Las festividades de este año son diferentes para todos; pero para los pacientes con cáncer y quienes sobreviven con otras patologías catastróficas, las vacaciones del 2020 son un desafío único que presenta pensamientos difíciles de contemplar.
La llamada “temporada navideña” resuena con alegría para muchos de nosotros. Habitualmente se nos presentaba la oportunidad feliz de ver a viejos amigos y familiares, intercambiar regalos, comer buena comida, reír y sentir las conexiones entre las personas, y regocijarnos por todas las bendiciones recibidas.
Pero, un momento: estamos ante un bloqueo por el coronavirus en todo el país y más allá de nuestras fronteras. No podemos comer fuera de casa o abrazar a viejos amigos. No podemos invitar a los vecinos a tomar rompope o a escuchar música del recuerdo. No podemos salir a comprar sin nuestra mascarilla puesta o ingresar a cualquier establecimiento sin cumplir estrictamente con las normas de aforo permitido. Necesitamos limpiar nuestras tarjetas y correspondencia con amonio o alcohol antes de abrirla, y además de todo eso, de repente, recordamos que tenemos cáncer…
¿Podría haber algo peor que esto?
Esos son algunos de los pensamientos con los que me desperté esta mañana, aquí en Arizona. Sentado en silencio en mi oficina, miré por la ventana que daba a Mica Mountain y Rincon Peak y, como siempre lo hago, me maravillé de la majestuosidad de la naturaleza. Nuestro mundo natural, aunque en un estado de cambio constante, es la “roca” de nuestra existencia. Parece tan estable, reconfortante y confiable porque sabemos que siempre está ahí, justo afuera de la ventana, imponente y lleno de belleza.
Sin embargo, nuestro mundo está cambiando segundo a segundo. Una vela parece arder en una dirección lineal, hacia abajo y, a menudo, también vemos nuestras vidas como lineales. Después de todo, nacemos y luego morimos, pero la llama de la vela va en muchas direcciones, los fotones de la luz se deslizan hacia el espacio y nunca pierden su energía. Independientemente de nuestras opiniones culturales o religiosas, o la absoluta falta de ellas, la llama de la vela siempre hará lo que hace mientras esos fotones continúan su viaje para siempre.
Sucede que hoy, gracias a esa vista fuera de mi ventana, recuerdo que yo también me estoy moviendo de esa manera, tenga o no cáncer en mi cuerpo. Para mí, una vida con cáncer no se trata simplemente de avanzar en mi supervivencia o en mi búsqueda para curarme. Al igual que el mundo natural, el mundo del cáncer no es una experiencia unidireccional.
Cuando una mañana nos despertamos con COVID-19 y cáncer en nuestra vida de todos los días, es perfectamente apropiado preguntarse: “¿puede haber algo peor que esto?”. Luego, al sumergirnos serenamente en nuestros sentimientos durante los cortos días de vacaciones de diciembre, descubrimos que nuestra curación es un procedimiento diario en nuestra expedición a través del cáncer, y no solo su fin.
¿Un pensamiento horrible? Quizás lo sea, pero solo cuando me olvido de mirar por la ventana…
Puede que me esté perdiendo la familia, la comida, la diversión y la libertad este diciembre, pero estoy vivo y sobreviviendo al cáncer otra temporada navideña. Cuando me diagnosticaron con cáncer hace seis años, antes de que se revelara mi etapa y grado de cáncer, hice un trato personal con la vida. “¡Dame un año!”, me dije. “Solo necesito un año para juntar mis cosas, establecer un hogar seguro para mi esposa, terminar mi novela y un puñado de canciones a medio componer”.
Ahora he tenido seis años para mirar por la ventana todos los días, y parece que esa montaña apenas ha cambiado, pero al igual que yo, lo ha hecho. De vez en cuando me siento agotado ante esta experiencia del cáncer e incluso un poco triste cuando reflexiono sobre cómo será el mundo después de mi tiempo de vida aquí.
Tenía muchas ganas de vernos aterrizar en Marte. Quería vivir lo suficiente para experimentar nuestro primer contacto con otra civilización en la galaxia. Quería ver una cura para el cáncer… quería contemplar y admirar a mi esposa cuando fuese una anciana.
Es posible que estas cosas y más no estén en mi futuro, pero parece probable que tenga al menos una temporada navideña más para experimentar. ¿Y qué podría ser mejor que eso? Sobradas razones para estar feliz y agradecido con la vida. Que disfrutes serenamente de un saludable y venturoso Año Nuevo.
Fuente: un artículo de Khevin Barnes publicado por www.curetoday.com
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