El párkinson no es un problema exclusivo del cerebro. Afecta al conjunto del organismo y a menudo se anuncia con síntomas tan aparentemente ajenos al sistema nervioso central como arritmias y otras complicaciones cardiacas. Un equipo del Instituto de Investigación Sanitaria Biocruces firma este hallazgo, que está llamado a cambiar el abordaje de la enfermedad, a través de sus autores, los especialistas Juan Carlos Gómez Esteban, coordinador del área de Enfermedades Neurodegenerativas de Biocruces, y la investigadora Beatriz Tijero Merino.
«Hemos visto que determinados problemas de salud son el anuncio temprano del comienzo de la enfermedad. Muchos años antes de que empiecen los temblores, los pacientes presentan arritmias, problemas de estreñimiento y pérdida del sentido del gusto que alertan de lo que va a ocurrir», afirma el experto del centro investigador del hospital de Cruces. «En la próxima década es muy posible que dispongamos ya de vacunas capaces de detener el avance de la patología. Si somos capaces de detectar y controlar los síntomas antes de que comience el daño cerebral habremos dado un paso de gigante contra el párkinson».
El hallazgo que Biocruces rubrica en colaboración con un centro de Nueva York es el resultado de la tesis doctoral de Beatriz Tijero. Su trabajo partió de una evidencia: el 80% de los afectados, aproximadamente, se ven incapaces de elevar su frecuencia cardiaca por encima de las 80 o, como mucho, 90 pulsaciones por minuto. Por mucho ejercicio que hagan y escaleras que suban, no lo consiguen. ¿Por qué ocurre así?
Gómez y Tijero hallaron la respuesta a esta pregunta. La enfermedad, según cuentan, se produce por la excesiva acumulación de una proteína, la sinucleína, que destruye las neuronas. Este fenómeno no sólo se da en las neuronas del cerebro, sino también en las llamadas periféricas, «que están en el corazón y provocan arritmias; en el colon, y por eso hay estreñimiento; y a nivel urogenital; y por ese motivo aparecen problemas de la orina».
El análisis de un grupo de pacientes pertenecientes a una misma familia genética con párkinson les llevó a demostrar que la enfermedad de todos los afectados, el 100%, arrancó con una arritmia cardiaca. Es decir, no toda arritmia termina en párkinson, pero el mal -según se sabe ahora- debuta siempre con un fallo en la regularidad de los latidos del corazón.
Neuronas en juego
Pruebas de medicina nuclear revelaron que los corazones de los pacientes, en comparación con las personas sanas, estaban ‘fríos’, «pelados» de los nervios necesarios para que el músculo cardiaco se contrajera. El hallazgo de Biocruces coincide con el desarrollo de una vacuna capaz de contener el avance de la enfermedad y que, de momento, ha dado buenos resultados en animales y también el primer grupo de voluntarios sanos. Falta por ver si funciona en los afectados. «Es posible frenar el avance de la patología en los próximos diez años. La cura no la conoceremos, pero sí la detendremos cuando sea tan solo una arritmia».
La dolencia se ha caracterizado tradicionalmente por tres síntomas relacionados con la movilidad de los pacientes, que son el temblor, la rigidez muscular y la lentitud. Los investigadores vascos sostienen que ese paradigma ya no es suficiente. «Si nos quedamos a esperar esos indicadores, habremos perdido la mitad de las neuronas del área dopaminérgica», advierten los expertos.
Fuente: Elcorreo.com