El cerebro, tal y como sucede con el resto de órganos del cuerpo, está irrigado por venas, arterias y capilares. Es decir, cuenta con una ‘vasculatura’ para el necesario transporte de oxígeno y nutrientes hasta las células cerebrales, caso de las neuronas, y para la expulsión de los ‘deshechos’. Sin embargo, la vasculatura cerebral tiene una particularidad: cuenta con un ‘puesto fronterizo’ que, cual filtro, decide qué puede pasar y qué no.
Se trata de la barrera hematoencefálica, responsable de que nuestros cerebros no se llenen de productos tóxicos. Tal es así que cuando esta barrera no funciona como debería, nuestro cerebro ‘enferma’ y desarrolla patologías muy graves y potencialmente letales.
Pero, ¿por qué falla esta barrera? Pues la verdad es que no se sabe muy bien. Y es que el conocimiento sobre la barrera hematoencefálica es, aún a día de hoy, muy escaso. De ahí la importancia de un estudio dirigido por investigadores del Instituto Karolinska en Estocolmo (Suecia), en el que se describe por primera vez un atlas de la vasculatura cerebral –y de su ‘puesto fronterizo’– y, así, abre la puerta a un mejor conocimiento de las enfermedades del cerebro.
Como explica Christer Betsholtz, coautor de esta investigación publicada en la revista Nature, «cada vez tenemos más claro que una barrera hematoencefálica completamente funcional es esencial para la salud cerebral y que una barrera disfuncional es un factor de muchas enfermedades cerebrales. Sin embargo, la estructura de esta barrera hematoencefálica no es demasiado conocida, por lo que necesitamos un atlas detallado tanto de la vasculatura cerebral como de la funcionalidad de su barrera».
Desmontar el rompecabezas
Las enfermedades que afectan a la vasculatura cerebral constituyen una de las principales causas de deceso en el mundo occidental. Es el caso, entre otras, de los ictus o accidentes cerebrovasculares –tanto isquémicos, esto es, por la obstrucción de un vaso sanguíneo, como hemorrágicos, en los que el vaso simplemente se rompe–, de los tumores cerebrales y de las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. La razón se explica en parte porque sabemos muy poco sobre la vasculatura cerebral. Por ejemplo, ¿qué sabemos sobre la barrera hematoencefálica? Pues básicamente, que se trata de una membrana de células endoteliales estrechamente unidas, lo que le confiere una permeabilidad muy selectiva. Y esto es prácticamente todo. Pero debe haber algo más.
En el estudio, los autores utilizaron cerebros de un modelo animal –ratones–. Y lo que hicieron fue coger los vasos sanguíneos cerebrales y desmenuzarlos hasta obtener una colección de células individuales. Así, de lo que se trataba era de coger cada célula y caracterizarla –mediante la técnica de secuenciación de RNA (ácido ribonucleico) de célula única– de acuerdo a su patrón de expresión genética, para de esta manera saber cuál era el cometido que desempeñaba, más o menos especializado, dentro del conjunto. Y una vez caracterizadas todas las células, los autores las utilizaron para reensamblar los vasos sanguíneos –en un modelo informático, que no físicamente– y crear un atlas molecular de la vasculatura del cerebro.
Y este mapa, ¿qué ha permitido descubrir? Pues por ejemplo, que la barrera hematoencefálica no es ni mucho menos homogénea. Como indica Michael Vanlandewijck, director de la investigación, «por primera vez hemos sido capaces de ver en detalle cómo la barrera hematoencefálica difiere entre los distintos tipos de vasos sanguíneos cerebrales». De hecho, parece que esta barrera no se compone únicamente de células endoteliales especializadas en los vasos sanguíneos, sino que hay otras muchas células implicadas en su mantenimiento, caso de los pericitos –un tipo de célula contráctil– en las paredes de los capilares. Además, los autores han podido identificar molecularmente otro tipo de célula en la pared celular: una célula de tejido conectivo que se sitúa en un espacio estrecho que rodea a los vasos sanguíneos cerebrales.
Como refiere Michael Vanlandewijck, «se ha planteado que este espacio actúa como el sistema linfático del cerebro, por lo que será realmente interesante estudiar estas células con los marcadores que hemos encontrado».
Enfermedades neurovasculares
Lógicamente, el objetivo del estudio no era jugar al rompecabezas para montar y desmontar los vasos sanguíneos del cerebro. Se trataba de saber qué puede fallar en esta vasculatura y provocar que el cerebro ‘enferme’. Y gracias a este atlas, ya se pueden asociar los genes asociados con diferentes enfermedades cerebrales con sus correspondientes tipos de células específicas en esta vasculatura.
Como concluye Christer Betsholtz, «ya contamos con resultados que muestran que en algunas enfermedades neurovasculares como el Alzheimer y los tumores cerebrales hay muchas más células implicadas que lo que antes pensábamos. Ahora ya contamos con la capacidad para estudiar esta situación de forma sistemática en diferentes patologías con el mismo tipo de análisis empleado en nuestro estudio».
Fuente: www.abc.es
Gamma Knife Center Ecuador: ¡un horizonte de salud confiable y seguro!