Ser más o menos empático puede depender de la carga genética y también del aprendizaje.
La empatía, es decir, la capacidad de ponerse en la piel de otra persona, no solo es fruto de la educación recibida o de la propia experiencia, sino que también tiene un componente genético. Lo dice un estudio liderado por la Universidad de Cambridge que apunta que las mujeres son más empáticas que los hombres y que las personas con autismo tienen disminuida esta capacidad.
Una capacidad que, según el neurocientífico y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Diego Redolar, también podría estar alterada en personas que sufren otras patologías, como esquizofrenia, trastorno de Asperger (un síndrome del espectro autista), trastornos de personalidad u otras condiciones psiquiátricas. La explicación, según el experto, hay que buscarla en las bases neurales, «un conjunto de circuitos cerebrales subyacentes a lo que llamamos teoría de la mente que, en el caso de estas personas, no funcionan correctamente». Redolar explica que la teoría de la mente es la habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, las emociones, las intenciones y las creencias.
En esta capacidad tan humana de percibir e interpretar las emociones de los demás, es decir, de sufrir cuando los demás sufren o de alegrarnos de la felicidad de los demás, ejercen un papel destacado las áreas frontales del cerebro; en concreto, algunas regiones de la corteza prefrontal derecha, la amígdala, la corteza cingulada anterior y la unión temporoparietal. «Los lóbulos frontales son muy importantes en las funciones cognitivas más específicamente humanas, como la autoconciencia, la personalidad, los juicios morales o la empatía», explica Redolar, que diferencia entre dos tipos de empatía: la cognitiva y la emocional.
La primera está relacionada con la capacidad de conocer los pensamientos y sentimientos de otra persona, mientras que la segunda se refiere a la capacidad de reaccionar con una emoción apropiada a los pensamientos y sentimientos de los demás.
Un estudio en el que participan los investigadores de la UOC Elena Muñoz, Raquel Viejo y Diego Redolar parte de la tesis de que para cada uno de estos tipos de empatía intervienen estructuras cerebrales concretas: la amígdala y la corteza prefrontal ventrolateral son estructuras fundamentales en el reconocimiento emocional; y la corteza prefrontal dorsolateral es una región esencial en el control cognitivo. Redolar apunta que lesiones en esta parte del cerebro producen alteraciones en la toma de decisiones y el funcionamiento ejecutivo en el procesamiento de la información.
Sin embargo, Redolar quiere dejar claro que la empatía no solo se explica por el factor genético, sino por muchos otros factores. «No podemos decir que tenemos el gen de la empatía. Si no se esconde ninguna patología detrás, tenemos que hablar de funciones multifactoriales», sostiene el profesor, que también es investigador del grupo de investigación Cognitive NeuroLab de la UOC. Añade que ser más o menos empático puede depender de la carga genética, pero también del aprendizaje o la experiencia vital de cada persona.
Las mujeres, más empáticas
De hecho, el estudio liderado por la Universidad de Cambridge, publicado en la revista Translational Psychiatry, constata que solo el 10% de las diferencias individuales de la empatía en la población se deben a la genética y que es muy importante conocer los factores no genéticos que explican el 90 % restante. El estudio no ha identificado todavía los genes específicos involucrados en la empatía.
El estudio, en el que también participó la Universidad París Diderot, el Instituto Pasteur de París, el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) y la empresa estadounidense 23andMe, también revela que las mujeres son más empáticas que los hombres. En promedio, la puntuación de las mujeres en el cuestionario es de 50 sobre 80, mientras que la de los hombres es de 41 sobre 80. Pero esta diferencia, según se desprende del documento, no se debe a nuestro ADN, sino que se explica más bien por factores biológicos, como la influencia de la hormona prenatal, u otros factores, como la socialización.
El estudio también encontró que las variantes genéticas asociadas a un nivel de empatía más bajo también se vinculan a un riesgo de autismo más elevado. De hecho, estudios anteriores ya habían puesto de manifiesto que, en promedio, las personas con autismo tienen una puntuación más baja en el test, un hecho que se debe a que son personas que tienen dificultades con la empatía cognitiva (la capacidad de conocer los pensamientos y sentimientos de otra persona), aunque pueden mantener intacta la empatía afectiva.
En la muestra de este estudio participaron 46.000 personas, que completaron el Empathy Quotient, un test diseñado hace quince años por la Universidad de Cambridge y que mide tanto la empatía cognitiva como la afectiva. Además, se les tomó una muestra de saliva para hacer el análisis genético.
La UOC también estudia la empatía
El estudio de la UOC pretende analizar la contribución que tienen dos regiones de la corteza prefrontal (la dorsolateral y la ventrolateral) en la empatía. El enfoque es diferente a muchos de los estudios llevados a cabo hasta la fecha sobre este tema. «Hasta ahora, muchos de los estudios eran correlacionales, es decir, el investigador observaba qué regiones se activaban cuando la persona hacía una tarea determinada, pero no daba una explicación causal», explica el profesor Redolar. Y es aquí donde el estudio de la UOC quiere profundizar. Con este objetivo, el estudio inactivará ambas regiones para ver cómo esta función afecta a las tareas que se utilizan para evaluarla en el laboratorio. La hipótesis de la que parte el estudio es que la parte ventrolateral estará implicada en los aspectos emocionales de la empatía, mientras que la dorsolateral lo estará en los aspectos cognitivos.
El estudio, financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, tiene una vigencia de dos años y está previsto que concluya en 2019.
La empatía vista por el psicoanálisis
La aproximación a la empatía que hacen los psicoanalistas es diferente a la de los neurocientíficos. El psicoanalista, profesor y colaborador de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC José Ramón Ubieto explica que el psicoanálisis se refiere a la empatía con otro término, identificación, «que designa el vínculo primario de un sujeto con otro. Una identificación que puede presentarse de diferentes formas»: por ejemplo, cuando los hijos repiten la elección de profesión del padre o la madre o cuando ante un problema sentimental de un adolescente (por ejemplo, una ruptura o un embarazo no previsto), el resto del grupo se identifica con este problema, empatiza con esa persona y reacciona con el mismo dolor.
Para Ubieto, el caso más extremo de identificación masiva son los fenómenos de sugestión, ya sea por motivaciones religiosas o políticas, en los que la empatía con los demás puede llegar a anular la propia singularidad. El experto pone como ejemplo los casos de fanatismo religioso o político en los que el grupo comparte una idea que lo cohesiona.
«Podríamos concluir que la máxima empatía es, al mismo tiempo, el máximo desconocimiento de lo que uno quiere y desea», afirma Ubieto. Algo diferente, añade el profesor, es la disposición de cada persona para ayudar a otra cuando se encuentra con algún problema. Según el experto, esto no depende del grado de empatía ni de la capacidad de identificarse con ella, sino de la capacidad para amar que cada uno tiene.
Fuente: www.abc.es
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