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Ayudemos a los que ayudan: el exigente rol de los jóvenes cuidadores

Animar a los jóvenes cuidadores a expresar sus sentimientos les ayudará a nivel emocional, a construir una personalidad fuerte.

Los cuidadores jóvenes y adultos pueden sufrir ciertos riesgos para su salud, que van desde aspectos emocionales (ansiedad, depresión o sentimientos de aislamiento) a cuestiones físicas (falta de práctica de actividad deportiva, hábitos alimentarios no saludables, etcétera).

En este artículo compartimos algunos consejos para hacer que el joven cuidador tenga atendidas sus necesidades particulares, y así contribuir a su correcto desarrollo emocional ante las responsabilidades que algunas circunstancias vitales le han impuesto y le irán imponiendo durante el transcurso de los años en su ámbito familiar.

El cuidador: concepto y perfil

El cuidador o cuidadores son los individuos o instituciones que se hacen cargo de las personas con algún nivel de dependencia. Son por tanto padres, madres, hijos, familiares, personal contratado o voluntario.

Se denomina cuidador familiar (o informales) al conjunto de personas, en un 85% mujeres, que dedican una importante actividad diaria al cuidado de sujetos con dependencias, enfermedades crónicas o discapacidades permanentes. Suponen un colectivo cada vez más numeroso que realizan una tarea necesaria (entre un 5% y un 10% de los mayores de 65 años tienen limitaciones de autocuidado y movilidad) que, sin embargo, es poco visible y no reconocida socialmente.

El cuidado que realicen será más o menos prolongado dependiendo de la persona enferma y de sus circunstancias. Lo que resulta evidente es que por un tiempo será necesario reorganizar la vida familiar de todos los miembros para adaptarse a la nueva situación; da igual si es por la llegada de un bebé a casa o porque el abuelo ya no tiene la movilidad de antes o por un problema de salud o discapacidad —temporal o prolongada— de alguno de los miembros de la familia. La corresponsabilidad juega en esto casos un rol decisivo.

Consejos para cuidar de los jóvenes cuidadores

Ser niño cuidador de un enfermo requiere de una entereza y de unas cualidades que normalmente no se adquieren hasta la edad adulta; sin embargo, en ocasiones la vida les coloca en la situación de madurar de golpe.

Los sentimientos de impotencia y frustración suelen también ser frecuentes dado que no siempre el esmero en el cuidado y la atención tienen como respuesta una mejora o un gesto de agradecimiento por parte del entorno y del familiar dependiente.

Las dificultades económicas, las alteraciones emocionales, la falta de tiempo para sí mismos, la reducción o desaparición de los momentos de ocio, y un largo etcétera son aspectos a tener en cuenta si lo que pretendemos es velar por la salud integral de todo el núcleo familiar. Seguidamente, algunas pautas que no debemos olvidar.

Sé un amigo. Resulta positivo y pertinente que los padres y otros familiares dediquen tiempo al joven cuidador. Tiempo de aprendizaje, de apoyo, pero también de ocio. Sentir que no pueden hacer lo mismo que otros niños y jóvenes de la misma edad generará sentimientos de inferioridad y de frustración. Los hermanos de niños especiales tienen necesidades propias que también hay que atender. Por ello es conveniente que, de la mejor forma posible, se cuiden con suma delicadeza la comunicación y el ocio dentro del hogar.

Potenciar la comunicación continua en la familia. Compartir palabras amables, preguntar sobre sus intereses o implicarles en determinadas decisiones que afecten a su hermano, les hará sentirse parte de la familia y también les garantizará que no se sientan aislados y diferentes.

Compartir con otros niños o adultos. Animar a los jóvenes cuidadores a expresar sus sentimientos les ayudará a nivel emocional, a construir una personalidad fuerte. Exteriorizar sentimientos y compartir inquietudes es una técnica de proyección que hace más liviano el sufrimiento. En ese sentido, les será de gran ayuda canalizar la comunicación con los padres u otro familiar que genere confianza en el joven cuidador. También se aconsejan los grupos de apoyo mutuo entre hermanos, dado que permiten la creación de un núcleo cercano de personas de referencia que comparten los mismos sentimientos y preocupaciones.

Pautar tiempo de descanso y de ocio. Si sabemos de antemano que hay actividades o momentos que ocio que pueden ser complejos de asumir para la totalidad de los miembros de la familia, pensemos en actividades factibles de llevarse a cabo y adquiramos un compromiso personal para su realización. En ese sentido, que el joven cuidador pueda formar parte de grupos de ocio, como pueden ser equipos deportivos o culturales, contribuirá a cumplir de forma permanente una actividad en su agenda semanal. Esta misma recomendación, siempre y cuando sea posible, también sería de aplicación en el caso de los padres, sin olvidar nunca que los jóvenes cuidadores son y siguen siendo niños y adolescentes con sus propias necesidades de ocio.

Compartir la responsabilidad. Delega en el joven cuidador aquellas tareas importantes para el cuidado del familiar enfermo que permitan que este se implique, pero que comporten un bajo nivel de responsabilidad. Por ejemplo: ir al supermercado a comprar alimentos que integran la dieta del hermano enfermo, pasar retirando alguna medicación de la botica o bien cuidar de él mientras los progenitores hacen determinadas tareas en casa.

Los niños y adolescentes necesitan tiempo para jugar y divertirse, y en el caso de ser hermanos y cuidadores de un niño con una enfermedad poco frecuente, estos tienen unas necesidades propias. No olvidemos nunca de atenderlas, pero tampoco olvidemos ayudarles a que se impliquen en el cuidado de su hermano. No hay nada más gratificante que ayudar a un ser querido, pero debemos asegurarnos de que lo hacen en el nivel adecuado a su edad y capacidades.

Fuente: un artículo de Begonya Nafria publicada en el portal www.share4rare.org/es

 

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