¿El mal uso de las palabras y la puntuación te hace ver rojo? ¡No estás solo!
Un nuevo estudio ha demostrado, por primera vez, lo que muchos de nosotros hemos sentido durante mucho tiempo: que observar errores gramaticales puede desencadenar reacciones físicas negativas, incluida una que surge de la parte de nuestro sistema nervioso simpático (SNS) que inicia la respuesta de lucha o huida.
Investigadores de lingüística de la Universidad de Birmingham han encontrado un vínculo directo entre la mala gramática y la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC), que mide la variación en los períodos de tiempo (intervalos) entre los latidos del corazón. Esta variación está controlada por el primitivo sistema nervioso autónomo (SNA), que trabaja arduamente para regular la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración y la digestión, entre otras funciones importantes.
La duración del intervalo tiende a ser variable cuando una persona está relajada y se vuelve más regular cuando se la somete a estímulos estresantes. En este estudio, los estímulos estresantes incluyeron mal uso de los tiempos verbales, pobre estructura de la oración, fallas al mezclar el singular con el plural, dobles negaciones y puntuación errónea.
“Los resultados de este estudio ponen de relieve una nueva dimensión de la intrincada relación entre la fisiología y la cognición”, dijo Dagmar Divjak, profesora e investigadora de Lingüística Cognitiva y Cognición del Lenguaje en la Universidad de Birmingham. “Esta relación se ha estudiado utilizando técnicas que van desde el seguimiento ocular hasta la electroencefalografía y las imágenes cerebrales. Pero la relación entre la cognición del lenguaje y el sistema nervioso autónomo ha recibido hasta ahora menos atención”.
Para el estudio, los investigadores reclutaron a 41 adultos británicos sanos (de habla inglesa) de entre 18 y 44 años, sin dificultades de aprendizaje ni irregularidades cardíacas. Fueron expuestos a 40 muestras escritas entregadas como 160 muestras de discurso por cuatro oradores diferentes. La longitud de las muestras varió, al igual que los errores contenidos en ellas. Durante este ejercicio, se realizó un seguimiento continuo de su actividad cardiovascular, al igual que de la señal de su pulso de volumen sanguíneo (BVP). Posteriormente, los participantes también completaron encuestas calificando las muestras.
Como era de esperar, los resultados revelaron una correlación significativa entre las frases que contenían errores y una reducción de la VFC.
“El sistema nervioso autónomo (SNA) consta de dos partes: el sistema nervioso simpático (SNS) y el parasimpático (SNP)”, anotó Divjak. “En pocas palabras, el sistema nervioso simpático activa la respuesta de ‘luchar o huir’ durante una amenaza o peligro percibido; mientras que el sistema nervioso parasimpático controla las funciones de ‘descansar y digerir’ o ‘alimentar y reproducirse’ del cuerpo. Nuestros hallazgos muestran que este sistema también responde a las demandas cognitivas, y esto sugiere que el esfuerzo cognitivo repercute a través del sistema fisiológico en más formas de las que se pensaba anteriormente”.
El SNA también se observa durante las pruebas de detector de mentiras, que miden las respuestas fisiológicas que pueden resultar ante preguntas sobre información oculta.
“Las desviaciones de la normalidad lingüística desencadenan una clara reacción cardiovascular y, por lo tanto, revelan conocimiento lingüístico por parte del individuo sin necesidad de una articulación explícita”, señalaron los investigadores en el estudio. “Esta observación pone de relieve una nueva dimensión de la intrincada relación entre la fisiología y la cognición, lo que sugiere que el esfuerzo cognitivo repercute a través del sistema fisiológico en más formas de las que se pensaba anteriormente”.
Los resultados constituyen la primera evidencia que sugiere que la frecuencia cardíaca se puede utilizar como indicador del conocimiento lingüístico implícito.
“El conocimiento de nuestra lengua materna —añade Divjak— es en gran medida implícito, es decir, aprender tu lengua materna no exige que te sientes y estudies, y su uso no demanda mucha reflexión, si es que requiere alguna. Esto también significa que le resultará difícil precisar qué es exactamente correcto o incorrecto en una oración y, peor aún, explicar por qué es así, especialmente si no ha recibido formación lingüística formal. Sin embargo, evaluar con precisión las capacidades lingüísticas de una persona, independientemente de su edad y sus capacidades físicas o cognitivas, es importante para muchas preguntas relacionadas con áreas fundamentales de la vida relacionadas con la cognición, incluida la salud del cerebro. Este estudio nos proporciona un nuevo método para aprovechar aspectos de la cognición que no son directamente observables. Esto es particularmente valioso en el trabajo con usuarios de idiomas que no pueden expresar verbalmente su opinión debido a su corta edad, su edad avanzada o su mala salud”.
El estudio fue publicado en el Journal of Neurolinguistics.
Fuente: un artículo de Bronwyn Thompson publicado en el portal newatlas.com
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