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Elegir especialidad… ¿cómo es la etapa de residencia de un neurocirujano?

La vocación se define como la inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. El término proviene del latín “vocatio” o inspiración. Se utiliza también como sinónimo de llamamiento. En términos generales la vocación se relaciona con los anhelos, los gustos, los intereses y aptitudes de cada persona. Es un proceso que se desarrolla durante toda la vida, se construye de forma continua y permanente. La vocación implica descubrir quién soy, cómo soy y hacia dónde voy y quiero ir. La respuesta a cada una de estas preguntas es la que marca el camino a seguir.

La vocación es per se un proceso de autodescubrimiento complejo y vivido de forma diferente por cada individuo. Hay personas que siempre han sabido lo que querían ser; otros han sido influenciados por su entorno y otros la han descubierto por casualidad. No hay una receta única para saber cuál es la verdadera vocación de cada uno. Hay quienes incluso que llegan a conocer su verdadera vocación de una forma tardía.

La vocación debe ser siempre algo que nos llene, que nos produzca una sensación indescriptible de satisfacción y disfrute, una actividad que dé sentido a lo que hacemos y que nos lleve a pedirnos a nosotros mismos a hacerlo bien y mejor. La vocación requiere de mucho trabajo, esfuerzo y espíritu de sacrificio, en cualquier disciplina, y en el campo de la Medicina no lo es menos.

La profesión médica es esencialmente vocacional, y una vez concluida la carrera, son miles de estudiantes los que se enfrentan a optar de nuevo, esta vez de cara a lo que será su rama de especialidad.

Pensando en ese sector de nuevos profesionales ecuatorianos –que hoy se decantan en la elección de nuevas disciplinas médicas–, les ofrecemos una relación de cuanto encierra la apasionante especialidad de la Neurología, rama que vive a nivel mundial un desarrollo cada vez más acelerado en cuanto a alcance y revolución tecnológica.

Recogeremos aquí los relatos experienciales de dos reputados neurólogos, quienes describen el trabajo cotidiano de aquellos residentes incorporados al sistema de formación de especialistas médicos (vigente desde el año 1976 en España), al cual se accede a través de pruebas selectivas de convocatoria anual y que consiste en una relación laboral especial de residencia.

Conozcamos de cerca el escenario cotidiano de los denominados MIR (médico interno residente) y todo cuanto se puede esperar de la residencia de neurocirugía: qué pacientes se tratan, cómo son las rotaciones y las guardias, las principales actividades del neurocirujano, etcétera. Un texto para compartir.

Antecedentes y ámbito de trabajo

“No es raro encontrarse con pacientes en estado crítico que requieran de cirugías agresivas, como los hematomas epidurales, el clipaje de un aneurisma cerebral sangrante o la ruptura de una malformación arteriovenosa”. Estas son, bajo el punto de vista del doctor Manel Tardáguila, adjunto de Neurocirurgia del Hospital Germans Trias y Pujol, de Barcelona, dos de las peores situaciones que se puede encontrar un neurocirujano de guardia. Es por ello que para él, la capacidad para resolver situaciones límite en poco tiempo es esencial. Además, ve necesarias otras.

“Una parte del atractivo de la especialidad es precisamente la de técnicas quirúrgicas diferentes que se realizan, no es para nada una especialidad monótona”, comenta Rebeca Conde Sardón,  miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Neurocirugía (Senec) y neurocirujana del Hospital de La Fe de Valencia. “Se trata de una especialidad en continuo avance tecnológico, la incorporación de sistemas de navegación, endoscopio o la técnica microquirúrgica la hacen una especialidad muy atractiva para aquellos aspirantes a elegir plaza que busquen una especialidad quirúrgica”.

Perfil del neurocirujano

Tardáguila afirma que para ser neurocirujano se necesita:

  • Habilidad manual, sobre todo en casos de cirugía mínimamente invasiva o endoscópica.
  • Disponibilidad para estar largas horas en el quirófano, en tanto el 80% del trabajo del neurocirujano se desarrolla aquí.
  • Capacidad para mantener la calma ante situaciones complejas, como, por ejemplo, durante una craniectomía descompresiva.
  • Conocimiento en informática, “ya que cada vez más, nos servimos de tecnología”. Ejemplo de ello es el neuronavegador o los sistemas de programación de generadores de estimulación cerebral profunda.

Conde coincide en algunos puntos y define al neurocirujano como “una persona amante de la neuroanatomía y la cirugía, resolutiva, hábil quirúrgicamente, con flexibilidad de horarios y que sepa manejar situaciones de estrés.

Además, apunta que “generalmente, eligen la especialidad estudiantes de Medicina con alto potencial, que ha obtenido buenos resultados académicos y que tienem claro que quieren hacer una especialidad quirúrgica”.

Horarios y cargas de trabajo

Tardáguila explica que la jornada laboral suele empezar sobre las ocho de la mañana, con el pase de la guardia del día anterior y, como en el resto de especialidades (sobre todo las quirúrgicas), nunca sabes cuándo acabarás.

En un día normal, “podríamos considerar que acabamos sobre las 17h00, pero no son pocos los días en que tu jornada se alarga más allá de esa hora”, reconoce el adjunto, quien muchas tardes las dedica a leer artículos, preparar los casos quirúrgicos del día siguiente o elaborar comunicaciones y demás trabajos científicos.

“Durante la residencia es cierto que se trata de una especialidad dura, como la mayoría de las quirúrgicas es frecuente no solo tener quirófano por la mañana sino también por las tardes, así como un número elevado de guardias”, explica Conde.

Además, coincide con Tardáguila y afirma que se sabe a qué hora se entra, pero no a la que se sale: “un número no despreciable de quirófanos se prolongan por lo que lo normal es salir un poco más tarde del horario laboral”.

Rotaciones

Tardáguila explica que el plan de la especialidad fija la duración de la residencia en cinco años. Durante el primero se rota cada dos meses por Neurología, Cuidados Intensivos, Anatomía Patológica y Neurorradiología. Esto se completa con unas seis y diez horas de formación en Protección Radiológica. Los años sucesivos incluyen tres meses en Neurocirugía Pediátrica, un mes en Radiocirugía y otro mes en Neurorradiología intervencionista. El plan añade la recomendación del acceso a una actividad planificada en neurotraumatología y neurocirugía funcional. Asimismo, aconseja que el residente se forme en un laboratorio realizando trabajos experimentales y practicando la microquirúrgica.

Por su parte, Conde cuenta que en el primer año se suele rotar por Neurología, Neurofisiología, Neuroradiología, Reanimación y, en algunos centros, Anatomía Patológica. Mientras que, durante los cuatro años restantes, “se suele rotar por las diferentes secciones de la especialidad como Neurocirugía Pediátrica, Funcional, Raquis, Oncología, Vascular y Base de cráneo”. Apunta también que es obligatorio rotar en Neurocirugía Pediátrica “al menos tres meses, si no está disponible en el propio hospital, hay que gestionar una rotación externa”.

Guardias

Tardáguila explica que durante la primera parte del período formativo (el primer año), el plan estipula la realización de entre cuatro y seis guardias mensuales en el servicio de Neurocirugía, en los servicios de rotación en términos análogos a los de los residentes que se estén formando en dichos servicios y en el servicio de urgencias. Posteriormente, desde el segundo al quinto año, las guardias pasan a hacerse en el Servicio de Neurocirugía.

Por otro lado, Conde comenta que las guardias “son muy variables, sobre todo depende del hospital y de si estás de primera o de segunda llamada”. Cuenta que hay guardias en las que “no llegas a acostarte”, y que se suele dormir unas cuatro horas de media. Explica que también depende del área de referencia que se tenga, por ejemplo, “si hace pediátrica, eso hará que tenga un mayor número de quirófanos durante las guardias y la carga sea mayor”.

Actividades del residente

“El residente en su proceso de aprendizaje inicialmente está como ayudante principal en quirófano, y conforme va adquiriendo las habilidades y los conocimientos necesarios poco a poco pasa a desarrollar técnicas más avanzadas quirúrgicamente hasta poder realizar como cirujano principal sus primeros casos. Además se encarga de los pacientes posoperados en la sala de hospitalización”, cuenta Conde.

“Generalmente el R1 no suele tener un papel definido dentro del servicio debido a las rotaciones por las especialidades”, comenta Tardáguila.

Eso sí, durante el segundo año, ya se aprenden cosas más concretas de la especialidad como la mayoría de las variantes de Craniotomía y Laminectomía para el tratamiento de los tumores y lesiones traumáticas, además de la realización de derivaciones del líquido cefalorraquídeo (LCR).

En los dos siguientes años el residente ha de intervenir tumores de mediano grado de complejidad técnica. Entre ellos se incluyen tumores de fosa posterior.

Finalmente, el último año de los MIR supone afrontar patologías y tumores más graves con complejidad técnica moderada-alta, así como aneurismas y malformaciones vasculares. El plan recomienda incidir en algún campo en especial como la cirugía vascular, la cirugía de base craneal, la transesfenoidal, la funcional u otras.

“Además de la actividad quirúrgica, cada residente es responsable de la atención pre y posquirúrgica de los pacientes que le son adjudicados, así como de la redacción de informes de alta, solicitud de pruebas complementarias o interconsultas a otros servicios”,  añade Tardáguila.

Tipo de pacientes

Tardáguila diferencia dos tipos de pacientes. Por un lado, aquellos con una estancia breve en el hospital, normalmente ingresados para cirugías programadas. Suelen recuperarse bien tras la operación y pueden recibir el alta en poco tiempo.

El segundo tipo es el paciente ingresado durante un tiempo amplio. El médico ejemplariza con casos de traumatismos de alta energía o pacientes con hematomas intracraneales que han requerido de cirugía urgente. “En general son personas con secuelas importantes que limitan de forma considerable su independencia y sus actividades cotidianas”.

Por su parte, Conde afirma que el tipo de paciente es muy variable, así como el tipo de cirugías: “desde el paciente anciano con hidrocefalia crónica hasta el paciente joven con traumatismo craneoencefálico”. En los pacientes hospitalizados, la media de edad está en torno a los 60 años y “suelen ser pacientes frágiles con mucha conciencia de enfermedad”.

Carga emocional

Conde afirma que la Neurocirugía es una especialidad con alta carga emocional: “En ocasiones vemos casos dramáticos de gente joven con traumatismos severos en los que a pesar de realizar todos los esfuerzos el paciente finalmente fallece o se queda con grandes discapacidades, al igual que cuando se tratan lesiones oncológicas de mal pronóstico. Hay necesidad de tomar decisiones transcendentes en situaciones críticas, lo que conlleva una carga emocional con la que hay que aprender a convivir”.

Perspectivas laborales

“Las salidas laborales actualmente se centran en el trabajo asistencial tanto público como privado”, comenta Conde, y añade que, “al tratarse de una especialidad con un alto requerimiento de dispositivos intraoperarios, así como de unidades de cuidados intensivos y posquirúrgicos potentes hace que no haya Neurocirugía en todos los hospitales, lo que influye también en los lugares donde buscar trabajo una vez terminada la residencia”.

Por otro lado, afirma que las perspectivas de trabajo hoy en día en esta especialidad han cambiado respecto a años atrás y afirma que “la probabilidad de poder quedarte trabajando en el lugar donde has realizado la residencia es remota”.

Hablando desde su experiencia en Cataluña, Tardáguila señala: “Estamos en un momento en que existe cierta sobresaturación de profesionales. No obstante, de una forma u otra, todos los especialistas formados en los últimos años han logrado encontrar un puesto de trabajo más pronto que tarde”. Y da grandes esperanzas: “No conozco ningún neurocirujano en Cataluña que no tenga puesto de trabajo. Así, aunque no existe una demanda importante de neurocirujanos como hace unos diez años, poco a poco todos encontramos nuestro lugar”.

Fuentes: un artículo de  C. Morcillo y C. Martín para www.diariomedico.com / www.radioncologa.com

El tratamiento con la técnica sueca de Gamma Knife® tiene como objetivo fundamental la destrucción y/o el control de tumores, a la vez que consigue minimizar la exposición del tejido sano adyacente a la lesión a combatir.

La radiocirugía estereotáctica resulta de enorme utilidad para tratar patologías cerebrales que debido a su localización resultan inoperables a través de la cirugía abierta, o en aquellas circunstancias en las cuales el paciente no se encuentra en condiciones de tolerar anestesia general.

Entre las principales ventajas a destacar cabe citar que al ser un tratamiento no invasivo, este elimina los riesgos de infecciones u otras posibles complicaciones que suelen derivarse de las cirugías convencionales.

El procedimiento ambulatorio se lleva a cabo en una única sesión y no es necesario el uso de anestesia general, salvo en el caso de niños. Además, no se establece limitación alguna con relación a la edad del paciente o a la existencia de otra patología no relacionada.

A lo largo de siete años, Gamma Knife Center Ecuador ha atendido exitosamente a más de 1.300 pacientes, cuyas historias emotivas, personales y llenas de valor nos han permitido ratificar día con día nuestra misión de servicio a la comunidad. Visítenos y compruebe las bondades del único método que logra curar sin invadir.