Recientemente vi un vídeo poderoso sobre una enfermera increíble que es madre adoptiva de niños que mueren de cáncer. Ella los cuidó con amor sin importar las circunstancias, las dificultades o la angustia que vino aparejada a la muerte de cada uno de estos preciosos niños.
Me rompió el corazón ver y escuchar cada historia. Me hizo reflexionar sobre lo afortunados que somos de contar con personas con corazones como el suyo, así como de médicos y enfermeras por igual. Fue un recordatorio especial de la oportunidad única y privilegiada que tenemos de cuidar a aquellos en los últimos días o semanas de su vida. Esta experiencia suele ser desgarradora, pero también puede ser la curación del alma.
Cuando se le preguntó a esta profesional cómo podía seguir amando y cuidando a estos niños, todos los cuales mueren, ella dijo una de las cosas más conmovedoras que he escuchado en toda mi vida:
“Invertimos profundamente nuestras fuerzas, atención y tiempo, y nos duele mucho cuando estos niños mueren, pero nuestros corazones son como vidrieras. Estas ventanas están hechas de vidrios rotos que se ha vuelto a forjar, y esas ventanas son aún más fuertes y más hermosas por haberse quebrado en mil pedazos”.
Corazones como “vidrieras”, hechas de vidrios rotos, forjados de nuevo, ¡solo para ser aún más fuertes y más hermosos por haberse roto! ¿No habla esto de la esencia de por qué hacemos lo que hacemos, sino también del precio que pagamos como enfermeras y médicos, como seres humanos, por estar dispuestos a hacerlo? Las enfermeras entienden esto porque son las que pasan la mayor parte del tiempo cuidando a nuestros pacientes, atendiendo a todas sus necesidades, sin importar cuán difícil sea su tarea. Los médicos lo entienden bien porque tienen la responsabilidad final de cada paciente y soportan la carga que conlleva esa competencia.
A todos los médicos, proveedores de práctica avanzada, enfermeras y personal de apoyo, les agradezco sentidamente. Gracias por tener corazones que, con el tiempo, se han convertido cada vez más en “vidrieras de colores”, que se rompen con demasiada frecuencia solo para ser forjados de nuevo, más fuertes y más hermosos que nunca. Ustedes constituyen el “corazón” de la medicina. Se preocupan desinteresada e incansablemente cuidando a quienes están enfermos y sufriendo, solos y asustados. En su momento de mayor necesidad, eres su dador de esperanza. No obstante, cuando todo lo demás falla, haces lo único que queda por hacer, te entregas a ti mismo, pero a costa de esta “vidriera”.
Es un precio muy alto a pagar, pero eres más fuerte y más noble por haberlo hecho. Gracias por los muchos sacrificios que realizas todos los días. Gracias por la diferencia que esto hace en cada paciente.
Fuente: un artículo de Andy Lamb, médico internista, publicado en el portal www.kevinmd.com
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