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Epidemia de obesidad amenaza la eficacia de cualquier vacuna contra el COVID-19

Para un mundo paralizado por el coronavirus, la salvación depende de una vacuna. Pero en los Estados Unidos, donde al menos 4,6 millones de personas han sido infectadas y casi 155.000 han muerto, la promesa de esa vacuna se ve obstaculizada por una epidemia irritante que precedió al COVID-19: la obesidad.

Los científicos saben que las vacunas diseñadas para proteger al público de la influenza, la hepatitis B, el tétanos y la rabia pueden ser menos efectivas en los adultos obesos que en la población en general, dejándolos más vulnerables a las infecciones y enfermedades. Hay pocos motivos para creer, dicen los investigadores especializados en obesidad, que las vacunas COVID-19 serán diferentes.

“¿Tendremos una vacuna COVID el próximo año adaptada a los obesos? De ninguna manera”, dijo Raz Shaikh, profesor asociado de nutrición en la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill.

“¿Seguirá funcionando en los obesos? Nuestra predicción es no”.

Más de 107 millones de adultos estadounidenses son obesos y su capacidad para regresar al trabajo de manera segura, cuidar a sus familias y reanudar la vida diaria podría verse restringida si la vacuna contra el coronavirus les brinda una inmunidad débil.

Estudio preliminar

En marzo, aún al comienzo de la pandemia mundial,  un estudio realizado en China que pasó inadvertido descubrió que los pacientes de ese país afectados con COVID-19 que pesaban más, tenían mayores probabilidades de morir que los más delgados, lo que sugería un pronóstico peligroso para los Estados Unidos, cuya población se encuentra entre las más pesadas en el mundo. Entonces, llegó el futuro.

La realidad

Mientras las terapias intensivas en Nueva York, Nueva Jersey y otros lugares se colmaban de pacientes, los Centros federales para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) advirtieron que las personas obesas con un índice de masa corporal de 40 o más, conocido como obesidad mórbida o con un sobrepeso de aproximadamente 100 libras, estaban entre los grupos con mayor riesgo de enfermarse gravemente por COVID-19. Aproximadamente el 9% de los adultos estadounidenses se encuentran en esa categoría.

A medida que pasaron las semanas y se enfocó una imagen más clara de quién estaba siendo hospitalizado, los funcionarios federales de salud ampliaron su advertencia para incluir a las personas con un  índice de masa corporal de 30  o más. Eso amplió enormemente las filas de las personas consideradas vulnerables a los casos más graves de infección:  al 42,4% de los adultos estadounidenses.

Se sabe desde hace tiempo que la obesidad es un factor de riesgo significativo de muerte por enfermedad cardiovascular y cáncer. Pero los científicos en el campo emergente del inmunometabolismo están descubriendo que la obesidad también interfiere con la respuesta inmune del cuerpo, poniendo a las personas obesas en mayor riesgo de infección por patógenos como la influenza y el nuevo coronavirus. En el caso de la gripe, la obesidad se ha convertido en un factor que hace que sea más difícil vacunar a los adultos contra la infección. La pregunta es si eso será válido también para el COVID-19.

Un sistema inmunológico saludable, activa y desactiva la inflamación según sea necesario, llamando a los glóbulos blancos y enviando proteínas para combatir las infecciones. Las vacunas aprovechan esa respuesta inflamatoria. Pero los análisis de sangre muestran que las personas obesas y las personas con factores de riesgo metabólico relacionados, como presión arterial alta y niveles elevados de azúcar en sangre, experimentan un estado de inflamación crónica leve; la inflamación se enciende y permanece.

El tejido adiposo (o grasa) del abdomen, el hígado y otros órganos no es inerte; contiene células especializadas que envían moléculas, como la hormona leptina, que los científicos sospechan que induce este estado crónico de inflamación.

Si bien aún se están investigando los mecanismos biológicos exactos, la inflamación crónica parece interferir con la respuesta inmune a las vacunas, posiblemente sometiendo a las personas obesas a enfermedades prevenibles incluso después de la vacunación.

La evidencia de que las personas obesas tienen una respuesta distinta a las vacunas comunes se observó por primera vez en 1985, cuando los empleados obesos de un hospital que recibieron la vacuna contra la hepatitis B mostraron una disminución significativa en la protección 11 meses después, algo que no se observó en los empleados no obesos. El hallazgo se repitió en un estudio de seguimiento que utilizó agujas más largas para garantizar que la vacuna se inyectara en el músculo y no en la grasa.

La obesidad

Los investigadores encontraron problemas similares con la vacuna contra la hepatitis A, y otros estudios han registrado disminuciones significativas en la protección de anticuerpos inducida por las vacunas contra el tétanos y la rabia en personas obesas.

La obesidad es un problema mundial grave, y las respuestas inmunes bajas inducidas por la vacuna que se observan en la población obesa no pueden ignorarse”, alegaron miembros del Grupo de Investigación de Vacunas de la Clínica Mayo en un estudio de 2015 publicado en la revista Vaccine.

También se sabe que las vacunas son menos efectivas en los adultos mayores, razón por la cual por las personas mayores de 65 años reciben una vacuna anual contra la influenza sobrealimentada que contiene muchos más antígenos del virus de la gripe para ayudar a estimular su respuesta inmunitaria.

Por el contrario, la menor protección de la población obesa, tanto adultos como niños, se ha ignorado en gran medida.

“No estoy completamente segura de por qué la eficacia de la vacuna en esta población no se ha informado mejor”, dijo Catherine Andersen, profesora asistente de biología en la Universidad de Fairfield quien estudia la obesidad y las enfermedades metabólicas. “Es una oportunidad perdida para una mayor intervención de salud pública”.

En 2017, los científicos de UNC-Chapel Hill proporcionaron una pista crítica sobre las limitaciones de la vacuna contra la gripe. En un  artículo publicado en el International Journal of Obesity, mostraron por primera vez que los adultos obesos vacunados tenían el doble de probabilidades que los adultos con un peso saludable de desarrollar gripe o una enfermedad similar a la gripe.

Curiosamente, descubrieron que los adultos con obesidad producían un nivel protector de anticuerpos contra la vacuna de la influenza, pero aun así respondían mal.

“Ese era el misterio”, apuntó Chad Petit, virólogo experto en influenza de la Universidad de Alabama.

Una hipótesis, dijo Petit, es que la obesidad puede desencadenar una desregulación metabólica de las células T, glóbulos blancos fundamentales para la respuesta inmunitaria. “No es insuperable”, comentó Petit, quien está investigando COVID-19 en pacientes obesos. “Podemos diseñar mejores vacunas que puedan superar esta discrepancia”.

Históricamente, las personas con un índice de masa corporal (IMC) alto a menudo han sido excluidas de los ensayos farmacológicos porque con frecuencia tienen afecciones crónicas relacionadas que pueden enmascarar los resultados. Los ensayos clínicos en curso para evaluar la seguridad y la eficacia de una vacuna de coronavirus no tienen una exclusión de IMC e incluirán a personas con obesidad, dijo el doctor Larry Corey, del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, quien supervisa los ensayos de la fase 3 patrocinados por los Institutos Nacionales de Salud (NIH).

Aunque los coordinadores del ensayo no se centran específicamente en la obesidad como una complicación potencial, dijo Corey, se documentará el IMC de los participantes y se evaluarán los resultados.

El doctor Timothy Garvey, endocrinólogo y director de investigación de diabetes en la Universidad de Alabama, fue uno de los que enfatizó que, a pesar de los interrogantes, siempre es más seguro que las personas obesas se vacunen a que no lo hagan.

“La vacuna contra la influenza todavía funciona en pacientes con obesidad, aunque no tan bien”, dijo Garvey. “Por eso todavía queremos que se vacunen”.

Fuente: una investigación de Sarah Varney reportera de Kaiser Health News publicada en el portal www.medscape.com

 

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