¿Conversan nuestros cerebros sin que nos demos cuenta? ¿Cabe tener cuidado con quién nos juntamos? Pareciera que sí, según lo delata un estudio que sostiene que, al pasar tiempo junto a una persona, nuestros cerebros se empiezan a asemejar.
Quizá lo hayamos percibido ya en algún momento. Parece ser que pasar tiempo con alguien nos hace un poco como ellos: llegamos a utilizar el mismo tono de voz, las mismas palabras e incluso a ver el mundo de la misma forma. Esta intuición de alguna manera ha sido confirmada por la ciencia, descubriendo que nuestros cerebros se mimetizan cuando pasamos tiempo junto a alguien.
Moran Cerf, neurocientífico de la Universidad de Northwestern, profesor de negocios en la Kellogg School of Management y académico del American Film Institute (Estados Unidos), explica que cuando dos personas están juntas sus ondas cerebrales empiezan a verse idénticas.
"Cuanto más estudiamos el involucramiento, más vemos que por el simple hecho de pasar tiempo con ciertas personas, nuestros cerebros se alinean con el de ellas", lo cual significa que "las personas con las que te juntas tienen un impacto en nuestro involucramiento con la realidad que va más allá de lo que podamos explicar. Uno de los efectos es que nos empezamos a parecer a ellas".
Por más de una década, Cerf ha investigado cómo los seres humanos tomamos decisiones. No solo desde el punto de vista conductual, sino también utilizando electroencefalogramas que muestran las zonas del cerebro que se iluminan cuando las personas reaccionan a distintos estímulos.
Esto se debe en gran medida a la neuroplasticidad del cerebro: el hecho de compartir estados de ondas cerebrales va moldeando luego nuestras conexiones neurales y nuestra forma de ver y relacionarnos con el mundo.
Cerf considera que esto debe tomarse en cuenta si queremos maximizar nuestra felicidad y minimizar el estrés, para lo cual señala que es fundamental no gastar demasiada energía en tomar decisiones (las cuales van mermando la energía del cerebro) y, sobre todo, rodearnos de personas que tienen las características que estamos buscando. Esto último hace que, con el tiempo, esas características puedan florecer en nosotros como una segunda naturaleza. El refrán es consabido: dime con quién andas, y te diré quién eres.
Sincronía eléctrica
"Al compartir con alguien se produce un alineamiento entre los dos cerebros", sostiene Cerf. Por ejemplo, en uno de sus estudios, personas expuestas a ver determinados trailers de películas, generaron patrones similares de actividad en sus cerebros, en una especie de "sincronía eléctrica", que se puede observar en la pantalla de un computador.
Ahora bien, más allá de que hay un indudable efecto de sincronización cerebral que influye en nuestra conducta y puede ir formando hábitos positivos y negativos, hay que tomar con un grano de sal este estudio. Algunos lo tomarán como confirmación de que no pueden estar con individuos "tóxicos", algo que les será muy cómodo para huir de sus problemas, diciendo que simplemente la presencia del otro es inevitablemente dañina. Esto en ocasiones puede ser cierto, pero también puede ser una forma de eludir la responsabilidad y evitar brindarse afectivamente sin priorizar el propio beneficio.
Asimismo, es probable que estos estados de sincronización cerebral puedan ser alterados o desactivados cuando las personas mantienen una alta conciencia de su propio proceso interno, no dejándose arrastrar por la negatividad de otros. ¿Por qué no pensar, en cambio, que somos capaces de influir positivamente en una "persona tóxica" con una buena actitud y una atención plena?
La sincronía eléctrica entre los cerebros humanos es real; la decisión de ser empáticos y proactivos en el ámbito familiar, en el trabajo grupal y en la labor comunitaria —capitalizando sus secretas conexiones—, puede cambiar radicalmente nuestra vida… y sin que nos demos mayor cuenta. “Concentrarnos en ello con entereza es la mejor decisión que podemos tomar para nuestro desempeño diario”, concluye Cerf, quien estudia apasionadamente el complejo comportamiento humano.
Fuente: un artículo publicado en el portal culturainquieta.com/es
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