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El impacto de los diagnósticos tardíos en los pacientes pediátricos debido al COVID-19

Los cánceres de cerebro son tratables cuando están localizados, pero el pronóstico empeora y se vuelven menos tratables a medida que crecen

En Canadá, la incidencia de cáncer de cerebro en niños es de tres en 100.000. Los cánceres de cerebro son tratables cuando están localizados, pero el pronóstico empeora y se vuelven menos tratables a medida que crecen, se diseminan por todo el cerebro y, en algunos casos, hacen metástasis a través del líquido cefalorraquídeo por la columna vertebral y alrededor del cerebro. Son agresivos, ya que los cánceres de cerebro son la segunda causa más común de cánceres infantiles después de la leucemia, pero la causa más común de mortalidad por cáncer infantil.

Muchos cánceres cerebrales agresivos ocurren antes de los cinco años y son difíciles de diagnosticar en niños pequeños. Además, los niños no pueden verbalizar muchos síntomas neurológicos complejos o sutiles, como mareos o visión doble.

Muy a menudo, durante el último año, he visto a niños por primera vez cuando ya habían alcanzado la etapa final del cáncer de cerebro. Estos son niños cuya enfermedad es espantosamente evidente. Son niños cuyas vidas podríamos haber salvado si hubiesen sido diagnosticados incluso seis meses antes.

Sé por qué no sucedió eso: la pandemia de la COVID-19 y sus efectos en nuestro sistema de atención médica y sus pacientes. A veces, las familias se mostraban demasiado reacias a llevar a sus hijos a ver al médico de cabecera, o solo se podía acceder a la atención habitual mediante citas en línea, donde el médico disponía de mucha menos información. Esto incluye las observaciones vitales que solo pueden provenir de un examen físico.

Visitas virtuales

Ver a un niño a través de una pantalla no es lo mismo que examinarlo en persona. Por ejemplo, hay señales que obtenemos del tono muscular, la claridad de los ojos y las sutilezas en la respiración —que cuando se recogen junto con otra información clínica a tiempo—, pueden señalar problemas graves para que los tratemos.

El miedo y la distracción generados por nuestro acercamiento a la pandemia ahogaron otras preocupaciones, con terribles consecuencias. Entonces, si bien estos niños no han estado muriendo por coronavirus, ciertamente han estado muriendo a causa de él.

Lamentablemente, estoy segura de que estas muertes evitables están ocurriendo en todo el sistema de atención de salud a nivel mundial, tanto entre niños como entre adultos. Los pacientes han retrasado la búsqueda de diagnóstico y tratamiento porque tenían más miedo al virus que a cualquier otra cosa que estuviera sucediendo.

Mis colegas hablan de pacientes adultos que se saltaron los procedimientos de diagnóstico como las colonoscopías, ignoraron los dolores de pecho o no investigaron otras preocupaciones serias. Las personas que padecen otras afecciones se han convertido en el daño colateral causado por la pandemia en curso.

Esto es desgarrador y frustrante. Numerosos mensajes emitidos por las principales entidades que precautelan la salud pública en América del Norte, intentaron concienciar masivamente a las personas para mantenerlas a salvo de la pandemia. Según lo que veo en mi propia práctica, me preocupa que estos fueron demasiado alarmistas y negativos. Los mensajes pueden haber disuadido a los pacientes y haberlos hecho evitar hospitales y clínicas por temor a contraer coronavirus. Y el enfoque de los medios en la pandemia creó una vigilancia para la COVID-19 a expensas de vigilar los síntomas de otras enfermedades.

Me temo que una vez que se conozca el alcance total de estas muertes evitables, superará con creces al número de muertes por COVID-19.

Christine Elliott, diputada de Ontario (Canadá) y vicepresidenta de la comisión de salud, afirma que la provincia invertirá hasta 324 millones de dólares para hacer frente a una acumulación de cirugías, muchas de ellas postergadas a causa del confinamiento que generó el coronavirus.

Atención médica después de la pandemia

A medida que parece que estamos saliendo de las peores etapas de la pandemia, me estoy preparando, como neuropediatra, para ver más niños con cáncer terminal avanzado, sabiendo que podrían haber vivido si no fuera por este enfoque bien intencionado pero equivocado de la salud pública.

Si bien resultó alentador escuchar el reciente anuncio del gobierno de Ontario sobre la adición de recursos materiales a la atención no relacionada con la COVID-19 —para ayudar con los retrasos—, el hecho es que, para demasiados pacientes, cualquier atención que reciban ahora llegará demasiado tarde.

Ciertamente, el público necesitaba conocer y protegerse de la amenaza del virus pandémico; la acción colectiva de médicos, científicos, trabajadores de primera línea y otros fuera del sistema médico ha ayudado a mitigar el daño.

Sin embargo, desde la primavera de 2020, es casi como si no hubiera otro problema de salud que la COVID-19. Mientras que en primer plano nos hemos estado lavando las manos asiduamente, usando nuestras mascarillas, manteniendo nuestra distancia y recibiendo nuestras vacunas, el bombardeo de otros problemas de salud graves ha continuado tan constante como siempre.

Si todos hubiésemos tenido la opción de abordar la nueva crisis, me atrevería a decir que hubiéramos preferido un mensaje más equilibrado y matizado acerca de ocuparse de todos los problemas de salud al mismo tiempo, en lugar de reemplazar casi todo lo demás con un solo problema de salud pública, que es en última instancia, peor que el que estábamos tratando de prevenir.

Incluso en el ámbito de la salud, creo que muchos profesionales estaban dispuestos a cortar el contacto en persona con los pacientes en los consultorios de los médicos de familia, las clínicas comunitarias, los laboratorios de imágenes y otros servicios especializados, todos los cuales son conductos vitales para el diagnóstico temprano de los síntomas que los pacientes no pueden identificar por sí mismos.

Pandemias futuras

Temo mucho a aquello que mis colegas y yo todavía tenemos que descubrir a medida que más pacientes emerjan de la temible sombra de la COVID-19. Faltarán meses, incluso años, para ponernos al día mientras tratamos de cuidar a los pacientes con alteraciones y dolencias avanzadas, mientras continúan desarrollándose nuevos casos de las enfermedades y afecciones que generalmente mantienen nuestro sistema de salud a tope.

Como médico, quiero ayudar a las personas a estar lo más saludable posible. Hago lo mejor que puedo con las circunstancias, pero en casa, a altas horas de la noche, reflexiono sobre el sufrimiento de mis pacientes y sus familias y mi corazón se llena de dolor. Me siento impotente.

Las barreras no fueron intencionales, pero el impacto es terrible. Es probable que veamos más pandemias y antes de lo que nos gustaría. Cuando vengan, espero que las afrontemos teniendo en cuenta las necesidades de todos los pacientes.

Fuente: un artículo de Sheila K. Singh, MD, PhD, FRCS(C), neurocirujana pediátrica en jefe del McMaster Children’s Hospital en Ontario, publicado en medicalxpress.com

 

Desde el inicio de la pandemia, todo el esfuerzo de quienes laboran en Gamma Knife Center Ecuador (GKCE) —con base en la ciudad de Guayaquil— se centró en mantener activa su misión: brindar un servicio signado con la excelencia y proyectado a mejorar la calidad de vida de quienes le confían el cuidado de su salud cerebral.

En este tiempo de incertidumbre, la empresa ha ofrecido confianza y tranquilidad a quienes requieren una radiocirugía estereotáctica, poniendo especial atención a las medidas sanitarias de prevención tanto para los pacientes como para sus familiares.

La tecnología sueca de Gamma Knife® es eficaz para tratar: tumores cerebrales benignos y malignos, malformación arteriovenosa, neuralgia del trigémino, trastornos vasculares y patologías funcionales.

A pesar de la pandemia, GKCE ha sido fiel a su labor de ofrecer un tratamiento no invasivo e indoloro, cuya calidad, seguridad y precisión son ampliamente reconocidos.

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