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Del momento 0 a los 4 años: fase decisiva para el cerebro

El estrés produce que aumenten los niveles de cortisol, una sustancia que precisamente se ha llamado “la hormona del estrés”.

La fase decisiva para el cerebro coincide con el comienzo de la vida. Es en esa etapa cuando el desarrollo avanza más rápido y de forma más visible, que en cualquier otro momento de nuestra existencia. También es en ese período cuando se decide buena parte de la salud cerebral y mental.

Sigmund Freud encontró en la infancia una etapa determinante del ser humano. El psicoanálisis le da una gran importancia a todos los sucesos que tienen lugar en ese momento de la vida y busca en ella las claves para los problemas más profundos de los adultos. Hoy las neurociencias también prueban que la fase decisiva para el cerebro está en la niñez.

Lo que hace que la infancia sea una fase decisiva para el cerebro es el hecho de que este órgano se encuentra en formación. Ahora la ciencia ha comprobado que las experiencias difíciles, tanto en la vida fetal como en los primeros años, pueden tener efectos a largo plazo.

La vida fetal: una fase decisiva para el cerebro

La vida fetal es una fase decisiva para el cerebro. Hoy por hoy, la ciencia sabe que el desarrollo de ese órgano puede verse alterado por las condiciones de vida de la madre. En particular, si la madre sufre episodios de estrés intenso, de forma más o menos continua, esto termina incidiendo en el bebé en formación.

Como muchos lo saben, el estrés produce que aumenten los niveles de cortisol, una sustancia que precisamente se ha llamado “la hormona del estrés”. Si con frecuencia hay niveles elevados de esta hormona, este componente atraviesa la placenta y provoca cambios epigenéticos en el organismo del feto.

Tales cambios tienen que ver con modificaciones en el ADN. El efecto inmediato es que el nivel de cortisol también comienza a estar elevado en el feto. Los estudios han establecido que, en esos casos, el niño nace con una respuesta anómala hacia el estrés.

Problemas con el estrés a largo plazo

La anomalía en la respuesta al estrés se manifiesta tempranamente en la conducta del niño. En general, tolera con dificultad cualquier situación estresante, como el baño, la separación momentánea de la madre o un examen médico. Se han encontrado rastros de los cambios epigenéticos en la sangre del cordón umbilical de los recién nacidos, generados por el estrés de la madre.

Por si esto fuera poco, también se ha descubierto que los altos niveles de estrés en la madre provocan cambios en el cerebro del pequeño. En muchos casos, aumenta el volumen de la amígdala cerebral, que se encarga de procesar la memoria emocional, en particular de emociones como la ira o el miedo.

Al parecer, también hay una reducción del hipocampo, una zona asociada con el aprendizaje de sucesos afectivos y la memoria. Además, se ha observado disminución de la materia gris, relacionada con la regulación de la conducta y la toma de decisiones. La sustancia blanca también sufre modificaciones.

El efecto de todos esos cambios suele ser, en general, una respuesta más intensa a las situaciones estresantes. Se cree que todo esto predispone a sufrir problemas psíquicos y puede haber dificultades emocionales o de conducta. Incluso es posible que haya un menor cociente intelectual y mayor riesgo de autismo y esquizofrenia.

Una desventaja funcional

Si después del nacimiento el niño sigue expuesto a situaciones difíciles, frustrantes o impactantes para él, la situación puede complicarse mucho. Factores, como el maltrato, la negligencia, el abandono, la violencia en la familia, consumo de psicoactivos o la pobreza pueden potenciar este efecto. Si el niño tiene especial sensibilidad al estrés y lo experimenta con frecuencia, el daño es mayor.

Se ha comprobado que los niños expuestos a estos factores también presentan cambios en el cerebro durante los primeros años. La amígdala puede hipertrofiarse; un hecho que se manifiesta como ansiedad. Asimismo, podría haber deterioro de la memoria, del autocontrol y problemas de aprendizaje por la reducción del hipocampo.

De otro lado, podrían surgir problemas en el lenguaje y en la capacidad de razonamiento porque la corteza prefrontal medial también sale afectada. Todo esto es un llamado a la consideración y el cuidado de las madres gestantes y de los niños. Lo bueno es que, si las condiciones adversas se modifican, los cambios anómalos se pueden revertir.

Fuente: un artículo publicado en el portal lamenteesmaravillosa.com

 

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