Investigadores de la Universidad de Arizona (UA) –en los Estados Unidos– han comprobado con imágenes de resonancia magnética (IRM) que los cerebros de los corredores de carreras de resistencia poseen mayor conectividad funcional que los de los individuos más sedentarios.
Los autores compararon los escáneres cerebrales de corredores adultos jóvenes de campo traviesa con adultos jóvenes que no realizan actividad física regular alguna.
A la hora de examinar los resultados se toparon con que, en general, los corredores mostraban una mayor conectividad funcional –o conexiones entre diferentes regiones del cerebro–, incluida la corteza frontal, que resulta importante para funciones cognitivas tales como la planificación, la toma de decisiones y la capacidad de cambiar la atención entre tareas.
Aunque se necesitan más investigaciones para delimitar si estas diferencias físicas en la conectividad cerebral dan lugar a diferencias en el funcionamiento cognitivo, estos hallazgos, publicados en Frontiers in Human Neuroscience, ayudan a sentar las bases para que los investigadores comprendan mejor cómo el ejercicio afecta al cerebro en adultos jóvenes.
El investigador David Raichlen, profesor asociado de Antropología, codiseñó el estudio con el profesor de Psicología de la Universidad de Arizona, Gene Alexander, que estudia el envejecimiento cerebral y la enfermedad de Alzheimer como miembro del Instituto de Cerebro Evelyn F. McKnight de la UA.
“Una de las cosas que impulsaron esta colaboración parte de que ha habido una proliferación reciente de estudios, en los últimos 15 años, que demuestran que la actividad física y el ejercicio pueden tener un impacto beneficioso en el cerebro; pero la mayor parte de ese trabajo ha sido en los adultos mayores”, relata Raichlen.
“La cuestión sobre qué está ocurriendo en el cerebro a edades más tempranas no se ha explorado realmente en profundidad y es importante –apunta–. No solo estamos interesados en lo que está pasando en el cerebro de adultos jóvenes, sino que sabemos que hay cosas que usted hace a través de su vida que pueden afectar a lo que sucede a medida que envejece, por lo que es importante entender qué está sucediendo en el cerebro en estas edades más jóvenes”, añadió.
Comparación a partir del índice de masa corporal y el nivel educativo
Junto con sus colegas, Raichlen y Alexander compararon las exploraciones de resonancia magnética de un grupo de corredores masculinos de campo traviesa con las de varones adultos jóvenes que no habían participado en ningún tipo de actividad atlética organizada durante al menos un año. Los participantes tenían aproximadamente la misma edad (de 18 a 25 años) con índice de masa corporal y niveles educativos comparables.
Las exploraciones midieron la conectividad funcional en el estado de reposo, o lo que ocurre en el cerebro mientras los participantes están despiertos pero en reposo, sin implicarse en ninguna tarea específica. Los hallazgos arrojan más datos sobre el impacto que correr, como una forma particular de ejercicio, puede tener en el cerebro.
Correr requiere la implicación de muchas funciones cognitivas complejas
Estudios anteriores han demostrado que las actividades que requieren un control motor fino, como tocar un instrumento musical o que necesitan altos niveles de coordinación ojo-mano, como jugar al golf por ejemplo, pueden alterar la estructura y función del cerebro. Sin embargo, menos estudios han examinado los efectos de actividades deportivas más repetitivas que no requieren tanto control motor preciso, como es el caso de correr.
Los hallazgos de Raichlen y Alexander sugieren que este tipo de actividades podrían tener un efecto similar. “Estas actividades que la gente considera repetitivas implican en realidad muchas funciones cognitivas complejas, como la planificación y la toma de decisiones, que pueden tener efectos en el cerebro”, subraya Raichlen.
Dado que la conectividad funcional a menudo parece estar alterada en adultos envejecidos, y particularmente en aquellos con Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas, es una medida importante a tener en cuenta, según Alexander. Además, lo que los investigadores aprenden de los cerebros de adultos jóvenes podría tener implicaciones para la posible prevención del declive cognitivo relacionado con la edad más adelante en la vida.
El ejercicio protege de las alteraciones de la senectud
“Una de las preguntas clave que estos resultados plantean es si lo que estamos viendo en los adultos jóvenes –en términos de diferencias de conectividad– supone algún beneficio a futuro”, apunta Alexander, también profesor de neurociencia y ciencias fisiológicas.
“Las áreas del cerebro donde vimos más conectividad en los corredores son también las áreas que se ven afectadas a medida que envejecemos, por lo que realmente plantea la cuestión de si ser activo cuando se es un adulto joven podría resultar potencialmente beneficioso y, tal vez, tener cierta resiliencia contra los efectos del envejecimiento y la enfermedad”, ha concluido.
Fuente: lavanguardia.com
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