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Cerebros juguetones: el juego en la primera infancia da forma al futuro de los niños

infancia

Jacqueline Harding, directora de Tomorrow’s Child y experta en primera infancia de la Universidad de Middlesex, sostiene que el cerebro del niño pequeño está inherentemente diseñado para ser lúdico y esto es crucial para su desarrollo.

En su nuevo libro, El cerebro que ama jugar, Harding desafía la división tradicional entre juego y aprendizaje, enfatizando el papel esencial del juego en la educación de los primeros años y el desarrollo integral del niño.

Con una visión renovada de la fusión del juego y el aprendizaje, el libro pretende contribuir al debate en curso sobre la redefinición de cómo cuidamos, educamos y criamos a niños pequeños desde el nacimiento hasta los cinco años.

Iluminando el cerebro

Basándose en las últimas investigaciones en neurociencia y desarrollo infantil, la doctora Harding analiza cómo el cerebro del niño pequeño no solo anhela el juego, sino que también se nutre de él. A través de ricas experiencias sensoriales y exploración lúdica, los niños forjan nuevas vías neuronales, sentando una base sólida para el aprendizaje y el crecimiento futuro.

Para ilustrar el notable impacto del juego inmersivo en el cerebro de un niño pequeño, explica: “En este mismo momento, su cerebro también comienza a ‘saltar’ y a iluminarse de alegría a medida que las conexiones entre las neuronas hacen un progreso impresionante. ¿Esta experiencia cuenta cómo aprendizaje? ¡Absolutamente, sí!”.

Harding afirma que estas vías neuronales impulsadas por el juego, establecidas antes de los seis años, tienen un impacto profundo y duradero en las oportunidades futuras de un niño. Desviarse de su inclinación innata por el juego podría privarlos de experiencias de aprendizaje vitales y de oportunidades de crecimiento.

“Parece que el cuerpo y el cerebro del niño pequeño están literalmente diseñados para jugar, y esto es crucial para su desarrollo”, afirma. “Los niños están naturalmente programados para jugar y cualquier desviación sostenida de este diseño magistral tiene un precio”.

Su libro también desafía la creencia histórica de que el juego es una mera actividad recreativa para los niños, abogando en cambio por un enfoque holístico que reconozca el juego como un aspecto fundamental del desarrollo del niño.

“No hay duda, según las últimas investigaciones, de que al cerebro le encanta jugar, y es hora de que, como adultos, también nos unamos a esta noción”, afirma.

Presiones pandémicas

El libro también analiza los desafíos planteados por la pandemia del COVID-19 y su impacto a largo plazo en la salud mental de los niños. La doctora Harding recomienda que se dé prioridad al juego y a la intervención temprana para apoyar a los niños pequeños que han vivido tiempos sin precedentes.

A medida que salimos de una pandemia que ha impactado significativamente nuestras vidas, no puede haber mejor lugar para comenzar que considerar cómo podemos reescribir la narrativa a través del apoyo en los primeros años”, dice.

La doctora Harding también enfatiza que el libro no es una recopilación exhaustiva de hallazgos científicos sino más bien una guía práctica para adultos que buscan comprender mejor el valor del juego en el desarrollo de los niños pequeños. Al desmitificar terminología compleja y presentar estudios de casos de la vida real, proporciona un recurso que permite a las personas integrar el juego y el aprendizaje en sus interacciones cotidianas con los niños.

El libro también contiene películas de niños jugando que apoyan los puntos planteados en cada capítulo.

“Creo que una mayor conciencia de cómo podemos apoyar a los niños es vital para todos aquellos que cuidan a niños pequeños”, dice.

El cerebro que ama jugar sirve como una visión general accesible de la profunda influencia del juego en el crecimiento y desarrollo del cerebro de los niños. Este libro, oportuno y estimulante, ofrece una gran cantidad de conocimientos y perspectivas prácticas que beneficiarán a los profesionales, investigadores, educadores, padres y cualquier persona comprometida con el bienestar de nuestros niños.

Fuente: un artículo de Becky Parker-Ellis publicado en el portal neurosciencenews.com

 

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