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Corazón y cerebro, ¿conectados?

Corazón cerebro

En la cultura popular corazón y cerebro siempre han ido de la mano, sobre todo, y como tema principal, en cuestiones románticas. Se establece una relación entre corazón y cerebro en el que muchas veces debemos elegir lo que dicta uno u otro. A nivel romántico, lo ideal es que corazón y cerebro coincidan, pero no siempre es así. En ocasiones, el corazón va por un lado y el cerebro por otro. Sin embargo, si nos alejamos de cuestiones románticas, corazón y cerebro pueden estar más relacionados de lo que parece.

El primer ejemplo lo tenemos cuando percibimos un posible peligro y el corazón comienza a latir a más velocidad para preparar al cuerpo para huir o atacar. Sin embargo, cuando pasa el peligro, el cerebro ya sabe que puede relajarse y el corazón también lo hace. En este sentido, esta comunicación está relacionada con el sistema nervioso simpático y el parasimpático.

Como vemos, poco a poco, nos alejamos de relaciones corazón y cerebro ideales para pasar a relaciones fisiológicas. Y en este tipo de relaciones, desde el Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas en Liepzig y desde la Escuela de Mente y Cerebro de Berlín, han identificado dos mecanismos que explican la forma en que el corazón influye en el cerebro y en nuestra percepción.

Corazón y cerebro: la sístole

En primer mecanismo está relacionado con los latidos del corazón y la experiencia consciente. Para ello debemos recordar conceptos como sístole y diástole. En un ritmo cardíaco regular, cuando el corazón se contrae y bombea sangre al cuerpo se conoce como fase sistólica. Acto seguido, en una segunda fase conocida como fase diastólica, el corazón se relaja y permite de esta forma que se llene de nuevo de sangre. El Instituto Max Planck, en investigaciones anteriores, hallaron que la percepción de estímulos externos puede cambiar con los latidos del corazón. En este caso, averiguaron que durante la fase sistólica las probabilidades de detectar un estímulo eléctrico débil en el dedo son menores que durante la fase diastólica.

Cerebro y corazón acompasados: componente P300

En un nuevo estudio, han hallado la razón de este cambio en la percepción. Al parecer, la actividad del cerebro cambia a lo largo del ciclo cardíaco. En este aspecto, entra en juego un componente conocido como P300. El equipo de Martín-Loeches (2001) afirma que el P300 «refleja el estado de funciones de control atencional y de memoria, ambos necesarios para una evaluación final del estímulo». Al parecer, en la fase sistólica, el componente P300 que marca la transición a la conciencia se suprime. En una tarea cognitiva, el componente P300 es una onda positiva que se registra unos 300 milisegundos después de la detección de un estímulo.

Sin embargo, al suprimirse este componente, el input sensorial (información sensorial entrante) no se percibe de forma consciente. De esta forma, estos cambios en el ritmo cardíaco no son percibidos por el cerebro como una reacción a un cambio en el exterior, sino como reacciones del latido del corazón, por eso no lo percibimos.
cerebro
Cerebro y corazón: el interior primero

Los hallazgos no se quedan ahí, sino que descubrieron un segundo efecto de los latidos del corazón en la percepción. Al parecer, el ritmo cardíaco no solo condiciona la percepción los estímulos externos, sino que puede disminuir su percepción en pro de una alteración interna. Del mismo modo que nuestro cerebro está al acecho de todos los posibles peligros externos, también permanece en constante vigilancia del estado del organismo. Vigila que todo esté en orden tanto fuera como dentro.

De esta forma, si el cerebro nota que algo no funciona como debería, por ejemplo, una subida de la tensión arterial, el cerebro sacrifica la percepción de estímulos externos para asegurar que el ritmo cardíaco no se altere o se detenga. Los latidos del corazón podrían servir como marcador del estado del organismo, esto es, si el cerebro está prestando una atención especial a los latidos, podría estar avisándonos de que algo no funciona como debería. Según los autores, este cambio atencional podemos notarlo porque la percepción del mundo exterior disminuye en favor de la posible problemática interna.

La importancia de los hallazgos

El autor principal de esta investigación, Arno Villringer, afirma que estos resultados «podrían ayudar a explicar por qué los pacientes, después de un accidente cerebrovascular, a menudo sufren problemas cardíacos y por qué los pacientes con enfermedad cardíaca a menudo tienen una función cognitiva deteriorada». De esta forma, se observa la relación entre cerebro y corazón. Sin embargo, todavía queda bastante investigación por delante.

Como indica Villringer, estas conclusiones pueden ayudar a explicar ciertos fenómenos que se dan en personas con problemas cerebrovasculares y problemas cardíacos; sin embargo, será necesario seguir en esta línea de investigación para conocer aún más esta relación entre corazón y cerebro.

Fuente: un artículo de Xevi Molas publicado en el portal www.psicoactiva.com

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