el cuerpo regula y mantiene estrictamente los niveles de sodio. Debido a que los animales no pueden crear sodio metabólicamente, los iones deben ser ingeridos de fuentes externas de alimentos. Cuando el cuerpo tiene poco sodio, el cerebro desencadena señales específicas de apetito que impulsan a su consumo. Aunque los mecanismos de estas señales de apetito no se comprenden completamente, un equipo de investigadores ha descubierto una pequeña población de neuronas en el cerebro posterior del ratón que controla el impulso para consumir sodio.
Dirigido por el estudiante graduado Sangjun Lee, el equipo usó herramientas genéticas para manipular la actividad de estas neuronas para que pudieran ser estimuladas con luz. Los investigadores observaron que la estimulación artificial de las neuronas hizo que los ratones lamieran un trozo de sal de roca repetidamente, incluso cuando sus cuerpos estaban completamente saturados de sodio.
Después, los investigadores midieron la actividad de estas neuronas mientras los ratones comían sodio. A los pocos segundos de que el sodio golpeara la lengua del animal, se inhibió la actividad de las neuronas del apetito de sodio. Sin embargo, una infusión directa de sodio en el estómago de estos ratones no suprimió la actividad neural. Esta supresión neural tampoco ocurrió cuando se bloquearon farmacológicamente los receptores de sodio en la lengua. En conjunto, la investigación muestra que las señales orales de sodio, probablemente mediadas por el sistema del gusto, son necesarias para inhibir las neuronas del apetito de sodio.
«El deseo de comer sal es la forma en la que el cuerpo te dice que tiene poco sodio», dice Yuki Oka, profesor de biología en CALTECH. «Una vez que consume sodio, el cuerpo tarda un tiempo en absorberlo por completo. Por lo tanto, es interesante que solo el sabor del sodio sea suficiente para calmar la actividad de las neuronas del apetito de la sal, lo que significa que los sistemas sensoriales como el gusto son mucho más importantes en la regulación de las funciones del cuerpo que simplemente transmitir información externa al cerebro».
Curiosamente, en muchas especies, incluidos los seres humanos, el consumo de sodio puede impulsar el deseo de comer aún más. En un trabajo futuro, Oka y sus colaboradores querrían comprender cómo se modulan las neuronas del apetito de sodio a lo largo del tiempo. Responder a esta pregunta puede abrir vías para ayudar a las personas con problemas de salud a tomar menos sal en sus dietas.
Fuente: un artículo de Judith de Jorge para www.abc.es/ciencia
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