Una vez tuve una buena amiga a la que llamaré Judy, que pospuso su jubilación pensando que aún le quedaban años de vida. Dueña de un millón o más, había puesto su dinero en los lugares correctos para asegurarse de que tendría suficiente para jubilarse cómodamente en unos pocos años. Fumadora empedernida, debería haber dejado de fumar cuando tuvo la oportunidad. Pero como a muchos, le resultó más fácil continuar. A los 59 años, Judy sufrió un cáncer de pulmón. En meses, menos de un año después, estaba muerta.
Más de 100 amigos asistieron al servicio fúnebre de Judy. La gente hablaba de lo buena amiga que había sido, de su trabajo voluntario en Habitat for Humanity y de todo lo que había logrado en su vida. La gente hablaba de cómo solía presentarse a las reuniones de su equipo con una docena de galletas con chispas de chocolate recién horneadas. Fue en su velatorio que conocí a su hijo y a su hija. A lo largo de los años que la frecuenté, nunca mencionó a su familia y mucho menos comentó algo sobre los niños.
Al igual que Judy, yo también me enamoré del bullicio y el prestigio de la oficina. Hacer las cosas y recibir una lluvia de elogios es adictivo, sin mencionar la adrenalina de superar una fecha límite. Por lo tanto, tener cáncer de páncreas a los 59 años, un tipo de cáncer en el que solo cinco de cada 100 personas sobreviven apenas cinco años, me tiró al suelo y me hizo reorganizar mi vida, para descubrir cómo vivir mejor. Empecé a concentrarme en las cosas “importantes”.
En nuestro ajetreo cotidiano es muy fácil concentrarse en los aspectos urgentes, pero “sin importancia” de la vida. Llevar a los niños a la escuela, llegar temprano al trabajo para hacer los preparativos finales para la gran reunión, realizar una llamada importante con un cliente clave y mucho más. No es que estas cosas no necesiten hacerse, lo malo es que permitimos que dirijan nuestras vidas.
Necesitamos dar un paso atrás y escapar con inteligencia del implacable murmullo del ajetreo. Deberíamos preguntarnos: ¿de esto se trata nuestra vida o hay algo más? Presagiaría que hay mucho más. ¿Cuántos de nuestros amigos en el trabajo nos recordarán durante más de cinco minutos después de que nos hayamos ido? Lamentablemente, Judy, una mujer maravillosa, ha sido olvidada hace mucho tiempo.
Para la mayoría de nosotros, nuestro premio al “Empleado del año” irá en una caja de cartón, junto con todos nuestros otros diplonas y trofeos, bolígrafos y lápices, cuadernos de notas y servilletas sobrantes de la cafetería de la empresa. Por no hablar de las plantas de oficina medio muertas que se tirarán al basurero. Pero el tiempo que pasamos con nuestra familia y amigos cercanos vivirá durante años después de que nos vayamos. Este es nuestro legado.
Entonces, ¿tienes que enfrentarte al cáncer, tumor cerebral u otra enfermedad grave para aprender esto? Afortunadamente, no.
A partir de hoy, cada vez que alguien te pida que hagas algo, pregúntate: “¿A qué voy a renunciar?” Cada uno de nosotros tiene 168 horas, 10.080 minutos o 604.800 segundos por semana, no más. Tictac, tictac, tictac… nuestra vida pasa.
Todos enfrentamos este trato con el diablo. Algunos de nosotros venderemos nuestra alma por nuestra carrera o nuestro trabajo, pero todos venderemos algo. Venderemos el partido o el concierto de nuestros hijos, una noche tranquila con nuestro cónyuge, risas en la mesa o algo más diciendo: “La próxima vez haré esto diferente”. Para todo lo que decimos “Sí”, debemos decir “No” a otra cosa. El truco consiste en aprender a decir “Sí” a las cosas correctas.
Por supuesto, parte de la vida es tener que decir “Sí” a las cosas que preferiríamos no hacer, pero también existen formas de reducir estas decisiones difíciles.
Al aprender a decir “No”, les indicamos a los demás que no pregunten. Sé que esto suena un poco duro, pero la gente sabe quién es débil y cómo aprovecharse del prójimo. Siempre les preguntan a esos primero porque quieren obtener un “Sí”. A nadie le gusta que le digan “No”. Por lo tanto, decir “No” indica “No preguntes”.
Use sus dones
Cada uno de nosotros tiene dones únicos o cosas que hacemos mucho mejor que otros. Usar nuestros dones nos permite ayudar a otros de formas que no podemos imaginar. Descubra cuáles son sus dones y úselos. Para mí, son mis habilidades organizativas. Como gerente de proyectos, me encanta poner orden en el caos. ¡Use tus dones!
Haga algunas cosas bien en lugar de muchas cosas mal
Una de las razones por las que muchos de nosotros nos extendemos demasiado es que asumimos demasiadas cosas. El resultado son noches de insomnio, frustración interminable, tensión con los demás y cosas que no se hacen o se hacen mal. En lugar de asumir demasiado, intente hacer algunas cosas bien en lugar de muchas cosas mal.
No espere la llamada telefónica de su médico diciendo: “Hemos encontrado algo sospechoso en los resultados de su laboratorio y queremos realizar algunas pruebas adicionales solo para estar seguros”, para obligarlo a vivir mejor. Empiece ahora aprendiendo a decir “No”, usando sus dones y haciendo algunas cosas bien en lugar de muchas cosas mal. ¡Vive mejor, hoy!
Fuente: un texto de William Ramshaw publicado en el portal www.curetoday.com
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