• Los bosques y la naturaleza en general nos proporciona agua, aire, alimentos, materiales, etc. repercute directamente en nuestra calidad de vida y, por lo tanto en nuestro estado físico.
• Reduce el estrés y la fatiga mental.
• Nos hace más amables, más humanos.
La naturaleza ejerce una poderosa y positiva influencia en su salud, tanto física como mental. Cuando hablas con gente que vive en núcleos urbanos pequeños, o en entornos rurales, no es extraño que te comenten lo mucho que se estresan cuando ponen un pie en la gran ciudad.
Los citadinos no entendemos esto, estamos acostumbrados al ajetreo incesante y el constante bombardeo de estímulos de todo tipo (auditivos, visuales, sociales…). No nos damos cuenta de cómo nuestro entorno puede llegar a estresarnos e influir en nuestro bienestar. Las ventajas que supone vivir en una gran ciudad son evidentes: acceso a servicios, transporte, cultura, trabajo… Sin embargo, también renunciamos a los beneficios que nos aporta la naturaleza.
Los espacios verdes amortigua los efectos negativos del estrés en nuestra salud. Varios estudios han correlacionado el hecho de estar en la naturaleza con una mayor vitalidad percibida y mejor salud mental.
Los investigadores de la Universidad de la Escuela de Medicina de Exeter en Inglaterra analizaron a más de 10,000 habitantes de la ciudad y comprobaron que los que vivían cerca de espacios verdes tenían menos problemas mentales (ansiedad, depresión…) que los que no.
Otro estudio en Holanda observó que las personas que vivían a menos de 800 metros de parques tenían menor incidencia en enfermedades como la ansiedad, depresión, migrañas, enfermedades cardiovasculares, asma… En 2015, un grupo de investigadores analizaron a más de 31,000 residentes de Toronto y vieron que aquellos que vivían en barrios con muchos árboles, tenían una mejor salud cardíaca y metabólica.
La naturaleza mejora la atención y la resolución de problemas.
La naturaleza no solo baja nuestros niveles de estrés, sino que también permite que nuestro cerebro descanse.
En un trabajo del Dr. Kaplan de la Universidad de Michigan, observaron que caminar por el bosque durante 50 minutos mejoraba las habilidades ejecutivas y la capacidad de concentración. Él cree que son los elementos visuales de la naturaleza (los atardeceres, las flores, las mariposas, los riachuelos…), los que nos permiten relajarnos de la “irritación nerviosa” que provoca la ciudad.
La naturaleza mejora la atención y la resolución de problemas.
La naturaleza no solo baja nuestros niveles de estrés, sino que también permite que nuestro cerebro descanse.
En un trabajo del Dr. Kaplan de la Universidad de Michigan, observaron que caminar por el bosque durante 50 minutos mejoraba las habilidades ejecutivas y la capacidad de concentración. Él cree que son los elementos visuales de la naturaleza (los atardeceres, las flores, las mariposas, los riachuelos…), los que nos permiten relajarnos de la “irritación nerviosa” que provoca la ciudad.
La naturaleza tiene un efecto positivo cognitivamente sino también emocionalmente. Investigadores coreanos observaron que cuando la gente observaba fotografías del campo o de la naturaleza se les activaban áreas cerebrales relacionadas con el altruismo y la empatía (el cingulado anterior y la insula), mientras que cuando veían imágenes de la ciudad, se activaba la amígdala, una estructura cerebral que controla el miedo, la ansiedad y que regula el estrés.
Aunque no sepamos exactamente porqué parece claro que la naturaleza no solo nos calma y relaja sino que también nos hace más amables, más humanos.
Muchos investigadores creen que nuestro cerebro se relaja en la naturaleza porque es de donde venimos. Evolutivamente, estamos diseñados para interpretar las señales de la naturaleza: lo que nos dicen las plantas, los ríos y los animales. Estamos hechos para vivir en medio de la naturaleza. Cuando salimos al campo, volvemos a reunirnos con lo que somos, y esto nos relaja.