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¿Cuándo es el momento de dejar de conducir debido a una enfermedad neurológica?

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Al crecer en Michigan, el estado natal de la industria automotriz, a Jack George, de 68 años, le encantaba conducir. Ya fuera en un automóvil, camión o motocicleta, amaba sentarse al volante e ir a donde lo llevara el camino. Su esposa, Susan, de 62 años, dice que a Jack nunca le gustó tomar la misma ruta dos veces y que disfrutaba la emoción de encontrar nuevos caminos.

En 2004, Jack tuvo que empezar a crear hojas de cálculo elaboradas y colocar notas adhesivas en su oficina para poder seguir haciendo su trabajo en una empresa proveedora de sistemas de calidad para la industria automotriz. También comenzó a tener problemas visuoespaciales y siguió esforzándose por alcanzar las cosas. Pasaron varios años y diagnósticos erróneos antes de que Jack y Susan supieran lo que tenía: demencia frontotemporal variante conductual, una forma rara de demencia caracterizada por cambios en el comportamiento, la personalidad y la cognición.

Durante este tiempo, Susan se preocupó cada vez más por la forma en que su esposo conducía y le pidió a Jack que la llamara si no podía llegar a casa desde el trabajo de manera segura. Volvió sobre el tema varias veces más, pero su marido habitualmente descartaba sus temores. “Decidí involucrar a nuestro médico, quien recomendó encarecidamente a Jack que dejara de conducir”, recuerda Susan, quien vive con Jack en Lima, Ohio. “Jack odiaba la idea de dejar de manejar, pero después de escuchar la observación del médico, se dio cuenta de que era el momento. Me entregó las llaves de mala gana, pero durante un tiempo se quejó de mi forma de conducir”.

Antes de eso, Jack había dejado de manejar de noche y evitaba zonas desconocidas de la ciudad o carreteras muy transitadas: todas ellas estrategias seguras, pero no una manera infalible de prevenir accidentes trágicos. Desde 2014, las muertes en vehículos motorizados que involucran a conductores de 65 años o más han aumentado en un 34%, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Eso incluye un aumento de más del 15%, de 7.902 a 9.120 muertes, de 2020 a 2021 (el año más reciente para el cual existen cifras disponibles).

Conducir requiere una combinación sofisticada de funciones operativas, cognitivas y ejecutivas superiores, así como buenos reflejos, concentración y percepción espacial, habilidades que pueden disminuir a medida que las personas envejecen. Sin embargo, muchos conductores mayores conservan sus licencias por más tiempo.

Los trastornos neurológicos como la demencia, el accidente cerebrovascular, la lesión cerebral traumática, la neuropatía periférica, la enfermedad de Parkinson y la epilepsia pueden afectar estas habilidades en diversos grados, comprometiendo potencialmente la capacidad de conducir a cualquier edad. El Journal of the American Geriatrics Society informó el año pasado sobre un estudio en el que participaron 635 adultos mayores que experimentaban problemas cognitivos: más de la mitad de ellos (360) todavía conducían, mientras que más de un tercio de los cuidadores de los sujetos (36%) expresaron su preocupación por la capacidad y habilidad de conducción de las personas mayores a su cargo.

“Los hallazgos del estudio no fueron particularmente sorprendentes porque sospechábamos que las personas que no deberían estar en la carretera continúan conduciendo”, señala el coautor del estudio Lewis Morgenstern, MD, FAAN, profesor de neurología, neurocirugía y medicina de emergencia en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. “Esperamos que el estudio genere conciencia sobre este tema y aliente a las familias con inquietudes a que sus seres queridos se sometan a evaluaciones para determinar si todavía es seguro para ellos conducir”.

Signos de deterioro

Algunas personas que se encuentran en las primeras etapas de la enfermedad de Parkinson o Alzheimer o que tienen epilepsia bien controlada podrían poder conducir por un tiempo. “Debido a que los síntomas surgen a diferentes ritmos, es necesario evaluar a cada persona individualmente”, recomienda Ergun Uc, MD, FAAN, director de la división de trastornos del movimiento del Health Care de la University de Iowa en Iowa City. “Algunas personas pueden conservar la capacidad básica de conducir un automóvil, pero pueden perderse al conducir o sentirse inseguras cuando tienen que tomar una decisión rápidamente“.

Otros problemas que podrían surgir incluyen ir demasiado rápido o demasiado lento, confundirse con las señales de alto y las demás señaléticas de tránsito, y tener dificultad para cambiar de carril o girar. Si un conductor comienza a sufrir accidentes o a recibir más multas de tráfico de lo habitual, eso también podría ser una señal de alerta. Los familiares pueden compartir sus observaciones e inquietudes con los médicos de estas personas, quienes podrían derivar al paciente a un terapeuta ocupacional, al departamento de vehículos motorizados o a un centro de exámenes de manejo que pueda evaluar sus habilidades de conducción, sostiene el doctor Morgenstern.

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A Preston Lewis le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson cuando tenía 59 años y continuó conduciendo hasta los 72, cuando su hija, Kelsey, lo vio cruzar la línea central de la carretera y casi chocar contra un automóvil que venía en dirección contraria cerca de su casa en Frankfort, KY. Ella lo seguía en su propio auto. “Eso fue una llamada de atención para nuestra familia y finalmente yo misma convencí a mi padre de que era hora de dejar de conducir por completo”, relata Kelsey, directora asociada de avance de la Fundación Michael J. Fox para la Investigación del Parkinson. “Como fui testigo del incidente de primera mano, esto ayudó a nuestra familia a tener esa conversación tan necesaria sobre la forma de conducir de mi padre”. Antes de ese incidente, Lewis había estado limitando su conducción durante el día y solo a lugares locales.

Cualquier conversación sobre restringir la conducción de alguien debe abordarse con compasión y colaboración, enfatiza el doctor Gary J. Kennedy, director de psiquiatría geriátrica del Centro Médico Montefiore en el Bronx, Nueva York. “Conducir es una forma de independencia para muchos, y quitarla marca una falta de control, por lo que hay que abordarlo sin utilizar un lenguaje incendiario o amenazante”, afirma. Asimismo, las familias deberían centrarse en los riesgos para el conductor y otras personas en la carretera. La conversación también debería mencionar formas alternativas de desplazarse, explica el doctor Kennedy. “Las familias deben estar preparadas para ofrecer transporte y movilización oportuna para ir de compras, asistir a citas y acudir a servicios religiosos, para ayudar a su ser querido a preservar una cierta sensación de control”.

“No se trata de quitarle las llaves a alguien, sino de ayudarlo a comprender el porqué de su decisión”, remarca Susan George, quien usó un tono empático con su esposo, Jack. “Tuvimos muchas conversaciones emotivas sobre la conducción, y Jack tardó varios meses en acostumbrarse a que alguien manejara en su lugar”, dice. “Pero ahora él toma un autobús para personas mayores para ir a las citas médicas cuando yo no estoy disponible”.

Alternativas de viaje

Mark Timmons vivía en la zona rural de Maine cuando dejó de conducir. Durante un tiempo, su hija y su novio lo llevaron de un lado a otro, pero Timmons, un excontador fiscal al que le diagnosticaron epilepsia cuando era niño y demencia a los 48 años, finalmente decidió mudarse a Rockland, MA, un suburbio de Boston. Con la ayuda de familiares y amigos, eligió un apartamento a poca distancia de las tiendas. “Hago pedidos de comestibles en línea y los recibo, lo cual definitivamente no es algo que pueda hacer en Maine”, afirma Timmons, que ahora tiene 55 años.

Alison Kukla, a quien le habían diagnosticado epilepsia durante la universidad, dejó de conducir cuando tenía veintitantos años después de sufrir un grave accidente automovilístico en 2010. Al salir de una autopista, sufrió una convulsión focal, perdió el control y chocó contra un auto en la intersección. Afortunadamente, nadie resultó herido, pero Kukla se dio cuenta de que era hora de renunciar a su licencia de conducir.

Como resultado indirecto del accidente, Kukla se mudó más tarde de Boardman, Ohio, a Chicago con su esposo, Preston Reilly. “Después de casarnos, ambos sabíamos que necesitábamos mudarnos a un área urbana para que Alison pudiera llegar a trabajar más fácilmente y tener una mayor sensación de libertad”, relata Reilly.

En la mayoría de los estados, las personas con epilepsia pueden conducir si no tienen convulsiones durante un período de tiempo específico y presentan la certificación de un especialista. En Nueva York y algunos otros estados de los EE. UU., un médico decide si una persona con epilepsia debe conducir, apunta Jacqueline French, MD, FAAN, especialista en epilepsia y profesora de neurología en NYU Langone. “En esos casos, generalmente determinamos la probabilidad de una convulsión, así como si la conciencia de la persona se altera durante la convulsión. Si cualquiera de las dos cosas es cierta, aconsejaríamos al paciente que no conduzca. Si cambiamos o suspendemos la medicación anticonvulsivante, normalmente también sugerimos una moratoria de conducción”.

“Un tema importante en los grupos de apoyo para la epilepsia es tener que decirle a su médico que acaba de sufrir un ataque y que tal vez tenga que renunciar a su licencia de conducir”, admite Kukla, de 37 años, gerente senior de programas y asociaciones en el Fundación Epilepsia. “Es perturbador y estresante porque afecta la capacidad de trabajar, formar una familia y ser independiente”.

Las personas a las que ya no se les permite conducir tienen alternativas más allá de depender de familiares y amigos. “Algunos servicios de viajes compartidos ofrecen descuentos para personas mayores, y conductores designados ayudarán a los pasajeros a entrar y salir del automóvil”, agrega la terapeuta ocupacional.

Muchas organizaciones religiosas, centros para personas mayores y otros grupos de servicio cuentan con voluntarios que brindan transporte gratuito. Algunas comunidades ofrecen movilización compartida en minibús o furgoneta sin costo o con tarifas reducidas. Estos servicios a menudo requieren reservaciones anticipadas, pero brindan mucha flexibilidad, especialmente para aquellos que requieren ayuda puerta a puerta.

El doctor Kennedy vio recientemente a un paciente diagnosticado con demencia que había recibido una multa por saltarse señales de alto y semáforos en rojo. El hombre no quería renunciar a su coche porque estaba arrendado. Le señalé al detalle todos los gastos, como seguro, tarifas de estacionamiento y multas de tráfico, relacionados con el mantenimiento del automóvil, y finalmente lo entendió. Terminó el contrato de arrendamiento y ahora usa Uber y taxis para desplazarse. La prevención aporta bienestar a las familias. Una charla a tiempo puede salvar vidas.

Fuente: un artículo de Paul Wynn publicado en el portal www.brainandlife.org

 

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