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El cerebro creativo: la creatividad desde la neurociencia

La creatividad no es un talento para unos pocos cerebros afortunados. Todos los seres humanos tenemos un inmenso potencial creativo que podemos desarrollar en distintos ámbitos, de acuerdo al interés y al esfuerzo que pongamos en ello.

Funcionamiento del cerebro creativo

La creatividad constituye un constructo complejo en el que no interviene un solo hemisferio o una única región cerebral. Cuando en el laboratorio se han analizado tareas propias del pensamiento divergente en las que los participantes han de crear usos alternativos a objetos cotidianos, en donde se valora tanto la fluidez como la originalidad de las ideas, se han identificado varias redes neurales complejas que intervienen en el proceso y que activan regiones concretas del cerebro.

El pensamiento creativo implica la cooperación entre redes cerebrales asociadas al pensamiento espontáneo, el control cognitivo y los mecanismos de recuperación de información a través de la memoria semántica.

  1. Pensamiento Espontáneo. Insight

Inicialmente, empezamos a trabajar con el problema de forma crítica y consciente, pero si no somos capaces de resolverlo alcanzamos una fase de bloqueo en la que no sabemos cómo continuar.

En este momento hacemos un parón en el proceso de resolución del problema que nos permite disfrutar o preocuparnos de otras tareas y que, debido a los mecanismos inconscientes de nuestro cerebro que siguen trabajando en el problema.

Cuando se ha analizado este proceso en el laboratorio, se ha comprobado que en el momento de la solución se da una activación gamma (ondas cerebrales de alta frecuencia asociadas a una gran actividad cerebral) acompañadas de un incremento del flujo sanguíneo en una región del lóbulo temporal derecho que participa en la asociación de ideas remotas, como en el caso de las metáforas o los chistes, y que no se da en el caso de las soluciones analíticas.

Asimismo, un segundo antes de que aparezca el insight y la consecuente actividad gamma, se ha identificado un patrón de actividad cerebral alfa (ondas de menor frecuencia asociadas a periodos de relajación) también en el hemisferio cerebral derecho y que son una señal de una percepción visual reducida. Seguramente esta es la razón por la que muchas veces oímos decir que la creatividad está lateralizada al hemisferio derecho, pero ni el insight es sinónimo de creatividad, ni esa región del lóbulo temporal derecho es la única que interviene en ese proceso de resolución sino que, como comentábamos anteriormente, existe la participación de varias redes neurales complejas en el proceso.

  1. Control Cognitivo. Atención no centrada.

La neuropsicóloga Darya Zabelina, y colegas de Northwestern University, han realizado estudios sobre la creatividad, hace unos meses, el equipo anunció haber encontrado la primera evidencia fisiológica de una relación entre el pensamiento creativo y las distracciones sensoriales, o lo que llaman “atención con fuga”, una filtración sensorial que permite el paso de información “irrelevante”.

El propósito de su investigación fue revisar la hipótesis de que el pensamiento creativo se asocia con una atención atípica.

Los procesos creativos las personas podrían tener una atención más amplia, u orientada a un mayor rango de estímulos simultáneos, lo que es análogo a tener una capacidad reducida para filtrar o inhibir el paso de estímulos innecesarios a la atención consciente, pero que podría promover la creatividad al aumentar las posibilidades de integrar ideas que están fuera del centro de atención.

Lo que hace difícil para muchas personas afrontar un problema es tener que cambiar la forma de pensar tan arraigada sobre objetos concretos asumiendo, que existen reglas, límites o restricciones cuando no las hay. Y es que nuestras propias experiencias pasadas pueden suministrarnos información útil sobre ideas, creencias o expectativas, pero también pueden limitar nuestra capacidad para pensar de forma flexible. Imaginar, divagar o pensar alternativas a las situaciones cotidianas en un estado calmado activará la importante red neuronal por defecto que posibilita una atención no centrada necesaria para la aparición de ideas creativas desactivando la red ejecutiva.

  1. Mecanismos de recuperación de la información. Memoria Semántica.

No existe, en neurociencia, la memoria como entidad única, sino que poseemos varios sistemas interrelacionados de memoria. Hay memoria a corto plazo y memoria a largo plazo; memoria para los actos automáticos (conducir un auto) y memoria consciente; memoria para las emociones y memoria para nuestra historia personal, y muchas más. Cada tipo de memoria sigue su propia trayectoria en el cerebro. A menudo, esas memorias se entrecruzan. Sucede así, por ejemplo, cuando escuchamos, mientras conducimos, una vieja canción que nos resulta entrañable y nos olvidamos de cambiar la marcha.

La memoria a largo plazo utiliza dos fuentes: la memoria semántica y la memoria autobiográfica. Recurrimos a la primera para recuperar un conocimiento general (qué día es y dónde estamos). En la segunda almacenamos los recuerdos relacionados con acontecimientos de nuestra vida (por lo que se denomina también memoria episódica). La memoria autobiográfica se manifiesta a su vez en forma explícita y en forma implícita. La memoria explícita mantiene consciente la información factual sobre hechos pasados. La memoria implícita expresa recuerdos que se prestan menos a ser ahormados en palabras; pensemos en los gestos o en los sentimientos. La memoria implícita se abastece de diversas fuentes, como la memoria emocional y la memoria motora. La memoria emocional expresa sentimientos físicos, estados de ánimo y otras emociones. De acciones que no alcanzan la conciencia es responsable la memoria motora.

En los procesos creativos se usa esta información almacenada en la memoria semántica a largo plazo y a través del proceso del insight se une esta información a través de nuevas conexiones no existentes hasta el momento. Pero sin una buena memoria semántica las posibilidades de generar insights relevantes se reduce.

 

 

Fuente: Limb y Braun, 2008