El olvido, la confusión temporal o tener problemas para recordar un nombre o una palabra pueden ser una parte normal de la vida. Pero cuando los problemas de pensamiento o el comportamiento inusual comienzan a interferir con las actividades cotidianas, como trabajar, preparar comidas o manejar finanzas, es hora de ver a un médico. Estos podrían ser signos de una condición conocida como demencia.
La demencia es un trastorno cerebral que afecta con mayor frecuencia a los ancianos. Su origen es la falla o muerte de las células nerviosas en el cerebro. La enfermedad de Alzheimer es la causa más común. Según algunas estimaciones, alrededor de un tercio de las personas de 85 años o más pueden tener Alzheimer. Aunque la edad es el mayor factor de riesgo para la demencia, no se trata de una parte normal del envejecimiento. Algunas personas viven hasta los 90 años y más sin signos de demencia en absoluto.
“La demencia en realidad no es una enfermedad en sí misma. En cambio, la demencia es un grupo de síntomas que pueden deberse a muchas enfermedades diferentes”, afirma el doctor Sanjay Asthana, quien dirige un centro de Alzheimer apoyado por el NIH en la Universidad de Wisconsin. “Los síntomas de la demencia pueden incluir problemas con la memoria, el pensamiento y el lenguaje, junto con deficiencias en las habilidades sociales y algunos síntomas de comportamiento”.
Varios factores pueden aumentar su riesgo de desarrollar demencia. Estos incluyen envejecimiento, tabaquismo, diabetes no controlada, presión arterial alta y consumo excesivo de alcohol. El riesgo también aumenta si los familiares cercanos han tenido demencia.
Los síntomas de la demencia pueden revertirse cuando son producto de la deshidratación u otras afecciones tratables. Pero la mayoría de las formas de demencia empeoran gradualmente con el tiempo, y no tienen tratamiento. Los científicos están buscando maneras de ralentizar este proceso o evitar que comience en primer lugar.
Las dos causas más comunes de demencia en las personas mayores son la enfermedad de Alzheimer y la demencia vascular, una afección que implica cambios en el suministro de sangre al cerebro. La demencia vascular a menudo surge de una apoplejía o arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias) en el cerebro. Otras causas de la demencia incluyen la enfermedad de Parkinson, el VIH, las lesiones en la cabeza y la enfermedad de cuerpos de Lewy (estos últimos son un tipo de grupo anormal de proteínas en las células cerebrales).
La demencia en personas menores de 60 años a menudo es producto de un grupo de enfermedades cerebrales llamadas trastornos frontotemporales. Estas afecciones comienzan en la parte frontal o lateral del cerebro y se diseminan gradualmente. Una forma rara y heredada de la enfermedad de Alzheimer también puede ocurrir en personas en sus 30, 40 y 50 años.
Los síntomas de la demencia pueden variar, según qué regiones del cerebro estén dañadas. “En general, el lado izquierdo del cerebro está involucrado en el lenguaje, y el lado derecho está muy involucrado en el comportamiento social”, apunta el doctor Bruce L. Miller, quien dirige un centro de demencia financiado por el NIH en la Universidad de California, San Francisco, EE. UU.
En el caso de un trastorno frontotemporal, “si comienza en el lado izquierdo del cerebro, tiende a empeorar los problemas del lenguaje; si comienza a la derecha, afecta el comportamiento y puede confundirse con una afección psiquiátrica”, explica Miller. El daño a regiones cerebrales específicas puede hacer que las personas se vuelvan apáticas, pierdan sus inhibiciones o no muestren consideración por los sentimientos de los demás.
Con la enfermedad de Alzheimer, las áreas relacionadas con la memoria en la parte inferior y posterior del cerebro tienden a verse afectadas primero. Otros tipos de demencia pueden afectar las regiones que controlan el movimiento.
“El tratamiento para todos estos trastornos es levemente diferente”, dice Miller. Es por eso que es importante obtener un diagnóstico preciso y oportuno.
Debido a que los diferentes tipos de demencia pueden tener síntomas superpuestos, y algunas personas tienen más de una afección subyacente, lo mejor es consultar a un médico que tenga experiencia en el diagnóstico de la demencia.
Evaluación y diagnóstico
Para hacer un diagnóstico, los médicos generalmente preguntan sobre el historial médico de una persona y hacen un examen físico que incluye análisis de sangre. También revisan las habilidades de pensamiento, memoria y lenguaje, y algunas veces ordenan escaneos cerebrales. Esta evaluación determinará si los síntomas están relacionados con una afección tratable, como depresión, una infección o efectos secundarios de los medicamentos.
Con algunos tipos de demencia, no se puede hacer un diagnóstico claro hasta que el cerebro se examine después de la muerte. “No hay una sola prueba de sangre o escáner cerebral que pueda diagnosticar la enfermedad de Alzheimer u otros tipos de demencia con certeza”, señala Asthana. “En estos casos, solo se puede hacer un diagnóstico definitivo en la autopsia”.
Hace más de una década, los científicos apoyados por el NIH encontraron una manera de detectar los signos de la enfermedad de Alzheimer en el cerebro de las personas que viven. Todas las personas con la enfermedad de Alzheimer tienen acumulaciones anormales de proteínas conocidas como placas amiloides. Estas placas se pueden ver en tomografías por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés) mediante trazadores especiales que se unen específicamente al amiloide. Pero también se puede encontrar una acumulación extensa de placas en algunas personas que no tienen signos de demencia. Debido a esta incertidumbre, las imágenes de amiloides no se consideran una herramienta definitiva para diagnosticar la enfermedad de Alzheimer. Los investigadores apoyados por NIH han estado trabajando en otras técnicas, pero ninguna de estas ha demostrado ser definitiva.
“En este momento, una gran cantidad de investigaciones se centra en las etapas presintomáticas de la enfermedad, donde podemos ver evidencia de proteína amiloide antes de que una persona tenga algún síntoma. Podemos evaluar si los medicamentos pueden retrasar o prevenir la acumulación de esta proteína amiloide”, indica Asthana. “Hasta ahora, ningún estudio ha demostrado que limpiar el cerebro de la proteína amiloide pueda traducirse en síntomas significativamente mejorados”.
Actualmente se están estudiando diferentes enfoques como tratamientos para la enfermedad de Alzheimer, la demencia de Parkinson y algunas otras formas de demencia. Los medicamentos actualmente aprobados pueden mejorar los síntomas, pero ninguno puede detener o revertir el daño progresivo al cerebro.
“Por el contrario, si la demencia se debe a una enfermedad vascular, hay muchas cosas que podemos hacer para evitar que progrese. Son las mismas cosas que hacemos para prevenir las enfermedades cardiovasculares”, anota la doctora Helena Chui, directora de un centro de Alzheimer financiado por el NIH en la Universidad del Sur de California. “Algunas personas con demencia vascular reciben medicamentos anticoagulantes. Otras reciben medicamentos para mantener la presión arterial, el colesterol y la diabetes bajo control”.
Chui nota que un estilo de vida saludable puede ayudar a proteger el cerebro envejecido. “El ejercicio regular, una dieta saludable para el corazón y evitar fumar puede reducir el riesgo de enfermedad cardíaca y demencia”, dice. Participar en actividades sociales e intelectualmente estimulantes también podría ayudar a proteger la función cerebral. “Cada uno puede cambiar su trayectoria hacia un cerebro más saludable al tomar decisiones saludables”, agrega Chui.
Consejos prácticos para cuando el pensamiento y el comportamiento disminuyen
“No podemos controlar nuestros factores de riesgo genéticos para la demencia, y no podemos controlar lo que nos sucedió en el pasado”, dice Christopher M. Wilson, MD, Director Médico Senior de Atención especializada del American Health Network en Indiana. “Pero podemos controlar nuestra actividad física, dietas, participación social y cómo usamos nuestros cerebros. Cuando hacemos eso, podemos apilar las cosas más a nuestro favor para la salud mental y la salud del cerebro”.
Esto es lo que él y otros especialistas en demencia recomiendan.
Considera la terapia. “Debido al estigma de los trastornos mentales, las personas rara vez se presentan y buscan tratamiento hasta que han sufrido durante demasiado tiempo”, dice Liana Apostolova, MD, FAAN, profesora de neurología, radiología y genética médica y molecular en la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana en Indianápolis. Obtenga una remisión de su proveedor de atención primaria o compañía de seguros de salud, pida recomendaciones a familiares o amigos, o comuníquese con una organización de salud mental local o nacional. También puede consultar si su empresa cuenta con un programa de asistencia al empleado para el cuidado de la salud mental.
Manténgase ocupado después de jubilarse. “Tenga un plan para la jubilación”, aconseja el doctor Wilson. “El cerebro es como un músculo, y si no lo usas, lo pierdes. Si solo te sientas y miras televisión, tu cerebro no funcionará tan bien”. Podrías pasar tiempo como voluntario en una organización relacionada con tu carrera o asesorar a jóvenes en tu campo.
Adopta un pasatiempo. Piense en lo que disfruta, ya sea cocinar, hacer jardinería, observar aves, cantar en un coro, jugar al ajedrez, pintar, escribir un diario o tejer. “Aprender o hacer algo que lo involucre intelectual y emocionalmente parece ser beneficioso”, sostiene Sudha Seshadri, MD, FAAN, Directora fundadora del Instituto Glenn Biggs para el Alzheimer y las Enfermedades Neurodegenerativas en UT Health San Antonio en Texas, EE. UU.
Manténgase en contacto con amigos. Fortalece tus relaciones con familiares y amigos y vuelve a conectar con la gente. Programe un almuerzo con un viejo amigo de la universidad, ofrezca llevar a su nieto al cine o planifique una cita semanal para tomar un café con su cónyuge, hijo o mejor amigo.
Mueve tu cuerpo. Si actualmente usted no hace ejercicio, comience con caminar o realizar aeróbicos acuáticos, pero también considere deportes de equipo, baile, levantamiento de pesas, caminatas y natación. Su federación deportiva, gimnasio o parque local es un buen lugar para actividades de ejercicio, así como para el sano intercambio con la comunidad.
Fuente: un texto de Gina Shaw publicado en el portal www.brainandlife.org
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