Es un mito que los humanos utilizan solo el 10% de su cerebro. “Esa idea no solo es inexacta, sino que no tiene ningún sentido”, afirma Earl Miller, profesor de neurociencia del Instituto Picower para el Aprendizaje y la Memoria en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. “Incluso los comportamientos más simples involucran gran parte de nuestro cerebro”.
Pero si bien esa vieja máxima del 10% es falsa, es cierto que muchos de nosotros tenemos reservas de agudeza mental sin explotar que, si se aprovechan, podrían agudizar nuestros poderes de percepción y análisis. La clave para acceder a esas reservas, dice Miller, es mantener la concentración. “El principal obstáculo para nuestra cognición es la distracción”.
Las distracciones son una poderosa carga para la capacidad del cerebro para concentrarse, y una de las mejores maneras de sacar más provecho de su mente es darse el regalo de períodos de tiempo ininterrumpidos.
Piense en su mente como un músculo que puede fortalecerse con ejercicio. No obstante, la ciencia más reciente sugiere que “ejercicio” no significa juegos mentales basados en aplicaciones o actividades como el Sudoku, sino episodios de concentración prolongada e ininterrumpida, explica Miller. En pocas palabras, un cerebro distraído es un cerebro tonto. Desafortunadamente, “nuestros cerebros son curiosos y siempre están interesados en lo que sucede a nuestro alrededor, por lo que es muy difícil ignorar todo eso y mantener la concentración”.
Las distracciones son omnipresentes y aparecen en forma de alertas por correo electrónico, mensajes de texto y actualizaciones de redes sociales. “La gente piensa que puede hacer varias cosas a la vez y verificar todo eso sin perder la concentración, pero existen muchos estudios que demuestran que el cambio de tarea conduce a errores y retrocesos, y que se pierde mucho tiempo”, afirma Miller. Y todas estas interrupciones obstaculizan que se produzcan ideas más creativas y profundas. Cuando el cerebro es bombardeado por distracciones, “los pensamientos son más superficiales y no se avanza en el camino hacia donde emergen nuevas ideas”.
Otros expertos también coinciden. Según el trabajo de Sophie Leroy, profesora adjunta de empresariales en la Universidad de Washington, cambiar de una tarea a otra puede dar lugar a un fenómeno denominado “residuo de atención”. Cuando le pides a tu cerebro que pase rápidamente de una tarea a otra, le cuesta descartar limpiamente la primera y pasar a la siguiente. “Digamos que trabajo en un proyecto hasta que tengo una reunión”, dice. “Puede que esté en la reunión, pero mi cerebro sigue intentando cerrar el proyecto en el que estaba trabajando, por lo que las preguntas y reflexiones sobre ese proyecto interfieren en mi capacidad de concentración plena”.
Cuantas más tareas le pides a tu cerebro que realice en un corto período de tiempo, más se acumula ese desorden cognitivo y más disminuye su rendimiento. Calvin Newport, profesor asociado de informática en la Universidad de Georgetown y autor del libro Deep Work, sitúa esa disminución del rendimiento en términos del mundo real. “De manera anecdótica, parece que la mayoría de las personas experimentan una caída del 50% en la productividad y la capacidad cognitiva cuando están en un estado de distracción”, sostiene. Y aunque echar un vistazo rápido a su bandeja de entrada del correo o sus redes sociales solo toma un segundo, “la duración de esas comprobaciones no se correlaciona con la magnitud de la distracción”, remarca Newport.
Newport se dio cuenta de hasta qué punto esas comprobaciones rápidas estaban afectando el rendimiento de su cerebro cuando escribió su último libro. En un esfuerzo por ser más productivo, comenzó a programar bloques de tiempo para revisar su teléfono o correo electrónico, mientras dedicaba el resto de su día únicamente a su libro o a sus tareas de investigación como académico. “Debería haber tenido menos tiempo para mi trabajo habitual porque también estaba investigando y escribiendo este libro”, comenta. “Pero el número de artículos revisados que publiqué ese año se multiplicó por dos”.
Una de las mejores maneras de agudizar la concentración y, por lo tanto, mejorar la capacidad intelectual, es programar este tipo de tiempo ininterrumpido para concentrarse en las tareas cognitivas que son importantes para usted. “No es raro que las personas que hacen esto refieran que su productividad aumenta”, concluye Newport. Las investigaciones sugieren que la meditación puede ser otra forma de fortalecer la capacidad del cerebro para concentrarse.
También es importante completar una tarea mental antes de pasar a otra. “Si tienes una reunión a las 11h00, la mayoría de nosotros trabajaremos hasta las 10h59 y luego nos apresuraremos a llegar a la reunión”, apunta Leroy. “Eso no le da tiempo al cerebro para averiguar qué se ha logrado o qué más hay que hacer, por lo que no existe un cierre”. Su cerebro necesita ese cierre para poder realizar una transición efectiva a la siguiente tarea.
Ella recomienda tomarse un tiempo entre las tareas mentales —un minuto o dos—, para reflexionar sobre el trabajo que acaba de realizar el cerebro. “Escribe dónde estás y qué quieres hacer cuando regreses a la tarea”, dice. En uno de sus experimentos, las personas que siguieron este protocolo mejoraron su desempeño en una prueba de toma de decisiones en un 79%, en comparación con aquellos individuos que no se habían tomado ningún tiempo para ordenar sus pensamientos entre las tareas.
Otra recomendación que suena sencilla pero desafiante, es la de inyectar más aburrimiento en su vida. “No saque el teléfono cuando esté haciendo cola y, si está sentado solo en algún lugar, pruebe a hacerlo sin mirar la pantalla”, aconseja Newport. La mayoría de nosotros necesitamos estos descansos si esperamos mantenernos concentrados en algo durante más de unos minutos. “El cerebro tiene que sentirse cómodo sin recibir estímulos nuevos y brillantes de un dispositivo cada pocos segundos”, agrega.
De hecho, una pequeña pausa digital ayuda mucho. “Creo que estar conectado todo el tiempo se parece mucho al azúcar: es fácil para nosotros acostumbrarnos y querer más”, señala Leroy. “Si has pasado mucho tiempo realizando varias cosas a la vez, va a tomar tiempo enseñarle a su cerebro a mantener la atención enfocada”.
Fuente: un artículo de Markham Heid publicado en el portal time.com
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