El foco de la preocupación es la amígdala, una estructura en forma de almendra situada junto al hipocampo que se asocia con respuestas emocionales como el miedo y la ansiedad. “Es el corazón y el alma del sistema nervioso: detecta una situación peligrosa y hace que reaccionemos”, afirma el doctor Joseph LeDoux, profesor titular de ciencias en la Universidad de Nueva York, quien ha dedicado la mayor parte de su carrera a estudiar la ansiedad y el cerebro.

Dos áreas de la amígdala generan reacciones. El núcleo lateral procesa la información sensorial asociada con la ansiedad, por ejemplo, al oír un sonido extraño o no poder ver con claridad; y el núcleo central, activado por el estímulo, envía una señal al sistema motor para que este se “congele”. También desencadena la liberación de hormonas del estrés, lo que afecta al sistema nervioso autónomo, que regula la respiración, la frecuencia cardíaca y la presión arterial. El resultado de toda esta actividad es sentirse ansioso, comenta el doctor LeDoux, quien también es director del Instituto del Cerebro Emocional de la Universidad de Nueva York.

Algunas personas se quedan en estado de “congelación”, de modo que cada vez que se encuentran con el mismo estímulo, entran en pánico. “Hemos visto eso en estudios con animales. La mayoría de las ratas, cuando reciben una descarga eléctrica, reaccionan moviéndose a otro lugar”, señala. “Pero algunas ratas simplemente recibieron la descarga una y otra vez. Se quedaron congeladas o atascadas”. No obstante, el doctor LeDoux pudo finalmente alterar la reacción de los animales al eliminar una parte de sus núcleos centrales.

Los ansiolíticos, dice LeDoux, son una solución provisional. “Los medicamentos contra la ansiedad hacen que las personas sean menos reactivas, lo que en realidad no resuelve el problema”, anota. Lo compara con cenar en un restaurante donde la música está demasiado alta. “Los medicamentos pueden hacer que uno reaccione menos al volumen, pero no cambiarán el hecho de que el sitio sea demasiado ruidoso”.

Según el doctor LeDoux, una mejor manera de tratar la ansiedad podría ser reducir el estado general de excitación en la amígdala y las reacciones conductuales resultantes. “Un método para lograrlo es encender una luz en el ojo de una persona tan rápido que ni siquiera se dé cuenta de que está ahí”, explica. “Este estímulo llega a la amígdala y la activa de manera inconsciente. Si lo repites una y otra vez, estás entrenando a la amígdala para que no reaccione de la misma manera”.

Se han realizado varios estudios sobre la asociación entre la luz y la amígdala, incluido uno publicado en Frontiers in Psychology en 2021, el cual encontró que la técnica del flash es eficaz para reducir la viveza y la reacción emocional ante los recuerdos perturbadores. Si se puede modificar la reacción de la amígdala, indica el doctor LeDoux, las personas pueden dar los primeros pasos para vencer la ansiedad.

Fuente: un artículo publicado en el portal www.brainandlife.org

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