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Introducción a los tumores cerebrales infantiles

especialistas pediátricos en cáncer (oncólogos pediátricos), neurólogos pediátricos, neurocirujanos pediátricos y oncólogos radioterapeutas.

Los tumores cerebrales son los segundos cánceres más frecuentes en los niños menores de 15 años (después de la leucemia) y la segunda causa principal de muerte por cáncer.

Los tumores cerebrales más frecuentes en los niños son los astrocitomas. Entre los menos frecuentes se encuentran los meduloblastomas y los ependimomas.

Los tumores cerebrales causan síntomas diversos, entre los que se encuentran dolores de cabeza, náuseas, vómitos, problemas visuales, apatía y pérdida de coordinación o equilibrio.

El diagnóstico suele basarse en los resultados de la resonancia magnética y una biopsia. El tratamiento consiste en cirugía, radioterapia, quimioterapia, o una combinación de las anteriores.

En general se desconoce cuál es la causa de la mayoría de los tumores cerebrales. Sin embargo, se sabe que dosis elevadas de radiación y ciertos trastornos genéticos (por ejemplo, neurofibromatosis) causan tumores cerebrales.

Síntomas de los tumores cerebrales infantiles

Los primeros síntomas de un tumor cerebral se deben al incremento de la presión en el interior del cráneo (presión intracraneal o presión endocraneal). La presión aumenta porque el tumor bloquea el flujo de líquido cefalorraquídeo en el interior del cerebro o porque el tumor ocupa espacio. El aumento de la presión puede causar lo siguiente:

  • Aumento de tamaño de la cabeza (hidrocefalia) en lactantes y niños muy pequeños
  • Dolor de cabeza (cefalea)
  • Náuseas y vómitos (frecuentemente al despertarse)
  • Problemas de la vista, como visión doble
  • Dificultad para girar los ojos hacia arriba
  • Cambios en el comportamiento o del nivel de consciencia, haciendo que el niño esté irritable, apático, confuso o soñoliento

La aparición de otros síntomas varía dependiendo de la parte específica del cerebro en la que está localizado el tumor.

Diagnóstico de los tumores cerebrales infantiles

Los médicos sospechan un tumor cerebral basándose en los síntomas.

Para verificar la existencia de un tumor cerebral, el médico solicita habitualmente una prueba de diagnóstico por imagen, como la resonancia magnética nuclear (RMN), que suele detectar el tumor. También se puede indicar una tomografía computarizada (TC).

Antes de realizar la RMN o la TC se suele inyectar un medio de contraste en una vena (inyección intravenosa). Los medios de contraste son sustancias que permiten que las imágenes sean más claras. Si se sospecha un tumor cerebral, por regla general el médico extrae una pequeña muestra de tejido (biopsia) para confirmar el diagnóstico. A veces, en lugar de extraer una pequeña muestra, los médicos extirpan quirúrgicamente el tumor entero.

A veces se realiza una punción lumbar con la que se obtiene líquido cefalorraquídeo para su examen al microscopio. Este procedimiento se realiza de forma rutinaria para determinar si las células tumorales han invadido el líquido cefalorraquídeo o bien cuando el diagnóstico no está claro.

Tratamiento de los tumores cerebrales infantiles

Generalmente, el tratamiento de los tumores cerebrales implica la extirpación quirúrgica del tumor. A continuación, se utiliza quimioterapia, radioterapia o ambas. La planificación del tratamiento debe correr a cargo de un equipo de expertos que tengan experiencia en el tratamiento de tumores cerebrales infantiles. El equipo de atención puede incluir médicos especialistas en el cuidado y tratamiento de bebés, niños y adolescentes, tales como especialistas pediátricos en cáncer (oncólogos pediátricos), neurólogos pediátricos, neurocirujanos pediátricos y oncólogos radioterapeutas.

Cuando es posible, el tumor se extirpa quirúrgicamente abriendo el cráneo (una intervención denominada craneotomía). Algunos tumores cerebrales se extirpan sin lesionar el cerebro o produciendo un daño insignificante. Después de la intervención quirúrgica, se realiza una resonancia para detectar si ha quedado tumor residual y, en ese caso, determinar la cantidad de tumor que no ha sido resecada.

Si el tumor no puede ser extirpado quirúrgicamente, suele ser necesario un tratamiento adicional. En niños menores de 5 o 10 años, dependiendo del tipo tumoral, la quimioterapia se utiliza en primer lugar, debido a que la radioterapia puede afectar el crecimiento y el desarrollo cerebral. Si es necesario, la radioterapia se utiliza cuando los niños son mayores. La quimioterapia tiene también graves efectos secundarios.

Si el tumor está bloqueando el flujo de líquido cefalorraquídeo, se utiliza un pequeño tubo (catéter) para evacuar el líquido antes de la extirpación quirúrgica del tumor. Después de administrar un anestésico local o general, se introduce el catéter a través de un pequeño orificio abierto en el cráneo, a través del cual se extrae el líquido para reducir la presión intracraneal. El catéter está conectado a un calibrador que mide dicha presión. Al cabo de unos días, se retira el catéter o se convierte en un drenaje permanente.

Dado que el cáncer infantil es relativamente poco frecuente, en todos los niños con un tumor cerebral debe considerarse la posibilidad de participar en un ensayo clínico, si está disponible. En dichos ensayos, algunos niños reciben el tratamiento estándar y otros reciben el tratamiento que se está probando (denominado tratamiento experimental).

El tratamiento experimental consiste en el uso de nuevos fármacos o nuevas maneras de usarlos, o en la aplicación de nuevas técnicas quirúrgicas o de irradiación. Sin embargo, los tratamientos experimentales no son siempre eficaces y es posible que los efectos secundarios y las complicaciones que puedan provocar no sean aún conocidos suficientemente.

Fuente: un artículo de Renee Gresh publicado en el portal www.msdmanuals.com

 

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