Mis manos estaban mojadas con agua jabonosa tibia mientras lavaba las ollas y los platos de la cena. Mi mente se puso en piloto automático, como suele ocurrir cuando estoy haciendo mis tareas. Encuentro que lavar los platos es tan mundano, tan simple, tan irritantemente aburrido…

Comienzo el proceso a regañadientes. Después de unos minutos, mis pensamientos comienzan a cambiar. Noto cierta paz y tranquilidad que viene del proceso de remojar los platos y ver cómo se van quitando las manchas balsámicas. Me sorprendo a mí misma al darme cuenta de que hay una naturaleza gratificante en esta tarea que realmente puedo disfrutar. ¿Quién sabía que una tarea mundana y aburrida podría causar alegría? Aparentemente, Thich Nhat Hanh lo hizo. Era un monje y maestro budista vietnamita que me enseñó mucho.

Los monjes budistas saben mucho sobre encontrar alegría en el momento presente. Sus enseñanzas enfatizan la importancia del momento presente. El momento presente es suficiente. Como no soy un monje, sino una joven médica asistente, me pregunto, ¿tengo suficiente? ¿Soy suficiente? ¿Es suficiente lo que hago todos los días?

Es muy interesante definir límites. Por ejemplo, me encanta el café. Disfruto la calidez y la naturaleza dulce y edificante de esta bebida. Sin embargo, solo puedo tomar una determinada cantidad de café en un día. Mi estómago puede comenzar a doler cuando bebo demasiadas tazas. Asimismo, me siento triste y a veces irritada si no tengo una taza. Supongo que estos dos sentimientos pueden decirme cuánto café es suficiente para mí.

Definir límites sobre cuánto café beber podría ser más fácil que definir límites en otros aspectos de mi vida. Por ejemplo, las necesidades humanas como el amor y la compasión. ¿Tengo suficiente amor en mi vida? ¿Doy suficiente amor a los demás? Me considero una persona muy amable y cariñosa. Algunos días me pregunto, ¿puedo tener o dar demasiado amor? ¿Existe tal cosa? No tengo las respuestas a estas preguntas.

También me pregunto cuánta compasión es suficiente. Leo libros que hablan de compasión por nuestros pacientes, compasión por nuestros seres queridos y compasión por nosotros mismos. Entiendo su importancia. Considero la compasión como uno de mis valores fundamentales.

Sin embargo, existe la otra cara de la moneda, la fatiga por compasión. Yo tengo un límite. Me doy cuenta cuando he dado suficiente compasión a los demás o a mí misma. Me siento irritada cuando he regalado toda mi compasión por el día. Me siento alegre cuando estoy llena de compasión. Los autores Kristin Neff y Christopher Germer hicieron un trabajo maravilloso describiendo la fatiga por compasión utilizando un libro de trabajo, The Mindful Self-Compassion Workbook.

Otro punto a tener en consideración es el dinero. Solía considerar al dinero como algo que necesitaba adquirir —tanto como pudiera—. Cuanto más dinero, mejor. Luego, me encontré con un curso gratuito en línea de la profesora Laurie Santos. En este curso, un gráfico mostró que la felicidad se estanca después de alcanzar un ingreso de USD 70.000,00 al año. Me sorprendió. Empecé a pensar en las imágenes del vídeo musical de Maluma que mostraba a Medellín, Colombia, y sus barrios marginales. Niños harapientos, descalzos, jugando al fútbol, ​​riendo, sonriendo. Mi búsqueda de dinero ha sido errónea. No necesito ganar cientos de miles de dólares para ser feliz y estar contenta. Necesito definir qué es suficiente dinero para mí.

El dinero reúne ganancias materiales. También me he topado con un libro llamado Affluenza de Thomas Naylor. El autor describe los daños del consumo que aquejan a los humanos. El autor explica cómo un consumo excesivo puede provocar enfermedades. He visto esto de primera mano en mis pacientes. Lo he visto en mí misma. La abundancia no es donde encuentro mi felicidad y alegría.

Se ha hablado mucho sobre FOMO (del inglés fear of missing out, «temor a dejar pasar» o «miedo a perderse algo»). Por ello, siento miedo de perderme en varios niveles. Siento miedo de perderme eventos sociales. Siento miedo de perder artículos en oferta en la tienda. Siento miedo de no visitar Machu Picchu en mis próximas vacaciones. Siento miedo de no pasar suficiente tiempo con mis padres ancianos. Siento miedo de no ir a suficientes clases de yoga. Siento miedo de no hacer suficientes flexiones de bíceps el día para mejorar los brazos. Si me quedo atrapada en estos miedos, me encuentro inquieta. Por eso me parece tan importante definir los límites. Una clase de yoga por semana es suficiente para mí. ¿Qué pasa contigo?

Es importante reflexionar sobre lo que nos basta. Esto proporciona claridad. Puedo definir mis valores. Puedo concentrarme en las pocas cosas que más necesito y darme tiempo para disfrutarlo. La parte más difícil es dar con estas definiciones.

¿Cómo defines lo que es suficiente para ti hoy? ¿Con qué desafíos te has encontrado? ¿Qué momentos de conciencia has notado? Regálate unos minutos para reflexionar.

Fuente: un artículo de Ingrid Gutiérrez publicado en el portal www.kevinmd.com

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