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En este órgano existe un área especializada en entender el álgebra, la
geometría y las matemáticas avanzadas
“Una función suave cuyas derivadas son todas no negativas es analítica.” A varios enunciados similares a este se enfrentaron 15 matemáticos profesionales y otros 15 que no lo eran cuando acudieron a su cita con Marie Amalric y Stanislas Dehaene en la Unidad de Neuroimagen Cognitiva Inserm-CEA, al sur de París (Francia). Tenían que dictaminar en tan solo cuatro segundos si eran verdaderos, falsos o sinsentido mientras los investigadores analizaban con un escáner la reacción de su cerebro. El propósito de los investigadores era identificar si existe una base neuronal tras el pensamiento matemático avanzado. Es decir, dilucidar si en nuestro órgano pensante hay un área especializada en entender el álgebra y la geometría. Y la hay. Los resultados sacaron a relucir una serie de zonas del cerebro (de ambos hemisferios) de la corteza prefrontal, la corteza parietal y el lóbulo temporal inferior y el cortex prefrontal que se activan solo cuando los matemáticos se enfrentan a enunciados o problemas de su especialidad. Y coinciden con los circuitos que entran en juego cuando cualquier persona maneja números, hace sumas y restas o ve una fórmula matemática escrita en un papel.
“Existen dos hipótesis principales sobre el origen de las habilidades humanas para las matemáticas avanzadas”, explica Marie Amalric. “Una defiende que las matemáticas surgieron como una rama de las habilidades humanas para el lenguaje.
Otra sostiene que se desarrollaron con independencia del lenguaje, y que prueba de ello es que la capacidad para manejar números y conceptos espaciales está presente en los humanos desde el nacimiento, además de en muchas otras especies animales -las palomas, sin ir más lejos-“. Su investigación, publicada en PNAS, aporta un nuevo dato neurocientífico sólido: existe una separación entre las áreas implicadas en la abstracción matemática y las dedicadas a reflexionar sobre conocimientos generales de otra índole. “Si a esto le sumamos que sabemos que existen pacientes afásicos -con alteraciones del habla por una lesión cerebral- que pueden hacer operaciones aritméticas, la separación parece evidente”, añade Amalric.
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