El estrés traumático afecta al cerebro de los niños y de las niñas de manera diferente, según concluye un nuevo estudio de escáneres cerebrales realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California (EE.UU.).
Entre los jóvenes con trastorno de estrés postraumático (TEPT), el estudio encontró diferencias estructurales entre los sexos en una parte de la ínsula, una región cerebral que detecta las señales del cuerpo y procesa emociones y la empatía. La ínsula ayuda a integrar los sentimientos, las acciones y otras funciones cerebrales.
El estudio, cuyos resultados se han publicado en Depression and Anxiety, es el primero en mostrar diferencias entre los pacientes de TEPT masculinos y femeninos en una parte de la ínsula involucrada en la emoción y la empatía, según destacan los autores.
“La ínsula parece desempeñar un papel clave en el desarrollo del TEPT”, afirma el autor principal del estudio, Víctor Carrión, profesor de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en Stanford. “La diferencia que vimos entre los cerebros de niños y niñas que han experimentado trauma psicológico es importante porque puede ayudar a explicar las diferencias en los síntomas de trauma entre los sexos”, destaca.
La ínsula de las niñas con trauma es más pequeña
Entre los jóvenes expuestos al estrés traumático, algunos desarrollan TEPT y otros no. Las personas que lo sufren pueden experimentar flashbacks de eventos traumáticos; lo que les lleva a evitar lugares, personas y cosas que les recuerden el trauma, además de sufrir una variedad de otros problemas, como retiro social y dificultad para dormir o concentrarse.
Investigaciones anteriores han demostrado que las niñas que han sufrido traumas tienen más probabilidades de desarrollar TEPT que los niños que sufren trauma, pero los científicos no han podido determinar el porqué de esta diferencia.
El equipo de investigación realizó exploraciones de resonancia magnética de los cerebros de 59 participantes entre 9 y 17 años. Un total de 30 de ellos –14 niñas y 16 niños– presentaban síntomas traumáticos; y otros 29 del grupo de control, 15 niñas y 14 niños , no los sufrían.
Los participantes traumatizados y no traumatizados tenían edades y coeficientes de inteligencia similares. De los participantes traumatizados, cinco habían experimentado un episodio de trauma, mientras que los 25 restantes habían vivido dos o más episodios o habían estado expuestos a un trauma crónico.
Los científicos no vieron diferencias en la estructura cerebral entre niños y niñas en el grupo de control, pero sí encontraron diferencias en una porción de la ínsula llamada el surco circular anterior entre los niños y las niñas traumatizados.
En concreto, esta región del cerebro tenía mayor volumen y superficie en los niños traumatizados que en los niños del grupo de control. Por su parte, el volumen y la superficie de la región fueron menores en las niñas con traumatismo que entre las niñas del grupo de control.
El TEPT podría llevar al envejecimiento cortical de la ínsula
“Es importante que las personas que trabajan con jóvenes traumatizados consideren las diferencias sexuales. Nuestros hallazgos sugieren que es posible que los niños y las niñas puedan presentar diferentes síntomas de trauma y que puedan beneficiarse de distintos enfoques de tratamiento”, señala Megan Klabunde, autora principal del estudio y profesora de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento.
La ínsula normalmente cambia durante la infancia y la adolescencia, con un volumen de ínsula más pequeño visto típicamente cuando los niños y los adolescentes crecen. Así, los hallazgos implican que el estrés traumático podría contribuir al envejecimiento cortical acelerado de la ínsula en las niñas que desarrollan TEPT, según Klabunde.
“Hay algunos estudios que sugieren que altos niveles de estrés podrían contribuir a la pubertad temprana en las niñas”, afirma. Los investigadores también señalan que su trabajo puede ayudar a los científicos a entender cómo experimentar el trauma podría marcar diferencias entre los sexos en la regulación de las emociones.
“Al comprender mejor las diferencias sexuales en una región del cerebro involucrada en el procesamiento de la emoción, los clínicos y los científicos pueden ser capaces de desarrollar tratamientos para la desregulación de emociones y traumas específicos de sexo”, escriben los autores del estudio.
Para entender mejor los hallazgos, los científicos dicen que lo que se necesita son estudios longitudinales que evalúen a jóvenes traumatizados de ambos sexos a lo largo del tiempo. También abogan por estudios que exploren más a fondo cómo el TEPT podría manifestarse de manera diferente en chicos y chicas, así como las pruebas sobre si resultan beneficiosos los tratamientos específicos del sexo.
Fuente: Europa Press
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