Hay un circuito cerebral que se activa cuando leemos. Consiste principalmente en las áreas dedicadas al lenguaje asociativo en la zona temporal izquierda del cerebro, un poco más arriba y detrás de la oreja izquierda, en un área llamada Wernicke, conocida por una afasia asociativa. En estos casos, los pacientes no entienden el significado de las palabras, lo que implica problemas en el análisis semántico del lenguaje y, por ende, en su comprensión.
Otra área importante en la lectura es la zona de Broca, en la parte posterior izquierda del lóbulo frontal a la altura de las sienes. La zona de broca participa en la producción del lenguaje y, en caso de trauma, provoca una afasia motriz o eferente que incumbe la capacidad de hablar en modo articulado y con sentido.
La música, en cambio, tiende a activar mayormente el hemisferio derecho del cerebro, donde tienen sede las emociones, la creatividad y los sentimientos, como también las relaciones espacio-temporales y nuestra orientación en el mundo externo y consciencia interna que transmite el sistema propioceptivo.
Recientemente, en Inglaterra, se han llevado a cabo algunas investigaciones con el objetivo de discernir qué efecto tiene en el cerebro leer diferentes tipos de textos. Una de las conclusiones interesantes es que la poesía, como la música, estimula directamente el hemisferio derecho, es decir, las zonas especializadas en los sentimientos, además de activar la memoria personal, es decir, los recuerdos de episodios personalmente vividos, las áreas dedicadas al lenguaje, junto a la autorreflexión e introspección. Esto hace de la lectura de poesía una de las lecturas más profundas e intensas, con la capacidad de alterar la imagen que el lector tiene de sí mismo y del mundo exterior a través de los sentimientos y la reflexión.
Estas interesantes observaciones harían también de la poesía una actividad extremamente aconsejable y necesaria para el desarrollo emocional y cognitivo de las personas. Estos experimentos se hacen monitoreando con un escáner de resonancia magnética funcional (IRMf) los niveles de actividad en las diferentes áreas del cerebro. Las zonas activas son reconocidas, ya que consumen más oxígeno y presentan un color rojo vivo en las imágenes, indicando un mayor flujo de sangre y metabolismo neuronal.
Estos estudios han sido lanzados por Adam Zeman, de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, y están siendo replicados por otros centros de estudios con resultados que confirman las primeras observaciones, demostrando el valor existencial de la poesía y la importancia de su lectura.
La poesía y el cerebro
La poesía son dardos con forma de palabras que van directo a la parte más emocional de nuestro cerebro. Hay poemas que despiertan un auténtico tsunami emocional y hacen que se nos pongan los pelos de punta, como la Primera Elegía de Rainer Maria Rilke, cuyas estrofas dicen:
La belleza no es nada sino el principio de lo terrible,
lo que somos apenas capaces de soportar,
lo que solo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos.
Todo ángel es terrible.
El terror que Rilke describe es el que sentimos cuando adquirimos un conocimiento más vasto; en ese momento nos volvemos conscientes de nuestras limitaciones y la complejidad del mundo, y nos damos cuenta de todo lo que no entendemos y no llegaremos a entender. Es una posibilidad bella y seductora, pero a la vez muy aterradora.
La poesía tiene la capacidad de enviar potentes mensajes emocionales y activar la reflexión, si bien es cierto que el mayor placer que se encuentra al leer un poema, como cuando disfrutamos de una obra de arte, no proviene de la reflexión profunda sino de las sensaciones que experimentamos. De hecho, Vladimir Nabokov dijo que uno no debe leer con el corazón ni con el cerebro sino con el cuerpo.
Investigadores del Instituto Max Planck de Estética Empírica se propusieron explorar más a fondo cómo influye la poesía en nuestro cerebro, y los resultados de su estudio son fascinantes.
La poesía genera más placer a nivel cerebral que la música
Los investigadores pidieron a un grupo de personas, algunos de los cuales leían poesía con frecuencia, que escucharan algunos poemas leídos en voz alta. Algunos de los poemas pertenecían a poetas alemanes conocidos como Friedrich Schiller, Theodor Fontane y Otto Ernst, aunque los participantes también pudieron escoger algunas obras, entre las cuales se encontraban autores como William Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Nietzsche, Edgar Allan Poe, Paul Celan y Rilke.
Mientras los voluntarios escuchaban los poemas, los investigadores registraron su ritmo cardíaco, las expresiones faciales e incluso los movimientos de los vellos de la piel. Además, cuando las personas sentían un escalofrío debían indicarlo presionando un botón.
Curiosamente, todas las personas, incluso quienes no leían poesía, reportaron escalofríos en algún momento durante la lectura, y al 40% se les puso la piel de gallina varias veces. Estas respuestas son similares a las que experimentamos cuando escuchamos música o vemos alguna escena de una película que genera una gran resonancia emocional.
Sin embargo, las respuestas neurológicas ante la poesía eran únicas. Los datos mostraron que al escuchar los poemas se activaban partes del cerebro que permanecen “apagadas” cuando escuchamos música o vemos películas.
Los neurocientíficos descubrieron que la poesía genera un estado que llamaron “pre-chill”; es decir, provoca una reacción de placer que se va construyendo lentamente a medida que se escuchan las estrofas. En la práctica, en vez de emocionarnos repentinamente, como cuando escuchamos una canción, la poesía genera un in crescendo emocional que comienza hasta 4,5 segundos antes de que percibimos el escalofrío.
Curiosamente, esos picos emocionales ocurrían principalmente en determinadas posiciones dentro de los poemas, como al final de las estrofas y, sobre todo, al final del poema. Es un descubrimiento muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el 77% de los participantes que nunca habían escuchado un poema también mostraron esas mismas reacciones y signos neurológicos que anticipaban los puntos emocionales álgidos de la lectura.
La poesía estimula la memoria, facilita la introspección y nos relaja
Neurocientíficos de la Universidad de Exeter escanearon el cerebro de un grupo de participantes mientras leían diferentes contenidos, desde un manual de instalación de la calefacción hasta pasajes evocadores de novelas, sonetos rimados y su poema favorito.
Estos investigadores descubrieron que nuestro cerebro procesa la poesía de manera diferente a cómo procesamos la prosa. Se activa una “red de lectura” peculiar que comprende diferentes zonas, entre ellas aquellas relacionadas con el procesamiento emocional, que se activan fundamentalmente con la música.
También apreciaron que la poesía estimula las zonas del cerebro
vinculadas con la memoria y partes del cerebro como la corteza cingulada
posterior y los lóbulos temporales mediales, unas zonas que se activan
fundamentalmente cuando estamos relajados o ensimismados en nosotros mismos.
Esto demuestra que existe algo muy especial en la forma poética que genera placer. De hecho, la poesía es una expresión literaria muy especial que transmite sentimientos, pensamientos e ideas acentuando las restricciones métricas, la rima y la aliteración.
En resumen
Personalmente, pienso que la poesía es un instrumento lingüístico que permite tomar posesión del mundo y de las emociones, reelaborando sentimientos en una forma comparable a la meditación asociativa, basada en los significados, sus posibles interpretaciones y su resonancia a nivel personal. Esto nos permite alterar —recontextualizando el significado— la realidad y su reflejo emocional en nosotros mismos, haciéndonos más humanos, más sensibles y a la vez más fuertes y resilientes, ya que nos muestra la subjetividad de cada experiencia vivida y la capacidad de redefinirla personalmente, dándole otra interpretación y dirección.
Muchas veces, hablando con personas en una fase depresiva, una de las observaciones más comunes en estos casos es la evidente incapacidad de reinterpretar su situación personal, dándoles a los hechos y vivencias personales siempre una connotación innecesariamente negativa, como si no existiesen otras posibles interpretaciones o modos de ver los problemas. La capacidad de redefinir las experiencias personales encarna la libertad poética del ser humano, la reinterpretación y la búsqueda de nuevos significados, imágenes y metáforas que nos permitan vernos y ver la realidad de otra perspectiva.
La poesía y la música nos preparan y ayudan en esta dimensión, haciéndonos objeto y sujeto activo de nuestra propia experiencia y subjetividad en un diálogo interno permanente y liberatorio. Por tanto, no está de más insertar un poema al día en nuestra rutina.
Fuente: un artículo de Pedro Vergara Meersohn publicado en el portal www.meer.com y un texto de investigación de Jennifer Delgado Suárez escrito para la página rinconpsicologia.com
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