Mente y cuerpo no son dos realidades separadas, aunque por mucho tiempo en la medicina así se han tratado. Numerosos estudios han demostrado cómo los traumas psicológicos acaban modificando no solo la estructura del cerebro sino también otros aspectos físicos. Bessel van der Kolk, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston y director de la Red Nacional de Tratamiento de Trauma Complejo de Estados Unidos, explica esa relación en su libro El cuerpo lleva la cuenta, publicado por Editorial Eleftheria. Revisemos a partir del contenido de esta interesante entrevista el aporte de este científico.
PREGUNTA. A pesar de su importancia, el cerebro era hasta hace poco uno de los órganos más desconocidos. ¿Ha cambiado esto gracias a disciplinas como la neurociencia?
RESPUESTA. Fui de los primeros en hacer estudios de neuroimagen para saber qué pasa en el cerebro cuando hay un trauma. Descubrimos cosas interesantes que legitimaban lo que habíamos visto en la práctica clínica. Gracias a la neurociencia pudimos interpretar lo que les ocurría a las personas y lo que veías en la clínica; así podíamos explicar a estos pacientes lo que les estaba pasando. Lo irónico es que nos pudo haber ido igual de bien sin la neurociencia. Porque la realidad clínica estaba ante nosotros, y nos tomamos más en serio lo que nos dice una neuroimagen que lo que nos cuenta un paciente.
P. ¿No es importante entonces la investigación en neurociencia?
R. Participo en todos los grupos de internet que hay de neurociencia y cada día hay un estudio nuevo que muestra lo que sucede en el cerebro por culpa de los traumas psicológicos. Y mi reacción es que eso ya lo vimos con anterioridad varias veces. La gente sigue poniendo el énfasis en el mismo tema una y otra vez. Los recursos están destinándose a cosas que ya sabemos, pero la práctica clínica no está cambiando.
P. ¿Cómo puede llegar a modificar el cuerpo los traumas psicológicos?
R. En un estudio sobre cómo las experiencias adversas en la infancia afectaban a largo plazo, con más de 25.000 participantes, se demostró que estar expuesto al maltrato reduce tu expectativa de vida un 10%, incrementa la posibilidad de que tengas asma en un 50%, y afecta a las funciones neuroinmunológicas. Es posible que estos cambios se puedan revertir, pero es difícil obtener financiación para realizar estudios que lo demuestren. Pero hemos sido exitosos en probar que se pueden cambiar los síntomas mentales y las actitudes comportamentales con prácticas como el mindfulness (la capacidad humana básica de poder estar en el presente y de reconocer lo que está sucediendo). Yo tengo un estudio en el que el 80% de mis pacientes se volvieron asintomáticos completamente, aunque el índice de cortisol no variaba. Ahora nos preguntamos si la inversión tan grande que se está haciendo en neuroimagen merece la pena para el tratamiento del trauma o es mejor invertir ese dinero en otras prácticas que han mostrado beneficios para los pacientes.
P. ¿Es posible que los hijos hereden los traumas de los padres?
R. Los estudios sobre epigenética (que analiza las modificaciones en la expresión de genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN y que son heredables) están confirmando lo que hemos visto en la práctica clínica durante años. Ahora tenemos una confirmación y eso es bueno. Pero la pregunta es: ¿cómo va a beneficiar esto a los pacientes?, ¿cómo impides el traspaso de las vulnerabilidades biológicas de una generación a otra? Se sabe que las madres traumatizadas pasan su angustia a sus hijos. Yo creo que es mejor destinar la inversión a ayudar a estas personas para que sepan cómo calmarse para poder sostener a su bebé de manera segura en sus brazos. ¿Es que todavía necesitamos otro estudio para ver cómo el trauma cambia tus genes?
P. ¿En qué podría modificarse esa práctica para adecuarse mejor a la realidad de los pacientes?
R. Un ejemplo: dirigí una serie de tres estudios que demostraban la eficacia del yoga en el tratamiento del estrés postraumático. Su efecto era mucho más amplio que el de cualquier medicación. Pero ninguna empresa farmacológica se va a transformar para fomentar el yoga. Yo me pregunto si los resultados de estos estudios tienen alguna importancia o si son una recompensa de las farmacéuticas a los médicos.
P. En general se muestra bastante crítico con un enfoque basado solo en la farmacología.
R. También hice los primeros estudios con sertralina y fluoxetina para el estrés postraumático. Había algo de mejoría, pero sus resultados eran muy modestos. Desde aquella época cualquier intervención farmacológica para tratar el estrés postraumático también tuvo resultados modestos. Esto no ha impedido que las diferentes corrientes psiquiátricas inunden de fármacos a los pacientes. Cuando sabemos que hay intervenciones mucho más efectivas, como algunas terapias de orientación psicosomática corporal.
P. ¿Cuál es entonces la alternativa que propone?
R. Hay que sensibilizar más sobre el trauma y poner el acento en los primeros cuidados infantiles. Dar recursos a las familias para educar adecuadamente a sus hijos y también a las escuelas para que sepan cómo gestionar y cómo ayudar a los niños. Es necesario más énfasis en prevenir el trauma que no en tratarlo después. Y esto pasa por un enfoque médico más integrativo. No basta con decirle al paciente que tiene que ir al gimnasio o hacer yoga. Hemos de traer al centro de salud el gimnasio y que sea allí donde haga esas prácticas. Es un tema cultural en el que hay que trabajar mucho.
Fuente: una entrevista de Miguel Ramudo publicada en el portal www.diariomedico.com
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