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¿Por qué los neurólogos prescriben tomografías computarizadas, resonancias magnéticas y tomografías por emisión de positrones a sus pacientes?

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La tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (IRM) y la tomografía por emisión de positrones (PET) toman imágenes del cuerpo.

Una tomografía computarizada utiliza rayos X y tecnología informática; una resonancia magnética utiliza imanes y ondas de radio, y una tomografía por emisión de positrones utiliza trazadores radiactivos. Los dispositivos de una TC y una IRM producen imágenes fijas, mientras que una tomografía por emisión de positrones observa la actividad metabólica de un órgano o tejido, lo que puede ayudar a distinguir entre tejido normal y un tumor, por ejemplo.

Los neurólogos se basan principalmente en tomografías computarizadas y resonancias magnéticas para ayudar a diagnosticar y tratar muchas afecciones neurológicas, incluidas la esclerosis múltiple, los accidentes cerebrovasculares, las hemorragias cerebrales, los tumores cerebrales, las hernias discales, las enfermedades o daños en la médula espinal y las lesiones cerebrales traumáticas.

Las tomografías computarizadas, que se pueden completar en dos minutos, se realizan por lo general en los departamentos de emergencia cuando se sospecha que se ha producido una lesión en la cabeza o un accidente cerebrovascular, y para detectar de inmediato si existe una hemorragia, un tumor u otras lesiones. A diferencia de una radiografía tradicional del cráneo, una tomografía computarizada también muestra al cerebro mismo.

Si la exploración mediante TC muestra una hemorragia en un paciente con un posible accidente cerebrovascular, los médicos no pueden utilizar un fármaco anticoagulante, ya que este puede provocar mayor riesgo de sangrado. Si los resultados no son concluyentes o son preocupantes, los médicos realizarán un seguimiento con una resonancia magnética.

Al evaluar a los pacientes con convulsiones, los neurólogos pueden solicitar una tomografía computarizada y, si es necesario, una resonancia magnética para descartar causas subyacentes, como un tumor, un absceso, sangrado en el cerebro u otra cosa. Para diagnosticar la epilepsia, los neurólogos utilizan un electroencefalograma (EEG), en el que se colocan electrodos en el cuero cabelludo para medir la actividad eléctrica.

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Para examinar la columna vertebral o el cerebro en busca de lesiones, enfermedades o problemas estructurales, los neurólogos suelen solicitar una resonancia magnética, que examina los nervios y otros tejidos blandos, y que proporciona también imágenes más detalladas que una tomografía computarizada. Y como no se utilizan rayos X, no hay exposición a la radiación.

La resonancia magnética es el método preferido para diagnosticar y controlar la esclerosis múltiple. Se puede inyectar gadolinio, un medio de contraste, antes de una resonancia magnética para mejorar la visibilidad del cerebro, la médula espinal y los vasos sanguíneos. Si los pacientes tienen reacciones alérgicas al tinte, sus médicos pueden recetar esteroides o Benadryl.

Las tomografías por emisión de positrones (PET) se utilizan principalmente para identificar el cáncer, pero también pueden ayudar a diagnosticar la enfermedad de Alzheimer y, en ocasiones, los tumores cerebrales. Algunas aseguradoras requieren una exploración PET en pacientes con síntomas de demencia, a quienes se les puede recetar un tratamiento antiamiloide en la etapa inicial de la enfermedad de Alzheimer; de hecho, este examen permite detectar las placas amiloides características del trastorno.

Las tomografías computarizadas suelen durar entre dos y quince minutos, mientras que las exploraciones por emisión de positrones y las resonancias magnéticas pueden durar entre cuarenta y cinco minutos y dos horas. Las tres pruebas requieren que los pacientes permanezcan inmóviles sobre una mesa motorizada que se mueve hacia un escáner tubular o con forma de rosquilla.

Cualquier movimiento de los pacientes puede desenfocar las imágenes y hacer necesario repetir la exploración. Los pacientes usan protección auditiva para una resonancia magnética porque el procedimiento implica ruidos fuertes.

Los pacientes que se sometan a una resonancia magnética o una tomografía computarizada deben quitarse todos los objetos metálicos, como collares, llaves y relojes. Los objetos metálicos pueden ser absorbidos por el mecanismo magnético de la resonancia magnética y dañarlo, y lesionar a los pacientes en el proceso. El metal puede aparecer en una tomografía computarizada, lo que dificulta la interpretación de las imágenes.

Es posible que las personas que tienen marcapasos, implantes o balas no extraídas no sean candidatas para una resonancia magnética debido a la fuerte fuerza magnética de la máquina. Por ello, deben comentar de antemano a su médico sobre cualquier implante que tengan, incluidos los dentales.

En casos excepcionales, los tatuajes han resultado problemáticos durante una resonancia magnética. El óxido de hierro de la tinta puede interactuar con las ondas de radio de la resonancia magnética y provocar irritación o ardor en la piel. La ubicación y el tamaño del tatuaje pueden determinar si este tipo de exploración es segura.

Las personas que sufren claustrofobia en un escáner de resonancia magnética deben hablar con sus médicos sobre la posibilidad de tomar medicamentos para aliviar la ansiedad, y preguntar si alguien puede acompañarlas durante la prueba. Adicionalmente, los técnicos están en posibilidad de comunicarse con los pacientes o reproducir música durante el examen para ayudarlos a relajarse.

Antes de la prueba, los pacientes deben traer las órdenes médicas debidamente firmadas por sus médicos tratantes y la información de contacto del especialista que recibirá el informe de las imágenes.

Fuente: un artículo de Ralph Józefowicz, MD, FAAN, publicado en el portal www.brainandlife.org

 

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