El insomnio tecnológico está conquistando cada vez más terrenos nocturnos en un mundo habitado por pantallas. La tecnología y esa luz azul tan característica de dichos dispositivos alteran por completo nuestros ciclos de vigilia y nuestro reloj biológico. Lejos de ser algo puntual, estamos ante un nuevo trastorno de gran impacto que empieza a ser muy común en niños y adolescentes.
La mayoría de nosotros lo hacemos. Nos vamos a la cama y es casi inevitable no dar un último vistazo al móvil. Leemos los mensajes y alguno de estos nos conduce a un link, a un vídeo. Poco después, de ese vídeo pasamos a nuestra red social y de la red social a un artículo, más tarde a otro vídeo. Así, y casi sin que nos demos cuenta, puede haber pasado una hora, quizá más.
Los dispositivos móviles, así como el ordenador y las televisiones son un modo de entretenernos antes de ir a dormir. Pensamos que de este modo nos relajamos mucho más, pero en realidad, el impacto que tienen estas pantallas sobre nuestro cerebro es enorme.
Relacionar el insomnio con esta conducta tan común puede resultarnos algo complicado. ¿De verdad puede dificultar mi descanso nocturno el que esté un momento con el teléfono o el ordenador? La respuesta es simple: sí. Una costumbre repetida día a tras día se convierte en hábito. Cuando ese hábito se basa además en aplicar sobre nuestros ojos fuentes de luz artificial, quien sufre en realidad es nuestro cerebro.
Según un estudio publicado en LiveSciencie, este tipo de estímulos lumínicos alteran por completo nuestros ritmos circadianos. Es más, se ha podido comprobar que en la actualidad dormimos dos horas menos que hace 40 años. Asimismo, la población que más está sufriendo estos cambios son los niños y los adolescentes. Todo ello se traduce no solo en la aparición cada vez más temprana de insomnio crónico, sino que además también podemos ver sus efectos a nivel comportamental, motivacional y en el rendimiento escolar.
¿Qué es el insomnio tecnológico?
Antes de que el ser humano diera el salto al mundo de la tecnología, nuestros cuerpos estaban sincronizados con la salida y la puesta del sol. Eran esos siglos donde iluminábamos nuestros entornos con velas, candelabros, chimeneas, lámparas de aceite o de gas. Más allá del romanticismo de aquella época, había algo que sin duda nuestro cerebro agradecía enormemente.
Vivir de acuerdo a los ciclos de luz y oscuridad, le complacía. Así, cuando nuestras retinas detectaban que caía ya la noche, la glándula pineal se estimulaba con normalidad para producir melatonina. Esta hormona, además, permanecía mucho más en nuestro torrente sanguíneo, lo cual nos permitía conciliar el sueño mucho mejor y durante más horas.
Ahora bien, pasados unos cuantos años, nuestras ciudades se volvieron de pronto increíblemente luminosas. La noche es otro amanecer de luces de neón, de lámparas led, edificios iluminados como antorchas y calles que se niegan a dormir. También nuestros hogares muestran la misma vitalidad lumínica hasta bien entrada la madrugada. El universo de las pantallas de nuestros dispositivos móviles son ahora nuestras lámparas y nuestros canales «mágicos» para estar siempre conectados, informados… y sobreactivados.
Efectos de las pantallas sobre nuestro cerebro
Estos estímulos lumínicos artificiales de los móviles, ordenadores, aplicados sobre nuestros ojos impactan de forma directa en la glándula pineal. ¿Y cuál es el resultado? Se interrumpe la producción de melatonina.
Cómo tratar el insomnio tecnológico
Los especialistas en higiene del sueño lo tienen claro: el insomnio tecnológico va a crecer de forma considerable en las próximas décadas. Los niños, por ejemplo, tienen un acceso cada vez más temprano a estos dispositivos y es muy común que se los lleven a la cama sin la supervisión familiar.
Decir ahora que la solución está en quitarles las tabletas, móviles y ordenadores sería sin duda quedarnos cortos. Necesitamos concienciación, mejores hábitos y otros recursos. Por ejemplo, algo en lo que se está trabajando cada vez más desde la industria tecnológica es reducir el impacto que la luz azul tiene sobre nuestros ojos y cerebro. Por tanto, se trataría de llegar a un consenso donde conjugar hábitos de salud con un cambio técnico en los propios dispositivos.
Veamos no obstante de qué manera podemos reducir en nuestro día a día el impacto del insomnio tecnológico.
Para concluir señalar algo no menos significativo. Recordemos lo importante que es la higiene del sueño, tanto en niños como en adultos. Lo ideal sería dejar a un lado todo tipo de tecnología dos horas antes de acostarnos. A veces, un buen libro, una taza de leche caliente con miel, una buena conversación son los recursos preferidos de Morfeo. Esos con los que ganar en bienestar y en un sueño profundo.
Fuente: un artículo de Valeria Sabater para el portal lamenteesmaravillosa.com
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