El mar y el océano causan un gran impacto en nuestra manera de pensar, de sentir y de relajarnos. Su importancia es de tal trascendencia en la vida humana, que la ONU ha designado este día para reconocer el aporte de los océanos en tanto estos son los pulmones del planeta, y el espacio vivo que proporciona la mayor parte del oxígeno; sin dejar de lado el hecho de que estos son una fuente importante de alimentos, medicamentos, y una parte crítica de la biósfera. De esta realidad surge la premisa de proteger y preservar los océanos.
La importancia del mar en la salud cerebral ha sido ampliamente estudiada por los neurocientíficos. El romanticismo y el ansia de libertad que nos inspira no es un hecho aislado, es una verdad plenamente justificada y respaldada por la ciencia.
Diversos psicólogos de las universidades de Minnesota y Stanford –quienes llevaron a cabo un estudio sobre los efectos del mar en el cerebro humano–, determinaron como parte de las conclusiones de su investigación, que la inmensidad que este proyecta provoca un estado de admiración y asombro en nuestra psique.
El mar nos induce a un cambio drástico de patrones y a toma de decisiones que, por ejemplo, contribuye a que seamos más generosos. Además, y por si fuera poco, nuestra percepción del tiempo también varía, siendo esta mucho más lenta, llegando incluso a generar la sensación de que el tiempo se ha detenido.
El mar cambia nuestro estado de alerta permanente y la reacción a múltiples estímulos externos. Asimismo, provee un entorno sencillo compuesto por pocos elementos. En esta fase de tranquilidad total, la presencia de la inmensidad del mar llega al cerebro permitiéndole asociar ideas más brillantes, creativas, claras y originales.
Al entrar en modo de relajamiento, nuestras preocupaciones quedan de lado. En este momento, la zona prefrontal del cerebro deja el control del mismo, por lo que la creatividad y el relax fluyen libremente.
El sonido de las olas del mar logra que las ondas alfa del cerebro vinculadas al esfuerzo pero también a la relajación y la tranquilidad, cree la sensación de que todo a nuestro alrededor parece desaparecer. La omnipresencia del color azul –que no solo aparece en el agua, sino también en el cielo, en virtud de que el mar no luce oculto por montañas o edificios–, permite que nos relajemos profundamente.
El círculo vicioso que sigue nuestro pensamiento cuando una preocupación nos obsesiona se rompe ante la inmensidad del mar. Los entornos naturales como los bosques han demostrado ser espacios terapéuticos; y lo mismo ocurre con el océano. Es una realidad que pasear tanto por los senderos dentro de un bosque o a orillas del mar disipa la preocupación y desaparece el desasosiego.
Los océanos conforman tres cuartas partes del planeta Tierra. Estos extensos cuerpos de agua sirven para comunicar e integrar a las personas de todo el mundo; además, regulan el clima, proveen de alimento a millones de individuos, producen oxígeno y son el hábitat de una inmensa diversidad de animales y plantas.
Nuestra meta hoy es no solo la de valorar el rol terapéutico que nos proporciona el mar sino el concienciar a la gente del enorme daño provocado por el hombre. La polución de las aguas debido a la contaminación por los plásticos arrojados indiscriminadamente en ellas, atenta contra la vida de las especies y a la destrucción de su ambiente natural. Esto provoca la llamada acidificación de los cuerpos de agua y por ende, repercute directamente en el cambio climático de las corrientes marinas.
Seguidamente, anotamos algunos datos que abonan a la defensa de la vida marina y al celoso cuidado de los océanos:
Cuando tengas ocasión de contemplar el océano azul, no desaproveches la oportunidad: ¡todo tu ser te lo va a agradecer!