Soy pediatra certificada, esposa, madre de cuatro hijos y presentadora de un podcast. Me han interesado las prácticas de nutrición y alimentación desde que tengo uso de razón.
En mi práctica como pediatra, me bombardeaban constantemente las inquietudes de los padres sobre los hábitos alimenticios de los niños. Por lo general, a los padres les preocupaba que sus hijos no comieran lo suficiente, estuvieran comiendo demasiado o solo comieran de una lista muy pequeña de alimentos no tan saludables. Fue entonces cuando comencé a darme cuenta de que, aunque lo que comemos es importante para nuestra salud, la forma en que comemos importa mucho más.
Sentada con mi familia, compartiendo pizza en el parque este fin de semana, no pude evitar reflexionar sobre mi reciente entrevista en podcast con Miriam Weinstein, autora del libro The Surprising Power of Family Meals (El sorprendente poder de las comidas familiares).
Dado que alimentar a la familia es una especie de reto, pueden imaginarse que durante mucho tiempo he visto el valor de compartir buena comida con mi gente. El libro de Miriam, sin embargo, me recordó cuán importante es realmente este “ritual”. Las comidas familiares se han asociado con una menor incidencia de consumo de drogas y alcohol en la adolescencia, menores tasas de embarazo en la adolescencia, y un menor riesgo de obesidad y trastornos alimentarios. Al mismo tiempo, también están vinculados a obtener mejores calificaciones, una mejor preparación para la lectura en los niños de kindergarten y una mayor capacidad de recuperación en los niños.
Parece que las comidas familiares ayudan a los niños a aprender qué constituye una comida “razonable” en términos de nutrición y tamaño de la porción. Pero, abrumadoramente, los beneficios de la comida familiar provienen del acto casi ridículamente simple de sentarse juntos, compartir la misma comida y de estar uno frente al otro.
Demasiado bueno para ser verdad
Sin embargo, mientras me sentaba en una manta en el parque con las cinco personas que más amo en este mundo, era como si pudiera ver todas estas verdades desplegándose ante mis ojos. La comida que comimos (pizza para llevar y gaseosas enlatadas) era nutricionalmente cuestionable según muchos estándares. Pero teníamos hambre y estaba delicioso. Disfrutamos cada bocado de este glorioso menú al aire libre.
Mi esposo, que es un excelente narrador, habló con los niños sobre un error que había cometido esa semana y cómo eso lo hizo sentir. Los niños escucharon atentamente y comprendí que este era el proceso en acción. Estaban aprendiendo que el papá, el tipo más genial de todos los tiempos, comete errores. Que a veces, el papá se siente ansioso y asustado. A veces, su padre se siente culpable. Y que su papi piensa en cómo puede hacerlo mejor la próxima vez. Sin embargo, la figura paterna todavía permanece aquí, siendo increíble.
Estas historias son los granos de arena que forman el castillo en el que los niños se dan cuenta de que ellos también cometerán errores, y que también estarán bien. Ellos también pueden perseverar y prosperar. Puede parecer charlar sobre una pizza pero, de hecho, es la receta para desarrollar niños resilientes.
Los propios niños se engancharon enseguida con la idea y nos contaron sus pasajes favoritos sobre la primera semana de regreso a la escuela. Nos incluyeron en sus vidas. Nos actualizaron sobre los acontecimientos cotidianos del primer grado y nos recordaron la curiosa dinámica de la escuela secundaria. Una charla divertida y deliciosa.
Y luego se fueron… pateando balones de fútbol y jugando en los columpios. Pero no antes de que yo tomara una foto, tanto con mi teléfono como con mi mente, para recordarme a mí misma que esta era mi oportunidad de “ver a todos allí, tal como son hoy”.
El poder de la comida familiar es real. No tiene que ser perfecta; simplemente tiene que ser. De hecho, sospecho que no tan perfecta funciona mejor.
Si usted tropieza con familias con problemas de alimentación, le recomiendo encarecidamente que les pregunte si sentarse juntos a comer es parte de su rutina habitual. El modelo más prescriptivo de “coma esto, no aquello” o el modelo de conteo de calorías que se ha utilizado tradicionalmente en medicina claramente no está funcionando bien. Ante un continuo aumento de la obesidad y los trastornos alimentarios junto con una disminución de la capacidad de recuperación en nuestros hijos, un regreso al “ritual” diario de la comida familiar puede ser el primer paso más beneficioso para algunas de nuestras familias con dificultades.
Anímelos pues a comenzar con algo pequeño si es necesario. Si actualmente no comen juntos, conviene que establezcan la meta de una comida por semana. Si ya lo están haciendo, sugiérales que lo hagan con más decisión, carácter e intención. Infórmese sobre los abrumadores beneficios de la comida familiar tanto para los niños como para los padres. Practíquelo en su propia casa para que usted también conozca la magia de este sencillo acto. Las comidas familiares son un pequeño cambio accesible y manejable para casi cualquier persona, y no simplemente lo que le recetó el médico para optimizar su calidad de vida.
Fuente: un artículo de Kristin Saxena, MD, publicado en el portal www.kevinmd.com
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