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El cerebro infantil y los Reyes Magos

Siempre he vivido todo lo que tiene que ver con la noche de reyes con mucha emoción. Partiendo de ahí he de reconocer que mi visión sobre sus altezas Melchor, Gaspar y Baltasar no puede ser muy objetiva.  Gracias a una madre que no se saltaba ni un solo ritual de esa noche mágica he mantenido esa ilusión hasta el día de hoy y he decidido transmitirla a mis hijos con más fuerza si cabe.

Los Reyes me han dado muchos años de encontrarme con mis sueños, con sorpresas y con alguna que otra decepción. Todavía recuerdo aquel año en el que comencé a trabajar como neuropsicólogo en los Estados Unidos y en el que obtuve un permiso de apenas una semana para pasar en casa la Navidad y la Nochevieja.

Ese año le pregunté a mi madre si podíamos adelantar la fiesta de Reyes unos días para que yo pudiera tener mis regalos antes de tomar el vuelo de regreso el día 2 de enero. Mi madre me miró muy seria y me dijo: “Los Reyes no vienen hasta el día 6”.  Estaba claro por su expresión que la fiesta de los Reyes era más importante para ella que la ilusión de su hijo pequeño. Mi única esperanza era que el cambio de milenio (era el año 2000) trajera el colapso informático y los vuelos de todo el mundo se suspendieran durante una semana. Sin embargo, no fue así, y tomé mi vuelo a Washington sin regalos y con una gran decepción, aunque eso no impidió que siguiera creyendo en los Reyes.

Siempre he sabido que muchos padres preferían celebrar otras fiestas por tradición, o subirse al carro de Papá Noel porque así los niños podían jugar con sus juguetes durante todas las Navidades. Pero nunca, hasta ahora, me pude imaginar que hubiese padres y psicólogos que creyeran que mi fiesta favorita tuviera efectos negativos en los niños.  Las razones para rechazar la fiesta de Reyes se centran en que todo se basa en una gran mentira, en que se enfatiza el consumo y que, en lugar de educar en la fantasía deberíamos educar en la realidad. Aunque estoy seguro que estas son razones de peso, yo veo varias buenas razones para defender la fiesta de Reyes y ponerla en valor.

Mis ocho argumentos en defensa de los Reyes Magos

No voy a discutir que la fiesta de los Reyes Magos es la mayor mentira jamás creada. Desde hace siglos y en muchas culturas millones de personas urden una gran mentira para engañar a los más pequeños de la casa. Incluso los redactores del telediario hablan en clave para no destapar esa gran mentira. ¿Por qué lo hacemos?

  1. Posiblemente la mejor respuesta sea que lo hacemos para proteger la ilusión de los niños. Es como si de una manera instintiva todos esos adultos que tendemos a equivocarnos en tantos aspectos de la vida, hubiéramos entendido durante generaciones que la ilusión es algo valioso para los niños. Hoy en día la neurociencia ha puesto de manifiesto que la imaginación, y la ilusión son dos herramientas intangibles, pero de incalculable valor para conseguir nuestras metas en la vida. Es cierto que hay muchas otras maneras de crear ilusión en un niño, pero ninguna tan eficaz como la magia que viene de un país lejano a lomo de tres camellos y que conoce los deseos de todos los niños del mundo.
  2. Otra razón estriba en que la neurociencia ha encontrado que la capacidad del niño para ser paciente y esperar es la habilidad cognitiva más importante para predecir, por ejemplo, la nota de selectividad. En un tiempo en el que todo es inmediato enseñar a los niños a esperar durante semanas un regalo que pidieron por carta… ya tiene un valor en sí mismo.
  3. En la espera no solo se encuentra la capacidad de contener las ganas, sino también el propio hecho de disfrutar la ilusión haciendo que esta sea cada vez más y más grande. La psicología positiva ha descubierto que durante ese tiempo de espera experimentamos tanto placer (y a veces incluso más) como cuando tenemos el regalo en nuestras manos. Por eso al ser humano le gusta tanto fantasear e ilusionarse y por eso me gustan más los Reyes que Papá Noel; porque dan más tiempo para cultivar la paciencia y disfrutar la ilusión.
  4. Sí, es cierto que los Reyes van asociados al consumismo, pero eso puede ser paliado siendo responsables y moderando los regalos que hacemos a nuestros hijos y entre nosotros. Sin embargo, he de decir que los regalos no son malos en sí mismos. Cada regalo es un presente, un deseo de buena voluntad que nos hace la otra persona y psicológicamente es tan saludable saber recibirlos (porque fortalecen los vínculos familiares) como ofrecerlos (porque regalar es una de las experiencias que aportan mayores niveles de felicidad al ser humano).
  5. La fiesta de Reyes enseña al niño el valor de los rituales y de la atención al detalle; escribir la carta, retirar la alfombra, colocar los zapatos, poner los cubos de agua para los camellos y las copitas de coñac para los Reyes. ¡Todo tenía que estar perfecto para cuando sus Majestades llegaran!
  6. Los Reyes también nos enseñan a gestionar emociones fuertes, una habilidad que identifica a aquellas personas con mayor inteligencia emocional. La emoción desbordada que no nos dejaba conciliar el sueño se podía calmar con una tila. Los nervios de estar en la cama y escuchar ruidos que indicaban que los Reyes ya habían entrado en casa… con contención propia, y el gran sentimiento de pérdida que experimentamos al descubrir que, en realidad, los Reyes no existen con el amor de nuestros padres y hermanos mayores que nos consolaban y abrazaban.

Es cierto que hay otras experiencias que nos enseñan a gestionar emociones “grandes”, aunque pocas reúnen tantos componentes y con tanta intensidad como la fiesta de los Reyes. Es posible que muchos de los niños que fueron consolados por sus padres cuando sufrieron ese primer desengaño de su vida tomaran años más tarde la sabia decisión de pedir consuelo en los brazos de sus padres, hermanos o amigos cuando una pareja de la que estaban locamente enamorados les provocó el segundo desengaño de su vida. Desde luego a mí me ocurrió así.

  1. Está claro que todo es una fantasía que se aleja de la realidad, pero los símbolos y los cuentos sirven precisamente para representar en nuestro cerebro escenarios que todavía no han ocurrido pero que algún día ocurrirán. Esa es la razón por la que adoramos ir al cine y leer novelas, porque imaginando otras realidades nuestro cerebro se prepara para resolver todo tipo de situaciones. Esa etapa que llamamos de pensamiento mágico y que durante mucho tiempo se ha considerado un defecto intelectual de los más pequeños, parece hoy en día ser una etapa clave en el desarrollo de otras funciones más complejas como la visualización.

La mañana del 6 de enero del año 2000 me levanté en mi casa de Washington y no pude creer lo que vi ante mis ojos. Nada más abrir la puerta de mi habitación pude ver una caja con papel de regalo. Dentro de la caja había tres regalos: un diábolo, un jersey y unos chocolates. No suena demasiado consumista, ¿verdad?  De alguna manera mi madre se las había ingeniado para enviar la caja a mi compañero de piso en los Estados Unidos y para que él la dejara en la puerta de mi habitación mientras yo dormía. Creo que ha sido la mayor sorpresa de mi vida.

  1. Quizás ese sea el verdadero regalo de los Reyes Magos, enseñarnos cuando somos pequeños que si creemos con fuerza en nuestros sueños, y le ponemos un poco de paciencia, esmero y cariño, algún día se harán realidad.

 

Fuente: un texto de Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Editorial).

 

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