Una afirmación es una declaración en tiempo presente que se escribe o repite verbalmente de forma regular, con el fin de modificar nuestros patrones de pensamiento, y hacer cambios o manifestar lo que deseamos en nuestra vida.
Por ejemplo: “El dinero fluye con facilidad en mi vida”, “tengo salud perfecta y me siento cómoda con mi cuerpo”, “todo está bien en mi mundo”, “estoy protegido”, etcétera.
La primera vez que escuché sobre esta técnica hace algunos años, me pareció algo sacado de un libro de esoterismo o magia y no hice mucho caso. Pero al investigar un poco más sobre el tema, desde el punto de vista neurológico y lingüístico, todo fue tomando sentido.
¿Cómo funcionan las afirmaciones?
Todo está relacionado con el poder de la palabra. Usamos el lenguaje para definir, dar forma, entender y dar sentido a nuestro mundo, de la misma forma que nos permite darnos a entender y expresar nuestras ideas y nuestro universo interior.
Cada palabra posee una energía propia, connota y denota. Al expresarnos con las palabras creamos mundo y damos sentido a lo que vemos en el mundo exterior.
Además de esto, cuando expresamos una idea, esta no solo se manifiesta en el plano etérico, sino que también tiene una expresión física en nuestro cerebro; cada pensamiento y cada palabra se manifiesta como sinapsis (conducciones del impulso eléctrico y químico de nuestras neuronas) creando una red neuronal que nos permite pasar de la idea a la acción: del cerebro a nuestras glándulas endócrinas, músculos, órganos, etcétera.
¿Eso qué significa? Imagina o recuerda cuando aprendiste a andar en bicicleta o a manejar un auto. Era una acción nueva para ti y seguramente tuviste que practicar, caerte y pasar mucho tiempo desarrollando la nueva habilidad antes de que lo pudieras hacer en automático.
Las nuevas acciones implican el crear nuevas conexiones nerviosas que contengan la ruta de las acciones que debemos llevar a cabo para cumplir nuestra meta; es decir, establecer la unión que va de la orden que da nuestro cerebro de mover una pierna hacia el músculo de la pierna, por ejemplo.
Una vez que hemos llevado a cabo esa acción nueva muchas veces, entonces nuestras neuronas se van uniendo hasta establecer una ruta conocida, que será la que transitaremos en “modo automático” cada vez que le demos la orden a nuestro cerebro.
Lo mismo sucede con las palabras y los pensamientos: si yo repito una y otra vez, ya sea mental o verbalmente una idea, entonces mi cerebro creará la ruta para establecer el modo automático. Pero no solo se queda ahí, tu cerebro es como una computadora que toma lo que piensas y dices como una orden.
Eso quiere decir que si tú dices: “la vida es difícil”, tu cerebro se dedicará a buscar en el mundo exterior experiencias que concuerden con esta afirmación y por lo tanto inevitablemente te encontrarás en la vida con situaciones que te confirmen ese pensamiento y dirás: “ves, ya decía yo que la vida es difícil”, y el círculo crítico nunca termina…
Además de esto, hay que tomar en cuenta que para funcionar en la cotidianeidad nuestro cerebro debe a veces ser un poco holgazán. Él va a utilizar las rutas ya establecidas para llevar a cabo las acciones del día a día; no podríamos vivir si cada estímulo que recibimos y acción que llevamos a cabo se tomara como una novedad, porque eso implicaría estar constantemente reconfigurando nuestras rutas, creando nuevas conexiones y acabaríamos exhaustos.
No hay forma de procesar cada estímulo que recibimos del mundo en nuestro día a día como un nuevo aprendizaje. La energía que eso implica se guarda para casos de emergencia, por así decirlo.
Entonces si ya hay un camino establecido, automáticamente nos vamos por ahí y entonces el mundo se manifiesta para nosotros de esa forma.
¿Cómo puedo cambiar las rutas de mi cerebro?
Una forma de hacerlo surge precisamente a partir de las afirmaciones, obviamente positivas. Lo que haces al repetir en voz alta una declaración o pensarla una y otra vez, es crear nuevas conexiones neuronales y darle a tu cerebro nuevas órdenes.
El primer paso es analizar y observar qué te estás diciendo a ti mismo, acerca de ti, la vida, el mundo y los demás. Una forma es ver qué está manifestado en tu vida: si te enfrentas constantemente a problemas económicos, observa qué piensas sobre el dinero; si hay en tu vida conflictos de pareja, analiza qué creencias tienes sobre la vida en pareja, los hombres y las mujeres; si tu situación difícil es el trabajo, reflexiona sobre las ideas que tienes acerca de la vida laboral. ¡Ahí están las respuestas!
Una vez que hayas identificado las creencias detrás de estas afirmaciones, es hora de poner manos a la obra e invertirlas por unas positivas. He aquí un ejemplo. Ana se enfrentaba constantemente al estrés por falta de recursos económicos. Ha observado que una creencia que viene de su familia nuclear es que “el dinero es difícil de obtener”; ella se ha estado diciendo por mucho tiempo que no es fácil tener dinero y eso es lo que encuentra invariablemente en su día a día. Entonces, Ana invierte su pensamiento negativo por esta afirmación: “el dinero llega a mi fácilmente”.
Algunos ejemplos de afirmaciones positivas son:
La lista es interminable, y de hecho tú puedes diseñar tu propia afirmación o afirmaciones.
El único requisito fundamental es que estén planteadas en tiempo presente y sean positivas.
Ya sé que algunos de ustedes pueden estar pensando ¿cómo voy a repetir como perico que el dinero llega a mí con facilidad cuando no sé de dónde voy a sacar para pagar la renta? Y sí, de entrada suena un poco ilógico, pero si no te das la oportunidad de crear nuevos caminos en tu mente y en tu vida, no habrá manera de que obtengas nuevos resultados.
Louise Hay (1926-2017), fue una de las mayores representantes de esta técnica. Sostenía que al principio todo suele sentirse muy fingido e incómodo, lo cual es normal y parte del proceso; pero conforme vaya transcurriendo el tiempo, te irás sintiendo más cómodo con la rutina, y además comenzarás a ver los resultados en tu vida.
Te advierto que no es automático, es necesario tener paciencia; lleva un tiempo reconectar los cables. Pero no te rindas, la consistencia es lo más importante, y hacerlo todos los días durante unos minutos deberá convertirse en parte de tu rutina diaria, como lavarte los dientes o ponerte desodorante.
¿Qué resultados puedo esperar?
Dependerá de tu constancia, pero te garantizo que a partir de un par de semanas si te encuentras en un estado de apertura, comenzarás al menos a ver el mundo de forma distinta, a encontrar experiencias en las que puedes confirmar que lo que estás afirmando en tu cabeza es verdad, al menos en un pequeño nivel en tu vida.
Después de unos meses, las semillas que has sembrado comenzarán a dar frutos más evidentes y podrás observar cómo una nueva realidad se comienza a configurar.
Fuente: Un artículo de Elisa Valenzuela, psicóloga y life coach
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