La nanotecnología se erige como una de las principales armas en la lucha contra el cáncer de cara a los próximos años; más aún después del último desarrollo de nanopartículas llevado a cabo por la Universidad de Surrey (Guilford, Inglaterra), que permite atacar a las células tumorales, discriminando a las células sanas que las rodean. Así lo reseña una reciente publicación de la revista Nanoscale.
La técnica, basada en la abrasión, supone que estas nanopartículas alcancen una temperatura tan alta como para acabar con las células cancerígenas, tras lo cual se termorregulan para no afectar al tejido sano adyacente.
Se trata, por tanto, de evitar los daños colaterales que se producen con el actual uso de la quimioterapia (la cual sí afecta a tejidos sanos), atacando mediante estas nanopartículas el interior celular de cada tumor.
Las diminutas estructuras están formadas por zinc, cobalto y cromo, elementos con una alta capacidad de termoestimulación y termorregulación, que los convierte en idóneos para llevar a cabo este tipo de funciones.
El interior celular, como el resto del organismo de un ser humano, no soporta las temperaturas altas –aunque se trate de apenas unos grados centígrados de más–, razón por lo cual utilizan el agua de nuestro organismo para termorregularse y mantenerse en torno a los 37°C. Es precisamente ese entorno intracelular el que estas nanopartículas atacan, subiendo su temperatura hasta los 45°C.
Nanopartículas con baja toxicidad
En principio el procedimiento es similar a la táctica que utilizan en Japón las abejas para protegerse de los gigantescos avispones asiáticos: conscientes de su derrota en el uno contra uno –en tanto que estas son hasta cuatro veces más pequeñas–, esperan el momento adecuado para abalanzarse sobre su enemigo, rodeándolo por completo para inmovilizarlo. Después, matan al avispón aumentando unos grados su temperatura corporal, que asciende hasta los 46°C, lo justo para que su presa –con una resistencia térmica menor que la de la abeja– muera “abrasada” al cabo de un par de horas.
En el caso de las células tumorales, esta terapia térmica supone elevar la temperatura para dañar las proteínas y otras estructuras del entorno intracelular para conseguir destruirlas.
Se trata, asimismo, de nanopartículas con una baja toxicidad, por lo que sus efectos no incluyen daños permanentes al organismo, tal y como lo señalan el Instituto de Tecnología Avanzada de la Universidad de Surrey y su colaboradora, la Universidad de Tecnología de Dalian (China).
Ravi Silva, quien lidera esta investigación, reconoce que este desarrollo podría cambiar la manera de tratar a los pacientes oncológicos, al tiempo que sostiene: “Si podemos mantener el tratamiento contra el cáncer a una temperatura lo suficientemente alta como para matarlo, pero lo suficientemente bajo como para no dañar el tejido sano, evitaremos algunos de los efectos secundarios graves de este vital tratamiento”.
Este novedoso y prometedor tratamiento está aún en fase de investigación y aún no está disponible para el público.
Fuente: Redaccionmedica.com