Me especializo en el tratamiento de adultos mayores con cáncer. Como resultado, he tenido el privilegio de ayudar a personas en momentos cruciales de sus vidas. He sido testigo de triunfos del espíritu humano y de lecciones conmovedoras sobre cómo vivir con sentido.
También he intentado ser un buen estudiante y tomar notas de mis pacientes. Son los mejores maestros que un médico podría desear. Estas son las lecciones que ellos me han enseñado.
Trabaje en cumplir sus sueños ahora
Lo veo todos los días: mis pacientes trabajan toda su vida, ahorran para su jubilación y esperan con ansias sus años dorados, cuando podrán pasar más tiempo con su familia y hacer lo que más disfrutan. Sin embargo, poco después de jubilarse, les diagnostican cáncer.
Según el Instituto Nacional del Cáncer (NIH), la edad promedio de diagnóstico de cáncer en los Estados Unidos es de 66 años; esta edad es idéntica a la de la jubilación legal en ese país, es decir 66 años y 10 meses.
Así que no postergue las actividades o experiencias que le brindan placer, suponiendo que tendrá la oportunidad de realizarlas mientras cobra su pago del Seguro Social. Tómese tiempo para estar con su familia ahora, viaje y cree recuerdos especiales. Eso es lo que hacemos mis colegas oncólogos y yo.
Tómele el pulso a su relación
Al principio de mi carrera como oncólogo, comencé a tomar notas sobre mis pacientes que habían estado casados durante más de 40 años. A lo largo de dos años, registré sus respuestas a la pregunta: ¿Cuál es el secreto de un matrimonio duradero?
Muchos dijeron que se necesitaba sentido del humor o que implicaba mucho trabajo.
Algunos se negaron a responder y prefirieron pasar a discutir la logística del tratamiento de sus cánceres.
Otros respondieron con brutal honestidad, diciendo, por ejemplo, que “no pudieron encontrar a nadie mejor y tuvieron que conformarse”.
Luego, hubo también quienes tuvieron una reacción más afectuosa. Miraban tímidamente a sus parejas, quienes a su vez les devolvían la mirada. A menudo, se tomaban de la mano. Uno de ellos respondía: “No lo sé. Simplemente la amo”.
Ese es el tipo de relación que todos deberíamos esforzarnos por lograr.
Pregúntese qué diría usted, y si acaso su pareja le apoyaría y estaría a su lado en momentos tan difíciles. La respuesta puede incluso tener un impacto en su salud.
Un estudio publicado en la revista Cancer concluyó que los pacientes oncológicos se divorciaban o se separaban con la misma frecuencia que la población general, pero en el caso de las mujeres, el riesgo era seis veces mayor. Además, aquellos que se separaron o se divorciaron durante su enfermedad, mostraron más probabilidades de recibir una atención médica inferior y tener una menor calidad de vida
Pregúntese: ¿Qué es lo más importante?
Parte de mi conversación inicial con mis pacientes consiste en preguntarles cuáles son sus objetivos: para el tratamiento del cáncer y para su vida.
Algunos pacientes no quieren recibir terapia para su cáncer y prefieren pasar el mayor tiempo posible en casa con su familia. Otros me dicen que quieren el tratamiento para poder maximizar sus posibilidades de vivir lo suficiente para llegar a un acontecimiento trascendental, como un 50º aniversario de bodas o el nacimiento de un nieto.
Un hombre, a quien le diagnosticaron dos cánceres agresivos, había criado a una nieta y quería asistir a su boda para poder llevarla al altar. Lo tratamos por leucemia y luego por cáncer de pulmón, y lo hicimos varias veces con todo rigor, para que pudiera vivir en plenitud esa fecha señalada. Todavía conservo la foto de él, con su esmoquin, inclinándose hacia su nieta que llevaba un vestido blanco, y ambos sonriendo ampliamente mientras pasaban junto a familiares y amigos sentados en los bancos de la iglesia.
Mientras esté saludable, tómese un momento para considerar qué es significativo para usted y qué necesita hacer para alcanzar ese objetivo.
Evite conductas que puedan provocar cáncer
Mi familia tiene antecedentes de cáncer, por lo que desde que comencé la carrera de medicina he tomado medidas para mitigar mi propio riesgo. Limito mi consumo de alcohol, evito las bebidas azucaradas, las comidas rápidas y los alimentos ultraprocesados, y hago ejercicio a diario.
He oído a gente referirse a esto como una “vida aburrida”, pero cuando me encuentro con mis pacientes poco después de un diagnóstico de cáncer, casi todos me preguntan si hubo algún comportamiento en su estilo de vida que pudiera haberles causado la enfermedad.
Un estudio de la Sociedad Americana contra el Cáncer publicado en 2024, estimó que el 40% de los nuevos diagnósticos de cáncer en adultos estadounidenses de 30 años o más se debían a factores de riesgo modificables. Cuando el cáncer se puede relacionar con factores de estilo de vida, mis pacientes suelen expresar un profundo arrepentimiento.
Si bien no se garantiza que actividades como fumar o el consumo moderado de alcohol provoquen cáncer, su asociación con el riesgo de desarrollarlo es clara. Cualquier placer que pueda obtener de ellas se ve superado con creces por mi propio miedo a desarrollar cáncer.
Sea amable incluso en tiempos difíciles
Se podría pensar que a los pacientes que atraviesan una crisis de salud no les importa cómo me va como médico. Pero a menudo, entro en la sala de la clínica para hablar con un paciente con cáncer, le pregunto sobre los efectos secundarios del tratamiento y su bienestar general, y le realizo un examen físico. Cuando termino y hay una pausa en la conversación, algunos de ellos me preguntan: “Pero ¿cómo le va, doctor? ¿Cómo está su familia? ¿Se está tomando tiempo libre para usted?”.
A veces nos reímos de cómo cambia de repente la dinámica de la sala, pero también es cierto que ser amable puede ser bueno para usted: la bondad se ha asociado con una mejor conexión social, satisfacción personal, reducción de la depresión y la ansiedad, y con el bienestar.
De hecho, siempre aprecio y me conmueve mucho cuando alguien que enfrenta un diagnóstico catastrófico que pone en peligro su vida, se toma el tiempo para enfocarse sinceramente en las personas que lo rodean.
Fuente: un artículo del doctor Mikkael A. Sekeres, MD, MS, jefe de la división de hematología y profesor de medicina en el Sylvester Comprehensive Cancer Center de la Universidad de Miami, publicado en el portal www.washingtonpost.com
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