Peter Piot, nacido en Bélgica, es director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (London School of Hygiene & Tropical Medicine).
Fue uno de los científicos que descubrió el virus del ébola en 1976 y ha dedicado su vida profesional a combatir enfermedades infecciosas. Entre 1995 y 2008 dirigió el Programa de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA, y es actualmente asesor sobre el SARS-CoV-2 de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
No obstante, nada preparó al experto para su encuentro cercano con la muerte debido al nuevo coronavirus.
Mientras continúa su recuperación en su hogar en Londres, Piot concedió su primera entrevista tras la enfermedad a la publicación belga Knack, que autorizó a BBC Mundo a reproducir su contenido. El diálogo también fue divulgado en inglés por la revista de la Asociación para el Avance de la Ciencia de Estados Unidos, sciencemag.org.
“Nunca olvidaré esa sensación de agotamiento”
Piot sintió los primeros síntomas de COVID-19 a mediados de marzo.
“El 19 de marzo tuve repentinamente una fiebre alta y un dolor de cabeza punzante. Me dolía el cráneo y el pelo, lo que me parecía extraño. No tenía tos, pero pensé enseguida: ‘Tengo el virus’”, relató el científico.
“Como sospechaba, cuando me hicieron el test de COVID-19 dio positivo. Me autoaislé en un cuarto de mi casa, pero la fiebre no cedía. Nunca había estado seriamente enfermo y no he tomado un día de licencia por enfermedad en los últimos 10 años. Llevo una vida sana y camino con frecuencia”.
“El único factor de riesgo es mi edad, tengo 71 años. Como soy un optimista, pensé que los síntomas pasarían pronto. Pero el primero de abril un amigo médico me aconsejó un examen porque la fiebre y especialmente el agotamiento empeoraban cada día”.
Piot padecía una severa deficiencia de oxígeno en la sangre, aunque no sentía falta de aire, uno de los efectos del COVID-19 que la ciencia aún no logra explicar.
“La imagen de mis pulmones mostró que tenía neumonía severa, típica del COVID-19, además de neumonía bacteriana”.
“Me sentía constantemente exhausto, cuando normalmente me sobra energía. No se trataba simplemente de fatiga, era un agotamiento completo, nunca olvidaré esa sensación”.
“Tuve que ser hospitalizado aunque otro test del virus dio negativo. Eso es típico del COVID-19, el virus desaparece, pero sus consecuencias permanecen durante semanas”.
“Estaba muy asustado”
Piot estuvo en el hospital durante una semana.
“Me preocupaba que me entubaran porque había visto publicaciones según las cuales eso aumenta el riesgo de muerte. Estaba muy asustado, pero por fortuna, solo me pusieron inicialmente una máscara de oxígeno y eso funcionó”.
El científico permaneció en un cuarto en la antesala de la unidad de cuidados intensivos.
“Te sientes tan cansado que te resignas a tu destino. Estás totalmente entregado al personal de enfermería. Vives en una rutina de jeringas e infusiones intravenosas con la esperanza de que saldrás de esta”.
“Compartía el cuarto con una persona sin techo, un limpiador de Colombia y un hombre de Bangladesh. Los tres eran diabéticos, lo que es consistente con lo que se conoce sobre los grupos de riesgo”, relató.
“Los días y las noches eran solitarios porque nadie tenía la energía para hablar. Durante semanas solo conseguí susurrar, e incluso ahora mi voz se debilita al final del día. Pero la pregunta que siempre me daba vueltas en la mente era: ¿cómo estaré cuando salga de esto?
“Me atraparon”
Piot reflexiona en la entrevista sobre la ironía de caer ante un virus.
“Tras combatir virus en todo el mundo durante más de 40 años me he convertido en un experto en infecciones. Siento alivio de haber tenido coronavirus y no ébola, aunque ayer leí un estudio científico según el cual si acabas en un hospital británico con COVID-19 tienes un 30% de probabilidades de morir”.
“Esa es más o menos la misma tasa de mortalidad que registró el ébola en el oeste de África en 2014. Pensar en eso te hace perder a veces tu equilibrio racional de científico y te ganan las emociones”, relata Piot.
“A veces pensaba ‘me atraparon’. He dedicado mi vida a combatir virus y finalmente ellos pueden vengarse. Durante una semana estuve en vilo entre el cielo y la tierra, en el filo de lo que pudo haber sido el final”.
“Ahora que he sentido la presencia contundente de un virus en mi propio cuerpo veo a los virus con ojos diferentes. Me doy cuenta de que este cambiará mi vida. Me siento más vulnerable”.
“Lloré un largo rato”
Luego de una “larga semana” Piot fue dado de alta.
“Volví a casa en el transporte público. Quería ver la ciudad con sus calles desiertas, sus bares cerrados y su aire sorpresivamente fresco”, recordó.
“No había nadie en la calle, fue una experiencia extraña. No podía caminar bien porque mis músculos se habían debilitado por la falta de movimiento”.
“En casa, lloré durante un largo rato. Y también tuve dificultades para dormir durante varios días”.
“Sigues pensando en el riesgo de que tu salud puede deteriorarse de repente. Otra vez estás confinado, pero debes poner las cosas en perspectiva. Ahora admiro aún más a Nelson Mandela. Él estuvo encerrado en prisión durante 27 años y cuando salió fue un gran reconciliador”.
Secuelas
Una semana después de volver a su casa, Piot sintió dificultades para respirar y debió volver al hospital, aunque fue tratado sin ser ingresado.
“Tenía una enfermedad en los pulmones causada por lo que se conoce como una tormenta de citokinas. Es lo que sucede cuando tu respuesta inmunológica es desmedida. Mucha gente no muere del daño que el virus causa en los tejidos, sino de la respuesta exagerada de tu sistema inmunológico, que no sabe qué hacer ante el virus”.
“Aún estoy recibiendo tratamiento con altas dosis de corticoides para suprimir el sistema inmune. Si hubiera tenido esa tormenta de citokinas al mismo tiempo que el ataque del virus en mi organismo no hubiera sobrevivido”.
El científico también padeció fibrilación auricular, un tipo de arritmia cardíaca. Su corazón llegó a tener 170 latidos por minuto.
“Eso también debe ser controlado con tratamientos, especialmente para prevenir problemas derivados de coágulos en la sangre, como un accidente cerebrovascular. Esta es una habilidad del virus que ha sido subestimada: probablemente puede afectar todos los órganos de tu cuerpo”.
“Miles requerirán diálisis el resto de sus vidas”
Con su larga experiencia combatiendo enfermedades infecciosas, Piot ofrece una visión sombría del impacto de la pandemia a nivel global.
“Mucha gente piensa que el COVID-19 mata al 1% de los pacientes y el resto solo padece síntomas parecidos a la gripe. Pero la historia es más complicada. Muchas personas que sobrevivieron quedarán con problemas crónicos de riñón y corazón. Incluso su sistema nervioso puede verse afectado”, afirmó el virólogo.
“Habrá cientos de miles de personas en el mundo, posiblemente más, que requerirán tratamientos como diálisis renal por el resto de sus vidas”.
Piot destaca el compromiso de la Comisión Europea en apoyar el desarrollo de una vacuna. Pero advierte sobre el error de pensar que la actual crisis tendrá un fin cercano.
“Hablemos claramente: sin una vacuna contra el coronavirus nunca volveremos a vivir normalmente. La verdadera estrategia de salida de esta crisis es una vacuna que pueda ser distribuida en todo el mundo. Eso significa producir miles de millones de dosis, lo que es un enorme desafío logístico”.
“Y a pesar de los esfuerzos, ni siquiera es seguro que se pueda hallar una vacuna contra el COVID-19″.
El científico también alerta sobre el riesgo del movimiento antivacunas.
“Existe actualmente la paradoja de que personas que están vivas gracias a las vacunas ya no quieren vacunar a sus hijos. Esto puede ser un problema si se distribuye una vacuna contra el coronavirus. Porque si muchas personas se niegan a ser vacunadas jamás lograremos controlar la pandemia”.
El papel de la OMS
Piot también reflexiona sobre las tensiones políticas generadas por la pandemia.
“Tengo la esperanza de que la Organización Mundial de la Salud, la OMS, que está haciendo un gran trabajo en la lucha contra el COVID-19, pueda ser reformada para que sea menos burocrática y dependiente de comités asesores en los que cada país defiende ante todo sus propios intereses. La OMS se convierte con demasiada frecuencia en una arena política”. Y cuestiona también algunas reacciones en círculos políticos y en la prensa.
“Cuanto más aprendemos sobre el coronavirus, más preguntas surgen”.
“Aprendemos mientras navegamos la pandemia. Por ese me fastidia que muchos comentaristas sin mayor entendimiento critiquen a los que intentan controlar la epidemia. Eso es muy injusto”.
Fuente: una nota científica de la Redacción de BBC News Mundo. La entrevista completa a Piot fue publicada el pasado 5 de mayo en la revista Knack.
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