Todos los días nos encontramos con circunstancias que consideramos incorrectas: un niño hambriento, un político corrupto, una pareja infiel, un científico fraudulento. Estos ejemplos resaltan varias cuestiones morales, incluidos temas de cuidado, justicia y traición. ¿Pero existe algo que los conecta a todos?
Filósofos, psicólogos y neurocientíficos han discutido apasionadamente si los juicios morales comparten algo distintivo que los separe de las cuestiones no morales.
Los monistas morales afirman que la moralidad está unificada por una característica común y que todas las cuestiones morales implican preocupaciones por el daño. Los pluralistas, por el contrario, sostienen que los juicios morales son de naturaleza más diversa.
Fascinados por este debate centenario, un equipo de investigadores se propuso investigar la naturaleza de la moralidad utilizando una de las teorías más prolíficas de la psicología moral.
El grupo, dirigido por René Weber de la UC Santa Bárbara, estudió intensivamente a 64 personas mediante encuestas, entrevistas e imágenes cerebrales sobre lo incorrecto de varios comportamientos.
Descubrieron que una red general de regiones del cerebro estaba involucrada a la hora de juzgar violaciones morales, como hacer trampa en un examen, en contraste con meras violaciones de normas sociales, como beber café con una cuchara. Es más, la topografía de la red se superponía sorprendentemente con las regiones del cerebro involucradas en la teoría de la mente.
Sin embargo, surgieron distintos patrones de actividad con una resolución más fina, lo que sugiere que el cerebro procesa diferentes cuestiones morales a lo largo de diferentes vías, lo que respalda una visión pluralista del razonamiento moral.
Los resultados, publicados en Nature Human Behaviour, incluso revelan diferencias entre cómo los liberales y los conservadores evalúan una cuestión moral determinada.
“En muchos sentidos, creo que nuestros hallazgos aclaran que el monismo y el pluralismo no son necesariamente enfoques mutuamente excluyentes”, anota el primer autor Frederic Hopp, quien dirigió el estudio como estudiante de doctorado en el Laboratorio de Neurociencia de Medios de la UC Santa Bárbara.
Cabe anotar que el monismo es una concepción común a todos los sistemas filosóficos que tratan de reducir a los seres y fenómenos del universo a una idea o sustancia única, de la cual derivan y con la cual se identifican. Mientras que, se denomina pluralismo a aquel sistema en el cual se acepta, tolera y reconoce la variedad de doctrinas, posiciones, pensamientos, tendencias o creencias dentro de una sociedad.
“Demostramos que los juicios morales de una amplia gama de diferentes tipos de comportamientos moralmente relevantes se instancian en regiones cerebrales compartidas”.
Dicho esto, un algoritmo de aprendizaje automático podría identificar de forma fiable qué categoría moral o “fundamento” juzga una persona en función de su actividad cerebral. “Esto solo es posible porque los fundamentos morales provocan distintas activaciones neuronales”, explicó Hopp.
El grupo se guió por la Teoría de los Fundamentos Morales (MFT, por sus siglas en inglés), un marco para explicar los orígenes y la variación del razonamiento moral humano. “MFT predice que los humanos poseen un conjunto de fundamentos morales innatos y universales”, explicó Weber. Generalmente se organizan en seis categorías:
El marco organiza estos fundamentos en dos categorías morales amplias: cuidado/daño y justicia/trampa, las cuales emergen como fundamentos “individualizadores” que sirven principalmente para proteger los derechos y libertades de los individuos. Mientras tanto, la lealtad/traición, la autoridad/subversión y la santidad/degradación forman bases “vinculantes”, que operan principalmente a nivel de grupo.
Los investigadores crearon un modelo basado en MFT para probar si el marco (y sus categorías anidadas) se reflejaba en la actividad neuronal. Sesenta y cuatro participantes calificaron descripciones breves de conductas que violaban un conjunto particular de fundamentos morales, así como conductas que simplemente iban en contra de las normas sociales convencionales, que servían como control. Una máquina de resonancia magnética funcional monitoreó la actividad en diferentes regiones de sus cerebros mientras razonaban a través de las viñetas.
Ciertas regiones del cerebro distinguían el juicio moral del no moral en todos los ámbitos, como la actividad en la corteza prefrontal medial, la unión temporoparietal y el cingulado posterior, entre otras.
Los participantes también tardaron más en calificar las transgresiones morales que las no morales. El retraso sugiere que juzgar cuestiones morales puede implicar una evaluación más profunda de las acciones de un individuo y cómo se relacionan con los propios valores, dijeron los autores.
“Aunque los juicios morales son intuitivos al principio, un juicio más profundo requiere respuestas a las seis ‘preguntas W'”, dijo Weber —autor principal, director e investigador principal del Laboratorio de Neurociencia de Medios de la UCSB, y profesor de los Departamentos de Comunicación y Ciencias Psicológicas y del Cerebro—.
“Quién hace qué, cuándo, para quién, con qué efecto y por qué. Y esto puede ser complejo y llevar tiempo”. De hecho, el razonamiento moral reclutó regiones del cerebro también asociadas con la mentalización y la teoría de la mente.
Los investigadores también encontraron que las transgresiones de lealtad, autoridad y santidad provocaban una mayor actividad en regiones del cerebro asociadas con el procesamiento de las acciones de otras personas, a diferencia de uno mismo.
“Nos sorprendió lo bien que la organización entre fundamentos morales ‘individualizantes’ versus ‘vinculantes’ se refleja a nivel neurológico en múltiples redes”, anotó Weber.
A continuación, los autores desarrollaron un modelo de decodificación que predijo con precisión qué fundamento moral específico o norma social juzgaban los individuos a partir de un patrón de actividad detallado en sus cerebros.
Esto no habría sido posible si todas las categorías morales estuvieran unificadas a nivel neurológico, explicaron.
“Esto respalda la predicción de MFT de que cada fundamento moral no está codificado en un único ‘punto crítico moral'”, escriben los autores, “sino, en cambio, instanciado a través de múltiples regiones cerebrales distribuidas por todo el cerebro”.
Este hallazgo sugiere que las distintas categorías morales propuestas por la teoría de los fundamentos morales tienen una base neurológica subyacente.
En este sentido, el razonamiento moral es similar a otras tareas mentales: provoca patrones característicos en todo el cerebro, con matices basados en lo específico. Por ejemplo, mirar fotografías de casas y rostros activa una región del cerebro conocida como corteza temporal ventral.
“Sin embargo, al observar el patrón de activación en esta región, se puede discernir claramente si alguien está mirando una casa o una cara”, explicó Hopp.
De manera análoga, el razonamiento moral activa ciertas regiones del cerebro; “sin embargo, los patrones de activación en esas mismas regiones son muy distintos para diferentes clases de comportamientos morales, lo que sugiere que no están unificados”.
Lejos de ser simplemente un ejercicio esotérico, MFT proporciona un marco sólido para comprender la identidad grupal y la polarización política.
La creciente evidencia proveniente de encuestas y experimentos conductuales sugiere que los liberales (progresistas) son más sensibles a las categorías de cuidado/daño y justicia/trampa, que protegen principalmente los derechos y libertades de los individuos.
Los conservadores, por el contrario, ponen mayor énfasis en las categorías lealtad/traición, autoridad/subversión y santidad/degradación, que generalmente operan a nivel de grupo.
“De hecho, nuestros resultados proporcionan evidencia a nivel neurológico de que los liberales y los conservadores tienen respuestas neuronales diferenciales complejas al juzgar los fundamentos morales”, afirmó Weber.
Eso significa que individuos en diferentes puntos del espectro político probablemente enfaticen valores completamente diferentes al evaluar un tema en particular.
Este artículo es parte de una línea de investigación que el Media Neuroscience Lab inició en 2016, con el objetivo de comprender cómo los humanos emiten juicios morales y cómo los procesos subyacentes varían en escenarios más y menos realistas. “La observación de que podemos decodificar de manera confiable qué violación moral percibe un individuo, también abre caminos interesantes para futuras investigaciones: ¿Podemos también decodificar si se detecta una violación moral al leer una noticia, escuchar un programa de radio o incluso al mirar un programa? ¿Debate político o película? Dijo Hopp. “Creo que estas son preguntas fascinantes que darán forma al próximo siglo de la neurociencia moral”.
Los coinvestigadores del estudio incluyen al renombrado neurocientífico y filósofo moral Walter Sinnott-Armstrong de la Universidad de Duke, y a Scott Grafton, profesor del Departamento de Psicología y Ciencias del Cerebro de la UC Santa Bárbara. Jacob Fisher y Ori Amir también contribuyeron como coautores y obtuvieron, respectivamente, un doctorado y una beca posdoctoral en el Laboratorio de Neurociencia de Medios de Weber en el momento en que se realizó el trabajo.
En última instancia, apuntan los investigadores, nuestra capacidad para cooperar en grupos está guiada por sistemas de normas morales y sociales, y las recompensas y castigos que resultan de adherirse a ellos o violarlos.
“Durante milenios, las fábulas y los cuentos de hadas, las canciones infantiles, las novelas e incluso ‘las noticias diarias’ tejen un tapiz de lo que se considera bueno y aceptable o malo e inaceptable”, señaló Weber.
“Nuestros resultados contribuyen a una mejor comprensión de qué son los juicios morales, cómo se procesan y cómo se pueden predecir en diferentes grupos”.
Fuente: un estudio de la UC Santa Bárbara publicado en el portal neurosciencenews.com
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