Una de las mayores inquietudes generalizadas en tiempos pandémicos es la búsqueda del bienestar en general. El estrés, la ansiedad y la salud mental han sido puestos bajo el reflector durante todo el tiempo que ha durado la pandemia.
El bienestar mental sucede a nivel cerebral a través de una compleja interacción entre emociones, sensaciones y pensamientos. Y hoy más que nunca los estudios sobre las funciones cerebrales nos permiten vislumbrar formas de mejorar estas funciones por medio de acciones simples de nuestra vida cotidiana. Una de estas acciones está representada por el hecho de cocinar. No es coincidencia que muchas personas en el confinamiento hayan volteado a ver esta actividad, a veces ignorada, o dejada de lado por las tribulaciones de la vida cotidiana.
Por qué preparar una comida es bueno para el cerebro
Si te sientes como en casa en la cocina, planificando y preparando comidas nutritivas, ¡felicidades! No solo estás recargando tu cuerpo. Estás estimulando tu cerebro con el tipo de ejercicio que necesita para mantenerse saludable.
“Una comida casera nutritiva, compartida con amigos o familiares, es una actividad que ejercita el cerebro”, sostiene Marwan Sabbagh, MD, Director del Centro Lou Ruvo de la Clínica Cleveland para la Salud Cerebral. “Proporciona la nutrición que nuestros cuerpos anhelan y fomenta la interacción social, todo lo cual es fundamental para preservar la aptitud cognitiva”.
Algo de historia…
Evolutivamente, los científicos han analizado que el crecimiento del cerebro humano está directamente vinculado con la innovación en la cocina. Cuando el Homo erectus empezó a cocinar sus alimentos, el cerebro duplicó su tamaño.
El uso del fuego para cocinar los alimentos ayudó a que el cuerpo humano pudiera metabolizar los alimentos de una manera más eficiente; ayudó también a que la experiencia de comer fuese más placentera y a que se involucraran los sentidos en la percepción del sabor, de la textura y de los olores. Por un lado, esto desarrolló otras partes del cerebro, razón por la cual los individuos pasaban menos tiempo masticando alimentos, lo que les permitía ocupar sus cerebros en otras actividades que involucraran la creatividad.
Por otro lado, el hecho de cocinar entrena a nuestros cerebros en funciones esenciales en la cognición. Para cocinar se ponen a prueba diferentes habilidades esenciales en el cerebro, como la capacidad de organización, la resolución de problemas, la concentración y la diversificación de la concentración, la memoria, la psicomotricidad, y el estar más sintonizados con nuestros sentidos.
Finalmente, el hecho de cocinar no solamente es cortar o incorporar ingredientes en una cazuela. Para cocinar hay que anticipar lo que se va a hacer, poner a prueba la creatividad para buscar recetas. La organización espacio-temporal de los procesos necesarios para completar una receta resulta un buen ejercicio para poner a prueba nuestra eficacia.
Asimismo, muchas personas expresan disgusto por cocinar porque usualmente no tienen los ingredientes necesarios para preparar una receta, pero este hecho también pone a prueba nuestra capacidad de resolución de problemas y al mismo tiempo, nuestra creatividad recursiva, ya sea para sustituir ingredientes, o para poder llegar a establecer de manera ordenada patrones sobre los ingredientes básicos que mantenemos en nuestra cocina, independientemente de que sepamos o no qué receta vamos a cocinar. La capacidad de adaptación también se pone a prueba en la cocina cotidiana.
Por qué se afirma que es mucho más que cocinar
Muchos procesos cerebrales involucrados en poner la cena en la mesa se clasifican como funciones ejecutivas, dice el doctor Sabbah. Eso significa que nos ayudan a planificar y controlar pensamientos y acciones dirigidos a objetivos.
“Las funciones ejecutivas ponen a prueba nuestra capacidad para organizar, priorizar, mantener el enfoque, resolver problemas, recuperar recuerdos y realizar múltiples tareas”, explica. Se localizan principalmente en las regiones prefrontales del cerebro, con conexiones a otras regiones del cerebro.
Organizar una cena intrincada seguramente pondrá a prueba tu funcionamiento ejecutivo; no obstante, las comidas a menor escala exigen habilidades equivalentes, tales como:
No importa un éxito o un fracaso total en la cocina
Cocinar permite que el cerebro se centre en la actividad del momento presente, o sea, el hacer consciente la actividad como una forma de meditar. Este tipo de activación de función cerebral es especialmente útil para la relajación y para el tratamiento del trastorno de déficit de atención, la ansiedad o la depresión.
Los beneficios cognitivos del hecho de cocinar no dependen del resultado final en cuestión de la comida. El cerebro se entrena, incluso, para descubrir la falla y no repetir el error en una próxima ocasión.
La función ejecutiva también se aplica a otra dimensión: el manejo de la frustración y el control de las emociones.
Es posible que deba recurrir a estos recursos cognitivos si la preparación de la comida sale mal o si la cena fracasa, a pesar de sus mejores esfuerzos.
“No se desespere”, recomienda el doctor Sabbah. “¡La gracia bajo presión es solo una señal más de un cerebro sano!”. ¡Ánimo y adelante!
Fuente: información publicada en los portales de eleconomista.com.mx health.clevelandclinic.org
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