El concepto de neoplasia puede no ser frecuente de escuchar en nuestra vida diaria y de hecho puede parecer desconocido para muchos, pero hace referencia a una realidad que habitualmente provoca una gran preocupación en la población: estamos hablando de la formación de neoplasmas, más conocidos como tumores.
Es por ello que resulta de gran importancia el análisis y estudio de este tipo de alteraciones, especialmente teniendo en cuenta que el cáncer sigue siendo a día de hoy uno de los principales desafíos de la medicina y una de las causas de muerte más común. En este artículo vamos a analizar qué es una neoplasia, su clasificación más habitual y posibles intervenciones que pueden llevarse a cabo para retirarlas.
La neoplasia
Se entiende por neoplasia a la formación o crecimiento descontrolado de algún tipo de tejido propio del organismo que se produce de manera anormal, autónoma y sin propósito, en forma incontrolada e irreversible. Se produce sin tener en cuenta al resto de tejidos, siendo independiente de estos.
Dicho crecimiento genera la presencia de una masa, el neoplasma o tumor, que compite con los tejidos y células normales. Si bien a veces aparecen debido a una estimulación determinada, el crecimiento continúa a pesar de que este cese. Pueden aparecer en cualquier órgano y en prácticamente cualquier persona, independientemente de su edad y condición.
En el cuerpo humano podemos encontrar tejidos que tienen una función específica dentro de un órgano y otros que actúan más bien de sostén de cara a permitir su funcionamiento. Todas las neoplasias poseen dos importantes componentes que son: el parénquima (formado por células transformadas o neoplásicas que en último término son aquellas que crecen y se reproducen), y el estroma (conjunto de tejidos que sirven de armazón fundamentalmente formado de tejido conectivo y vasos sanguíneos) que permite que se produzca dicho desarrollo tumoral.
La existencia de una neoplasia o formación de un tumor puede ser asintomática (especialmente si es benigna), pero en otros suelen generar alteraciones físicas, fisiológicas o incluso conductuales (por ejemplo, en el caso de los tumores cerebrales) que pueden estar relacionados con su existencia. El tipo de síntomas variarán según la localización y tipo de neoplasia de la que se esté hablando.
No obstante, hay que tener en cuenta que, la presencia de síntomas considerados como posibles indicadores no implica necesariamente la existencia de una neoplasia, ya que estos pueden deberse a una amplia variedad de condiciones —no todas ellas necesariamente clínicas—.
Podemos encontrar múltiples tipos de neoplasias, en función del tipo de tejido afectado, la presencia o ausencia de infiltración. Sin embargo, las más habituales son las que tienen en cuenta su grado de malignidad y/o el tipo de tejido que crece.
Tipos de neoplasias según benignidad o malignidad
Las neoplasias pueden catalogarse y clasificarse en diferentes grupos a partir de diversos criterios. Sin embargo, la clasificación más habitual y conocida es la que tiene en cuenta su grado de malignidad y capacidad de infiltración en otras zonas, diferenciándose dos grandes grupos de neoplasias.
Neoplasias benignas
Se considera benigna todo aquella neoplasma regular, localizada, que se autolimita o encapsula siendo su comportamiento no infiltrativo (es decir, que no invade el tejido colindante). Su crecimiento es relativamente lento, siendo las células que forman parte del tumor semejantes a las de los tejidos aledaños y estando claramente diferenciadas. La presencia de algún tipo de tumor benigno es bastante habitual a lo largo de la vida, siendo frecuentes los pólipos, quistes, adenomas, papilomas o fibromas entre otros muchos.
Por lo general, las neoplasias benignas son formaciones celulares que no tienen por qué causar graves alteraciones en el paciente, a menos que su presencia genere pinzamientos o compresiones de vasos sanguíneos u órganos relevantes (especialmente cuando se dan en un espacio cerrado como el cerebro, dentro del cráneo) o terminen por volverse malignas.
Neoplasias malignas
Las neoplasias malignas son aquellas en las que se forman tumores infiltrativos, que tienden a expandirse e invadir las estructuras a su alrededor y no se limitan. Se trata de crecimientos rápidos que afectan a los tejidos colindantes y los invaden, no autolimitándose y produciendo metástasis. Se pierde la diferenciación celular, no estando muy definidos los límites de la masa tumoral. Según evoluciona el tejido va pareciéndose menos a la estructura original.
Estamos hablando de lo que comúnmente se conoce como cáncer. Si no se trata termina causando el deceso del paciente en períodos de tiempo que pueden variar en gran medida, provocando frecuentemente hemorragias y muerte de los tejidos. Puede generar recidivas, es decir que si no son completamente eliminados pueden llegar a crecer de nuevo pese a ser extirpados. El grado de infiltración, así como su velocidad de expansión y crecimiento, y la extensión y el grado de diferenciación de sus células puede llegar a ser muy variable. En este sentido podemos encontrar diversas subclasificaciones, que revisaremos brevemente en este artículo.
Clasificación según el tejido neoplásico
Otra posible clasificación es según el tipo de tejido en que aparezca la neoplasia. En este sentido podemos establecer una gran cantidad de categorías, pudiendo encontrar tanto neoplasias benignas como malignas en prácticamente todos los tipos. Destacan los siguientes grupos.
Este tipo de tumores se da en tejidos de tipo adiposo, cartílago, hueso o tejido fibroso. Por ejemplo, el fibroma o el osteosarcoma.
Se trata de tumores o neoplasias que se producen en los vasos sanguíneos, linfáticos o en las meninges. Así, el meningioma o el hemangioma son ejemplos.
Se produce una proliferación descontrolada de células sanguíneas, linfáticas o del sistema inmune. El tipo más conocido es la leucemia. En este caso son todos malignos.
Este tipo de neoplasia se da o en la piel o en el tejido epitelial existente en diferentes órganos, glándulas y conductos. Carcinomas (incluyendo el conocido melanoma) o papilomas son frecuentemente conocidos por la población.
Causas
No se conocen con exactitud los motivos por los que determinadas células empiezan a multiplicarse en forma descontrolada. Y es que en realidad no existe una única causa para la aparición de una neoplasia, sino que estas tienen un origen multifactorial.
Aspectos como la presencia de determinados trastornos o enfermedades, la dieta, la incorporación de determinadas sustancias químicas contaminantes por parte del organismo, la vida sedentaria, la exposición a radiación o la predisposición genética son variables que se han vinculado a su aparición.
También influyen las vivencias, los estilos de afrontamiento del estrés (algunos predisponen al cáncer, como aquellos que reprimen emociones negativas y se inhiben) o la personalidad.
Sin embargo, hay que tener presente que ninguno de dichos factores explica la aparición del cáncer en sí. Por ejemplo, pese a que puede existir una predisposición genética, en su mayoría se producen de forma esporádica.
Posibles tratamientos
Existen una gran cantidad de posibles tratamientos a aplicar en caso de neoplasia, siendo por lo general la extirpación del tumor y/o la aplicación de quimio o radioterapia para destruir el tumor o los restos que puedan quedar de este.
Una gran parte de los neoplasmas benignos son retirados quirúrgicamente, a menos que su nivel de riesgo sea bajo y la extracción en sí pueda causar otros problemas (por ejemplo, causar daños en la visión en un tumor ocular). Aunque el neoplasma detectado sea benigno, siempre va a ser necesario someterse a un control médico periódico de cara a prevenir que pueda llegar a transformarse en maligno o crecer en exceso provocando diferentes tipos de molestias y problemas.
En lo que respecta a las neoplasias malignas o cánceres, el procedimiento es semejante. La cirugía suele aplicarse antes o después, así como también la quimioterapia y/o la radioterapia con tal de reducir y destruir el tumor o los posibles restos tumorales. No es infrecuente el uso de la inmunoterapia o la terapia hormonal. En algunos casos puede ser necesaria la ablación de partes del organismo con alto riesgo de infiltración, como ocurre en el cáncer de mama con la mastectomía. Por desgracia, dependiendo del grado de expansión y la fase en que esté el cáncer, el tratamiento puede no llegar a servir para curar al paciente, este actúa únicamente enlenteciendo su avance o incluso ofreciéndose tratamientos paliativos.
También resulta recomendable, al menos cuando hablamos de un cáncer o de una neoplasia benigna pero que deja secuelas (como por ejemplo una que se produzca en el cerebro), actuar a nivel psicológico. Hay que tener en cuenta que el diagnóstico de una neoplasia supone un duro golpe para quien lo recibe y para su entorno.
El sujeto puede llegar a aislarse o a ser aislado, a asumir una actitud pasiva, padecer ansiedad y depresión o negar su estado y no querer tratarse, entre otras posibilidades. De este modo el uso de diversos tipos de terapia psicológica puede servir para facilitar la adscripción al tratamiento, mejorar el estado físico y mental del paciente, impedir y disminuir los efectos de posibles síntomas depresivos y ansiosos, favorecer la expresión emocional y la actividad o incluso desensibilizar al sujeto de los síntomas secundarios de este (es común que persistan náuseas y vómitos tras las quimioterapias debido a la asociación de comida con el malestar que genera el tratamiento).
El tratamiento psicológico
En caso de cáncer el tipo de terapia psicológica dependerá de la fase de la enfermedad y de las características del paciente. Por ejemplo, suele ofrecerse a quienes lo padecen asesoramiento, información y estrategias de afrontamiento. También se busca ayudar a mejorar la sensación de control sobre los síntomas y el propio estado físico con recursos como las técnicas de relajación, desensibilización sistemática, terapia de visualización o la terapia psicológica adyuvante (busca que el paciente tenga un afrontamiento activo y mejore su sensación de control para optimizar su respuesta inmune).
Asimismo, resulta esencial la psicoeducación para el paciente con cáncer y su entorno. También puede resultar de gran ayuda el uso de terapias expresivas que reflejen sus sentimientos y miedos, y la reestructuración cognitiva para luchar contra creencias irracionales o lesivas.
Fuente: una investigación de Oscar Castillero Mimenza publicado en el portal psicologiaymente.com
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