Nunca tuve dolor de cabeza ni convulsiones, que son síntomas típicos de un tumor cerebral. Mi primer síntoma fue percibir olores fantasma. Olía cosas que no estaban allí, como el escape de un restaurante o un bistec frito, generalmente temprano en la mañana cuando me despertaba. No vivo cerca de un restaurante, así que sabía que algo andaba mal.
Soy una exenfermera de la unidad de cuidados intensivos y, después de investigar un poco, descubrí que las alucinaciones olfativas son un síntoma neurológico clásico que puede ser causado por una afección sinusal, la enfermedad de Alzheimer o un tumor cerebral.
Fui a mi médico de atención primaria y, durante el transcurso de 2017, la visité regularmente porque las alucinaciones olfativas continuaban en frecuencia, duración e intensidad. Su receta fue: “Usar spray nasal”. Pensé: “Eso es razonable, comenzaré por ahí”. Cuando el spray no funcionó durante meses, dijo: “Úselo más”. Me fui sin un diagnóstico definitivo o siquiera preliminar.
A medida que los síntomas progresaban, le pedí a la doctora que ordenara una resonancia magnética (IRM). Le dije: “Hay algo mal en mi cabeza. Cuando me acuesto, siento como si tuviera un ladrillo presionando mi frente”. En respuesta, ella dijo con desdén: “No tienes un tumor cerebral”, y se negó a redactar la orden para la IRM.
“Tenía miedo de quedarme ciega”
Durante este período, mi madre murió. Me pregunté seriamente: “¿Estaba teniendo estos síntomas porque estaba de duelo por su pérdida?”. Pero esa pregunta fue respondida en muy poco tiempo cuando apareció un nuevo síntoma: sentí como si mi ojo derecho estuviera en llamas y fuera a salirse de mi cabeza. El dolor era tan intenso que temía quedarme ciega.
Nunca volví a mi médico de atención primaria. Ella había descartado sumariamente todos los síntomas neurológicos clásicos que había tenido durante más de un año. Estaba harta de todo este menosprecio por mis síntomas reales y del cuestionamiento de mi realidad como paciente.
Fui a un oftalmólogo y le dije: “Siento como si me fuera a explotar el ojo y hay algo en la cabeza”. Y él dijo: “Tienes ojo seco, así que usa gotas cuatro veces al día”. Me despidieron de nuevo sin un diagnóstico certero.
Busqué a un otorrinolaringólogo para que me hiciera una evaluación detallada de los senos paranasales, pero todo estaba claro; así que me sugirió que viera a un neurólogo.
Cuando vi al primer neurólogo que estuvo disponible para exigir una resonancia magnética de mi cabeza, su respuesta fue la misma que la dada por la doctora de atención primaria. Él dijo tajantemente: “No tienes un tumor cerebral”.
Pero finalmente, escribió la orden. Dos días después de realizada la IRM, estaba sentada en el salón de belleza cortándome el cabello cuando suena mi teléfono celular, y es el neurólogo. Él deja escapar lacónicamente: “Tenías razón, tienes un tumor cerebral”.
La resonancia magnética mostró que tenía un tumor del tamaño de un huevo y ubicado en el lóbulo frontal, donde reside el funcionamiento ejecutivo. El tumor creció tanto que comenzó a afectarme el ojo.
70 visitas médicas
Casi un año y medio después de mi primera visita al médico general finalmente obtuve un diagnóstico definitivo. Mi primer pensamiento fue: “¿Voy a morir? ¿Podré volver a trabajar algún día?”.
Me sometí a una cirugía cerebral el 10 de abril de 2018. El tumor resultó ser un meningioma benigno.
Ahora celebro dos cumpleaños cada año: el 10 de abril y el día de mi cumpleaños real.
No obstante, hubo complicaciones oculares y de recuperación. El tumor había estado presionando la parte posterior de mi ojo durante tanto tiempo que cuando se eliminó esa presión, la retina en la parte posterior de mi ojo derecho se despegó como papel de pared.
Desde entonces me han sometido a cinco cirugías y procedimientos oculares. En total, he tenido unas 70 visitas médicas desde que tuve los primeros síntomas.
Después de la cirugía cerebral, dormí 22 horas al día durante dos semanas. Cuando pude levantarme y moverme, entré a la cocina y no recordaba cómo hacer tostadas y café. Eso me aterrorizó, pero me negué a ceder ante eso.
Hice rompecabezas y crucigramas, todo lo que pude para desafiar a mi cerebro. También me inscribí en un programa de rehabilitación cerebral.
Me tomó cuatro años recuperar todo mi funcionamiento ejecutivo. La visión de mi ojo derecho nunca volverá a ser la misma, pero mi cerebro ha vuelto por completo y estoy muy agradecida.
Tuve que ser mi propia defensora en cuanto a recibir atención médica oportuna y es agotador. No acepté un no por respuesta cuando los médicos me despidieran sin respuesta alguna, a pesar de mis crecientes molestias físicas.
Mucha gente se siente intimidada por sus médicos. No quieren desafiarlos o creen que no saben lo suficiente para enfrentarlos, especialmente las mujeres. Espero que esta historia pueda ayudar a otras mujeres a no darse por vencidas cuando se sientan demasiado cansadas para seguir luchando por ellas mismas. Deben seguir persistiendo: ¡se trata de su salud!
Tenacidad y persistencia: actuar es vital
Este testimonio aporta una lección maravillosa. En caso de sentirse inseguro ante una situación de salud no clara: ¡no desista! Continúe en la búsqueda de una explicación, una segunda opinión calificada y del tratamiento adecuado para sus síntomas, especialmente si estos tienen relación a diagnósticos considerados catastróficos. Actuar con oportunidad salva vidas.
Fuente: un artículo de Christine Spadafor y A. Pawlowski publicado en el portal www.today.com
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