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El cerebro no se reconfigura, pero mejora las capacidades existentes

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Al contrario de la opinión generalizada, el cerebro no tiene la capacidad de reconfigurarse para compensar la pérdida de visión, una amputación o un derrame cerebral, afirman científicos de la Universidad de Cambridge y la Universidad Johns Hopkins.

En un artículo publicado en eLife, los profesores Tamar Makin (Cambridge) y John Krakauer (Johns Hopkins) sostienen que la noción de que el cerebro, en respuesta a una lesión o déficit, puede reorganizarse y reutilizar regiones particulares para nuevas funciones es fundamentalmente errónea, a pesar de ser comúnmente aceptada e incluso citada en libros científicos. En cambio, argumentan que lo que está ocurriendo es simplemente que el cerebro está siendo entrenado para utilizar capacidades ya existentes, pero latentes.

Uno de los ejemplos más comunes es cuando una persona pierde la vista (o nace ciega) y la corteza visual, previamente especializada en procesar la visión, se reconfigura para procesar sonidos, lo que permite al individuo utilizar una forma de “ecolocalización” para navegar al interior de una habitación desordenada. Otro ejemplo común es el de personas que han sufrido un derrame cerebral e inicialmente no pueden mover sus extremidades y reutilizan otras áreas del cerebro para permitirles recuperar el control.

Krakauer, director del Centro para el Estudio del Aprendizaje Motor y la Reparación del Cerebro de la Universidad Johns Hopkins, dijo: “La idea de que nuestro cerebro tiene una capacidad asombrosa para reconectarse y reorganizarse es atractiva. Nos da esperanza y fascinación, especialmente cuando escuchamos historias extraordinarias de personas ciegas que desarrollaron habilidades de ecolocalización casi sobrehumanas, por ejemplo, o de sobrevivientes de un derrame cerebral que recuperaron milagrosamente habilidades motoras que pensaban que habían perdido.

“Esta idea va más allá de la simple adaptación o plasticidad: implica una reutilización total de las regiones del cerebro. Pero si bien estas historias pueden ser ciertas, la explicación de lo que está sucediendo es, de hecho, errónea”.

En su artículo, Makin y Krakauer analizan diez estudios fundamentales que pretenden mostrar la capacidad del cerebro para reorganizarse. Argumentan, sin embargo, que si bien los estudios muestran efectivamente la capacidad del cerebro para adaptarse al cambio, este no está creando nuevas funciones en áreas que antes no estaban relacionadas, sino que está utilizando capacidades latentes que han estado presentes desde el nacimiento.

Por ejemplo, uno de los estudios (una investigación realizada en la década de 1980, por el profesor Michael Merzenich de la Universidad de California en San Francisco) analizó lo que sucede cuando una mano pierde un dedo. La mano tiene una representación particular en el cerebro, y cada dedo parece asignarse a una región cerebral específica.

Merzenich argumentó que, si se retira el dedo índice, el área del cerebro previamente asignada a este dedo se reasigna para procesar señales de los dedos vecinos; en otras palabras, el cerebro se ha reconfigurado en respuesta a los cambios en la información sensorial.

No es así, afirma Makin, cuya propia investigación proporciona una explicación alternativa.

En un estudio publicado en 2022, Makin utilizó un bloqueador nervioso para imitar temporalmente el efecto de la amputación del dedo índice. Ella demostró que incluso antes de la amputación, las señales de los dedos vecinos se asignaban a la región del cerebro “responsable” del dedo índice; en otras palabras, si bien esta región del cerebro puede haber sido la principal responsable de las señales de proceso del dedo índice, no lo era exclusivamente. Lo único que sucede después de una amputación es que las señales existentes de los otros dedos se “activan” en esta región del cerebro.

Makin, de la Unidad de Ciencias del Cerebro y la Cognición del Consejo de Investigación Médica (MRC) de la Universidad de Cambridge, dijo: “La capacidad del cerebro para adaptarse a las lesiones no se trata de apoderarse de nuevas regiones del cerebro para propósitos diferentes. Estas regiones no comienzan a procesar tipos de información completamente nuevos”.

“La información sobre los otros dedos estaba disponible en la zona del cerebro examinada incluso antes de la amputación, solo que en los estudios originales los investigadores no le prestaron mucha atención porque era más débil que el dedo que iba a ser amputado”, añade.

Otro contraejemplo convincente al argumento de la reorganización se ve en un estudio de gatos con sordera congénita, cuya corteza auditiva (el área del cerebro que procesa el sonido) parece haber sido reutilizada para procesar la visión. Pero cuando se les coloca un implante coclear, esta región del cerebro inmediatamente comienza a procesar el sonido una vez más, lo que sugiere que el cerebro, de hecho, no se había reconfigurado.

Al examinar otros estudios, Makin y Krakauer no encontraron pruebas convincentes de que la corteza visual de las personas que nacieron ciegas o la corteza ilesa de los supervivientes de un accidente cerebrovascular alguna vez desarrollaron una nueva capacidad funcional que de otro modo no existiría.

Makin y Krakauer no descartan las historias de personas ciegas que pueden orientarse únicamente basándose en el oído o de personas que han sufrido un derrame cerebral, por ejemplo, que recuperan sus funciones motoras. En cambio, argumentan que en lugar de reutilizar completamente regiones para nuevas tareas, el cerebro está mejorando o modificando su arquitectura preexistente, y lo hace a través de la repetición y el aprendizaje.

Argumentan que comprender la verdadera naturaleza y los límites de la plasticidad cerebral es crucial, tanto para establecer expectativas realistas para los pacientes como para guiar a los profesionales clínicos en sus enfoques de rehabilitación.

Makin añadió: “Este proceso de aprendizaje es un testimonio de la notable, pero limitada, capacidad de plasticidad del cerebro. No hay atajos ni vías rápidas en este viaje. La idea de desbloquear rápidamente potencialidades cerebrales ocultas o aprovechar vastas reservas no utilizadas es más una ilusión que una realidad.

“Es un viaje lento y gradual que exige esfuerzo y práctica persistentes. Reconocer esto nos ayuda a apreciar el arduo trabajo detrás de cada historia de recuperación, y a adaptar nuestras estrategias en consecuencia.

“Muchas veces, la capacidad del cerebro para reconectarse se ha descrito como ‘milagrosa’, pero somos científicos, no creemos en la magia. Estos sorprendentes comportamientos que vemos tienen su origen en el trabajo duro, la repetición y el entrenamiento, no en la reasignación mágica de los recursos del cerebro”.

Fuente: un artículo de Craig Brierley —basado en un estudio de la Universidad de Cambridge— publicado en el portal neurosciencenews.com

 

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