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El uso de un botón de alerta para combatir a los “antienmascaradores”, cuando por el cáncer eres un paciente inmunocomprometido

Durante más de dos años, prácticamente los únicos refugios seguros para pacientes con cáncer y personas mayores fueron los consultorios médicos y el transporte público.

¿Se acabó la pandemia? Algunos de mis proveedores de atención médica así lo creen. “Nada de qué preocuparse”, parecen decir. “Sigamos adelante”.

A fines de junio, tuve dos citas que pusieron mi mundo patas arriba. La primera fue con un especialista, donde inocentemente entré por la puerta de una oficina sin mascarilla. Obedientemente, me puse la mía y pedí que la enfermera y el médico se pusieran la suya. Hicieron una gran escena antes de cumplir a regañadientes con mi pedido.

Una semana después, mi cita con otro especialista también me tomó por sorpresa. Yo era quizás uno de cada siete pacientes que se cubrían la cara, pero los médicos, las enfermeras y el resto del personal, no. Mantuve la boca cerrada esta vez, no queriendo revolver la olla.

La cuestión es que ninguna decisión en la práctica había anunciado un cambio en la política de enmascaramiento con anticipación. Durante mucho tiempo instalado en mi mundo “promascarilla”, me sentí como alguien despertando a experiencias nuevas e inquietantes.

El hecho cierto es que, como sobreviviente de cáncer, y además anciano, tengo el doble de riesgo de contraer coronavirus. Al momento de escribir este artículo, muchos estadounidenses morían todos los días o eran hospitalizados con COVID-19. Sin duda, la tasa de mortalidad por el coronavirus se ha reducido drásticamente, rondando recientemente en una décima parte durante el peor período de la variante omicron.

Dado que aún no estamos completamente fuera de peligro, ¿qué está causando este cambio repentino de pandemia a endemia?

Tal vez mi vecino anciano y amigo acertó cuando lacónicamente me dijo: “Ron, hay poco o nada que podamos hacer al respecto. Simplemente están reduciendo la manada”.

O, tal vez, la libertad de ir a cara descubierta sin repercusiones o sin culpa de contagiar a otros, ahora pesa más que la precaución que una vez se ejerció para que todos respiremos con más facilidad.

Hacia adelante

En resumen, tanto en los Estados Unidos como en algunos países, parecería haberse superado la COVID-19. Durante más de dos años, prácticamente los únicos refugios seguros para pacientes con cáncer y personas mayores fueron los consultorios médicos y el transporte público. Afortunadamente, una excepción notable para mí ha sido el hospital local donde me realizaron una colonoscopia a mediados de este año. Todos los pacientes, médicos y miembros del personal usaban mascarillas. ¡Esto se sintió como un pedazo de cielo!

Y tengo que enviar en justicias algunas felicitaciones a mi médico de familia. Durante mis chequeos, tanto él como su personal no me decepcionaron en la causa de “enmascaramiento”. ¡Todos se vistieron apropiadamente y nunca dejaron que la mascarilla se les resbalara debajo de la nariz!

Pero día a día, en mis salidas para comprar comestibles y cubrir otras necesidades, es raro incluso encontrar compradores que hayan optado por cubrirse la cara.

¡Defiéndete!

La forma en que estoy luchando contra esta locura probablemente sea demasiado poco y demasiado tarde, pero los pacientes con cáncer tienen el derecho y el deber de hablar. Por lo tanto, últimamente comencé a usar un botón grande de “inmunocomprometido” cuando me aventuro en público. Y, a decir verdad, ha llamado la atención de algunas almas corteses y sensibles.

En la tienda de comestibles, algunos clientes notaron mi botón rojo brillante en la solapa, y respetaron los dos metros de distancia sugerida, incluso en un caso colocándome al frente de la fila para ingresar al baño público. Esa es una pequeña ganancia a mi favor. La mayoría de las veces, nuestro distanciamiento social abandonado hace mucho tiempo—, se ha convertido en compartir menos de dos metros de proximidad en nuestro apresurado mundo.

Soy realista, no creo ni por un minuto que la mayoría de mis compañeros compradores nos respetarán a mí y a otros en idénticas circunstancias como yo en nuestra lucha por exigir aire libre de virus.

Pero nosotros, los pacientes con cáncer, podemos soñar con un cambio significativo mientras hacemos nuestro mejor esfuerzo para sobrevivir. ¿Mi consejo? ¡No olvides ponerte el botón antes de salir de casa! Prevenir es siempre una clave positiva cuando se trata de capitalizar salud para todos.

Fuente: un artículo de Ron Cooper publicado en el portal www.curetoday.com

 

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