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¿Qué son las malformaciones arteriovenosas cerebrales?

Las malformaciones arteriovenosas (MAV) son defectos poco comunes del sistema vascular que aparecen generalmente durante la etapa embrionaria o fetal.

El sistema circulatorio normal está compuesto de tres elementos principales: las arterias que transportan el oxígeno desde el corazón hasta otros órganos; las venas que llevan la sangre no oxigenada desde estos órganos hasta el corazón; y los capilares, que están situados entre las arterias y las venas, y cuya función es participar en el intercambio gaseoso entre la sangre y las células de los tejidos. 

Las MAVs están formadas por una colección de vasos anómalos en los cuales la sangre arterial fluye directamente hacia un sistema de venas de drenaje sin interposición de una red de capilares. Al conjunto de pequeños vasos patológicos en forma de ovillo se le denomina “nidus”. A pesar de poder desarrollarse en cualquier parte del cuerpo, la localización más frecuente de las MAVs son el cerebro y la médula espinal.

¿Qué síntomas provocan las malformaciones arteriovenosas?

La mayoría de las personas con este tipo de malformaciones pueden no mostrar síntomas a lo largo de toda su vida o únicamente tener afecciones leves tales como el dolor de cabeza. Sin embargo, las MAVs pueden presentar cuadros de mayor gravedad, siendo en orden de frecuencia la hemorragia cerebral y las crisis epilépticas los síntomas más comunes.

A pesar de ser una anomalía que se desarrolla en la etapa embrionaria del feto, los síntomas pueden aparecer a cualquier edad. La edad de diagnóstico suele situarse en individuos por encima de los 20 años.

El riesgo o tasa anual ponderada de que el paciente con una MAV presente un cuadro de hemorragia cerebral oscila entre el 2% y el 4%. Teniendo en cuenta la alta morbimortalidad asociada a las hemorragias cerebrales es importante estudiar de forma individualizada cada caso, y buscar la mejor alternativa para tratar las MAVs.

Las MAVs son la causa más frecuente de hemorragia intracraneal no traumática en pacientes menores de 35 años; por lo que ante el aparecimiento de una hemorragia de estas características en un paciente joven, siempre se debe descartar la existencia de dicha patología.

En algunos casos, las hemorragias cerebrales se pueden abrir al sistema ventricular. Este último lo constituyen las cavidades en donde se forma y circula el líquido cefalorraquídeo. Las hemorragias intraventriculares (así llamadas porque se originan dentro de los ventrículos cerebrales) complican el pronóstico del paciente, ya que a menudo estas pueden causar hidrocefalia, cuadro que implica un aumento anormal de la cantidad de líquido cefalorraquídeo en las cavidades del cerebro.

Además de las hemorragias, pueden aparecer también los llamados “robos” de sangre, los cuales producen una disminución del riego en el tejido cerebral sano que, en función de las neuronas circundantes a la malformación, pueden causar dos tipos de síntomas: déficits neurológicos y epilepsia.

La prevalencia del MAV es de un 15 a18 casos por 100.000 adultos. En alrededor del 0,05% de la población, estos son hallazgos incidentales a partir de las imágenes obtenidas de la resonancia magnética cerebral. Su tasa de detección global es de 1 por 100.000 adultos por año.

¿Qué modalidades terapéuticas existen para la MAV?

El objetivo principal del tratamiento de las MAVs es prevenir la hemorragia.

La malformación arteriovenosa es una patología compleja que demuestra gran variabilidad entre pacientes. Es necesario individualizar cada caso para decidir el procedimiento óptimo. En ocasiones los riesgos del tratamiento pueden sobrepasar a aquellos originados por dejar a la malformación sin tratar. Factores como el tamaño del nidus de la malformación, su localización, el tipo de drenaje venoso y la presencia de sangrado previo son claves para decidir la actitud terapéutica correcta a seguir en cada caso. Otros factores importantes son la edad del paciente, sus antecedentes personales, su condición neurológica, su estado de salud general, etcétera.

Actualmente existen tres opciones terapéuticas:

  1. Microcirugía: su principal ventaja consiste en que los beneficios son instantáneos en comparación con el resto de tratamientos, donde la curación ocurre a largo plazo. Sin embargo, es una técnica invasiva con potenciales e importantes complicaciones.
  2. Radiocirugía Gamma Knife: consiste en la utilización de varios haces de radiación de forma simultánea en una pequeña área del cerebro -de forma que conseguimos una elevada intensidad en esa región-, tratando de evitar al máximo el daño de la radiación en el cerebro sano adyacente. Su principal limitación es el tamaño de la lesión.

El efecto del tratamiento no es inmediato, precisando de un período de aproximadamente uno o dos años para conseguir la curación, plazo en el cual la malformación continúa teniendo riesgo de sangrado. Sin embargo, es una excelente opción para aquellas malformaciones arteriovenosas pequeñas localizadas en áreas profundas del cerebro, no accesibles para la cirugía, en especial de aquellas que no han sangrado previamente.

  1. Embolización: consiste en tratar la MAV a través del cierre de los vasos nutricios mediante técnicas de radiología intervencionista. En general, no es recomendada como tratamiento único de las MAVs, salvo en casos muy concretos. Su uso se reserva principalmente como tratamiento coadyuvante para facilitar la cirugía o la radiocirugía.

Si es la primera vez que tiene una crisis epiléptica o convulsión, busque atención médica especializada.

¿Tiene dudas? Agende una cita y consúltenos. No deje de traer consigo su resonancia magnética más reciente para evaluar en detalle su caso. Permítanos asesorarle en la búsqueda del tratamiento más adecuado para su condición.

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