Si hay una hormona famosa es, sin duda, la oxitocina. Salta con frecuencia a los medios de comunicación por su “papel” estelar en las relaciones de pareja y se ha ganado el apelativo de “hormona del amor”. Su fama se la ha ganado a pulso, porque a lo largo de la evolución de nuestra especie, y la de otros mamíferos, ha desempeñado, y desempeña, muchas labores.
Esta pequeña y primitiva molécula compuesta solo por nueve aminoácidos empezó su “carrera” en la evolución encargándose de mantener el balance adecuado de sal y agua. Luego pasó a ocuparse de las conductas reproductoras y maternales; de las relaciones interpersonales, de pareja, con la familia, amigos… Y a medida que los tiempos cambian, sigue ampliando sus funciones. A medida que los hombres se involucran más en el cuidado de los hijos, la neurociencia ha comprobado que la oxitocina también está detrás.
Hoy vuelve a ser noticia, porque la revista Hormones and Behavior publica los resultados de un estudio que explora la influencia de la oxitocina y la vasopresina –otra hormona relacionada a la vinculación social– en las relaciones de los hombres con sus hijos.
Este último trabajo, de la Universidad de Emory, muestra el aumento de la oxitocina en regiones del cerebro asociadas con la recompensa y la empatía de los padres que ven fotos de sus niños pequeños. Se sabía que esto ocurre cuando las madres ven las imágenes de sus hijos, pero hasta ahora se desconocía que en el cerebro de los hombres se produjera la misma reacción.
“Nuestros resultados se suman a la evidencia de que los padres, y no solo las madres, experimentan cambios hormonales que pueden facilitar el aumento de la empatía y la motivación para cuidar a sus hijos”, explica el autor principal James Rilling, un antropólogo de la Universidad de Emory que dirige el Laboratorio de neurociencia darwiniana. “También sugieren que la oxitocina, conocida por desempeñar un papel en la vinculación social, algún día podría ser utilizados para normalizar los déficits en la motivación paterna, como en los hombres que sufren de depresión posparto.” Y es que ellos, también se pueden deprimir tras el nacimiento de un hijo, como ha demostrado algún estudio, una experiencia que es sin duda una prueba de fuego incluso para los hombres más curtidos en profesiones de riesgo.
Y ahora, no únicamente se les cae la baba cuando ven a sus pequeños haciendo gracias, sino que incluso una foto de su retoño provoca en ellos la misma reacción que en las madres. La brecha entre las funciones femeninas y masculinas en el cuidado de los hijos, se estrecha cada vez más. De hecho, cada vez más estudios demuestran que la participación paterna juega un papel crucial en la reducción de la mortalidad y la morbilidad infantil, y mejora los resultados sociales, psicológicos y educativos de los pequeños.
Sin embargo, no todos los padres evolucionan de acuerdo con los tiempos que vivimos, y algunos, cada vez menos, se resisten a participar estrechamente en el cuidado de sus hijos. Por eso Rilling, asegura estar “interesado en comprender por qué algunos padres están más involucrados en el cuidado de los niños. Con el fin de comprender plenamente la variación en los cuidados, necesitamos una imagen clara de los mecanismos neurales que apoyan el comportamiento”, explica
La oxitocina, en particular, se ha considerado tradicionalmente una hormona materna ya que se libera en el torrente sanguíneo durante el parto y la lactancia y facilita el nacimiento del bebé, la producción de leche y el vínculo madre hijo. Sin embargo, ahora se sabe que los hombres también pueden sufrir cambios hormonales cuando se convierten en padres, incluido el aumento de la oxitocina. La evidencia muestra que, en los hombres, la oxitocina facilita la estimulación física de los lactantes durante el juego, así como la capacidad de sincronizar sus emociones con las de sus hijos.
Con el fin de investigar los mecanismos neurales implicados en la oxitocina y la conducta paterna, el laboratorio Rilling utiliza imágenes de resonancia magnética funcional para comparar la actividad neural en hombres con y sin dosis extra de oxitocina, administrados a través de un aerosol nasal. Los participantes en el experimento fueron los padres de niños sanos, entre uno y dos años. Mientras se les sometía a escáneres cerebrales con resonancia magnética funcional, a cada participante se le mostró una foto de su hijo, una foto de un niño que no conocía y otra foto de un adulto desconocido.
Oxitocina como terapia
Cuando veían una imagen de sus hijos, los participantes a los que se administró oxitocina mostraron significativamente mayor actividad neuronal en los sistemas cerebrales asociadas con la recompensa y la empatía, en comparación con el placebo. Este incremento de actividad (en el núcleo caudado, corteza cingulada anterior dorsal y la corteza visual) sugiere que las dosis de oxitocina pueden aumentar los sentimientos de recompensa y de empatía en los padres, así como su motivación para prestar atención a sus hijos.
Sorprendentemente, los resultados del estudio no mostraron un efecto significativo de la vasopresina sobre la actividad neural de los padres, en contra de los resultados de algunos estudios previos en animales. A la vasopresina se la atribuye en los hombres una función similar a la oxitocina en las mujeres, en lo que al cuidado de la prole se refiere. En los ratones de campo que se emparejan de por vida, por ejemplo, se ha demostrado que la vasopresina promueve tanto el vínculo de pareja como el cuidado paterno.
Sin embargo, parece que es la oxitocina la que se encarga de esa importante labor en ambos sexos: “Puede ser que la evolución haya llegado a diferentes estrategias para motivar el cuidado paterno en diferentes especies”, opina Rilling.
En 2014, un estudio publicado en PNAS descubrió que en los varones que ejercían como cuidadores principales del bebé se activaban las mismas zonas del cerebro que en las mujeres, ante la llegada de un recién nacido. En particular, había una respuesta semejante en las zonas del cerebro implicadas en las interacciones sociales, sobre todo las relacionadas con el procesamiento de la mirada y otras señales sutiles que dan pistas de hacia donde dirigen la atención los otros y qué pueden estar necesitando. Y, lo más interesante, las conexiones entre las estructuras relacionadas con estos cuidados era más intensa cuanto más tiempo empleaba el padre en el cuidado directo del bebé.
Según los últimos descubrimientos de la neurociencia, los varones no tienen excusa para desentenderse del cuidado estrecho de los hijos. Su cerebro tiene una gran plasticidad para integrar las redes emocionales (más antiguas), propias del cerebro femenino, con las sociocognitivas, más activadas en el cerebro masculino. Con ello logran una mayor conexión con el bebé que les permite estar más atentos a sus necesidades.
Fuente: un artículo de Pilar Quijada para www.abc.es
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